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Hubiera preferido mil veces quedarme en mi casa, que estar acá.
El nudo en mi garganta aumentaba más conforme iba pasando los minutos estando sentada en aquella mesa, sola.
El reloj grande del restaurante había marcado las 12.
Una lágrima se deslizaba por mi mejilla, apretando con mi mano el mantel color crema, reprimiendo mi llanto.

Después de tantos años juntos.
Sabía que nuestra relación no era perfecta, él era terco y yo era el doble. Las peleas aumentaban por cualquier estupidez, celos, incluso nuestras familias que se interponían a nuestro noviazgo.
Pero eso no quitaba el hecho de que lo amara con cada parte de mi ser y quisiera pasar el resto de mi vida en sus brazos.

Pero el destino tenía planes diferentes para ambos.

Era la noche soñada.
Desde semanas que quería asistir a este lujoso restaurante, era simplemente un sueño. Recuerdo como me había quedado mirando asombrada el lugar desde afuera mientas tomaba de su mano luego de que me fuera a buscar de mi universidad, diciendole lo mucho que me encantaría poder venir aquí algún día con él.
Por eso hasta hace poco había reservado a escondidas como sorpresa para este viernes luego de salir de mis clases y el de su trabajo en su compañía.
Esto fue antes de nuestra pelea por lo que no habíamos hablado hasta el día de hoy.

Todo el día estuve en las nubes, imaginándome el momento dónde sostrendía mi mano, a la luz de las velas, con su tímida sonrisa, compartiendo la noche soñada, arreglando todos nuestros mal entendidos y empezar de nuevo.

Pero como dije, el destino tenía otros planes. O más bien él.

Luego de no haber hablado por el resto de la semana hasta esta noche, creí que iba a estar todo bien. Fue una pelea demasiado dolorosa, siendo sincera, nunca habíamos discutido de esta forma, a tal punto de que mis vecinos escucharan nuestros gritos y se quejaran conmigo al otro día de ello. Fue muy vergonzoso.
Sabía que la relación no estaba yendo bien, yo con mis estudios y él en su trabajo.
Pero sabía que era temporal.
Eso creía hasta que lo vi entrar por el umbral.
A apuradas llegó a la mesa cabizbajo en donde me encontraba, se notaba incómodo, su mirada recorría todo el lugar, pero menos a mí. Ni siquiera me había saludado.
Entendía si seguía algo molesto por el conflicto que tuvimos, pero dentro de mí sentía que algo andaba mal, incluso cuando me llamó avisándome que estaba viniendo en tono cortante, y terminando la llamada en seguida antes de que respondiera.
Su pierna se movía con ansiedad, chocando el talón de sus zapatos seguidamente contra el piso y bebía de su vino en tan solo un sorbo, algo raro en él ya que no era de tomar.
Tampoco había comido de su plato.

Cansada de tanto esperar a que hablara de una vez, deje los cubiertos en la mesa algo brusca por la ansiedad que me daba verlo actuar así, llamando su atención.
Al momento de chocar miradas sus ojos empezaron a tornarse rojos.
Estaba llorando.
No podía entender que estaba pasando.
Intenté tomar de su mano que estaba sobre la mesa pero lo sacó con rapidez, tomando el pañuelo de la mesa y sacandose las lágrimas con estas.

-Seokjin-. Hablé en un susurro, asustada de que estuviera pasando algo grave y no quisiera decirme.

-Te engañé, Soomin-.

Esas palabras. Esas malditas palabras que salieron de su boca.

No podía quitar mi mirada de la suya. Esto no podía ser cierto.
Seokjin nunca me haría algo así. Seokjin me amaba.
El no me haría algo así.

-Seokjin-. Respiré profundo, intentando no perder el control en ese momento.- Si es un chiste, es de muy mal gusto-. Quería creer que era otra broma de las suyas. El siempre bromeaba conmigo de esa manera.
No quería aceptar que el chico con el compartí tantos años, me había dañado de esa forma.

Flesh [Kth]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora