"CAPÍTULO 35"

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Dashia

Hoy vi a Alexia cuando fuimos a la aldea.

Ruth cepillaba mi cabello suavemente mientras yo le contaba lo que había hecho en la tarde. En una de las aldeas cercanas hubo un pequeño circo e hicieron una presentación especial para Alexia y los demás. Al estar vestida como campesina fue muy fácil para mi el andar por ahí sin problemas. Nadie sabía nada de mi.

Es muy linda y todos comentaban cosas sobre lo hermosa que es, me hubiera gustado ser una bendecida igual que ella.

Ruth dejó el cepillo. ¿Mi comentario no había sido apropiado?

Jamás digas eso de nuevo Dashia me miró fijamente—. Lo que sucedió con esa niña no fue una bendición, es un castigo, una maldición.

...

No tenía idea de cuántas horas llevaba llorando. Quizá ya tenía los ojos hinchados. Ya era de noche. Mi vida pendía de un hilo y en pocas horas mi destino sería marcado. Ya no tenía ganas de luchar, no tenía ganas de revelar nada porque simplemente no ganaría, no contra ella. En momentos así, deseaba estar en mi casa, alejada de todos en el bosque lidiando con mí miserable existencia.

Los problemas empezaron desde que acepté volver al palacio y ocupar el lugar de Lena. Un vacío que nunca pude llenar. Hasta Iván me lo decía, no de manera directa, pero lo hacía. Nunca supe cómo funcionaba el gobierno, nunca supe cómo funcionaban las tropas y no conocía a los miembros que se dedicaban a gobernar junto con mí padre. No lo sabía, Ruth nunca me lo enseñó. Ella se había dedicado a llenarme de ideas sobre Terra, me hizo creer que mi vida sería muy diferente y que encontraría la felicidad que tanto añoraba.

Me senté en la cama y miré todo a mi alrededor. Todo este cuarto parecía tan ajeno a mi. Quería todo de vuelta. Las lágrimas y los sollozos salieron de manera inevitable. Me sentía destruida, mi alma estaba hecha pedazos y solo quedaban cenizas de mi corazón. Lo pisotearon todo y lo peor fue que yo le permití. Era como ser una niña indefensa de nuevo. No tenía a nadie que me protegiera, todos en este lugar me usarían a su conveniencia.

—Toc, toc.

La puerta se abrió y esa maldita entró. Se veía tan radiante que estaba segura de verme terrible a su lado.

—Lárgate.

—No seas grosera —me dijo—, solo he venido a ver si cambiaste de opinión o si seguirás con esa tonta actitud. Tengo un plan B y realmente no me gustaría tener que usarlo.

Me importaba un bledo si tenía un plan Z, podía hacer todo lo que quisiera, pues aunque me destruyera, la dejaría al descubierto sin importar que me tomaran como una loca.

—Ya te dejé claro lo que pienso —me levanté—, si me declaran hija de los Tornander me dará lo mismo, si Lena es la hija perdida, bien, que se quede con Adrián y Katrina, solo déjame en paz.

Sí. Ya estaba resignada. Yo sabía plenamente que no era hija de los Vasilith. Algo muy en el fondo de mi siempre lo supo, pero fui tan estúpida que acepté todo lo que ella me propuso. Una familia, amor, felicidad.

—Ay querida, en primera, esa linda familia tuya, ya no existe y en segunda ni siquiera podrían darte el título de Eleanor Tornander porque no eres una de ellos.

¿Ahora de qué diablos estaba hablando?

—Por supuesto que soy una Tornander, todo el mundo en el reino lo sabía, no voy a creer tus mentiras.

Me repetí a mi misma que solo quería jugar con mi mente. Quería confundirme para lograr su objetivo.

—Es la primera vez que te digo la verdad, lo juro —puso una mano sobre su corazón—, creo que en estos momentos, deberías apreciar que quiero librarte del infierno en que has vivido, es lo justo, ¿no?

—Deja de jugar conmigo —le advertí—. Ruth me lo dijo desde que era pequeña, mi madre se robó a Lena por venganza, porque la separaron de Adrián y ella odiaba a Katrina, y a mí me dejó en el campo para no levantar sospechas con las demás familias, ¡yo soy la heredera de la familia Tornander!

—O eso le ordenaron que te dijera para ser exactos —se sentó en una silla—, cómo te iban a decir la verdad si no te querían, por eso siempre te ocultaron, en lugar de ella. La pobre de Lucinda estaba muy herida por lo que Adrián le hizo, su matrimonio con Iván era una farsa y lo único que la reconfortaba era el bebé que estaba esperando, es una lastima que haya muerto.

—¿Qué?

Esto no tenía sentido...

—Fue una pena que ella se robara a esa bebé, Katrina y Adrián esperaban a Eleanor con tanta emoción y Lucinda se las arrebató. Pero necesitaba una cuartada aún cuando todo Caudentry sabía que ella se había robado a esa niña. Fue muy conveniente que diera a luz en esos días, así que todos aceptaron que ella se fue al campo pues su embarazo era delicado y tenían razón. La niña nació muerta y Lucinda se estaba volviendo loca, así que había que encontrar una solución. ¿Y quién crees que le consiguió un reemplazo?

No quería pensar en ningún nombre. No lo haría.

—Bueno, te daré la respuesta, una de las criadas consiguió a una pequeña huérfana recién nacida de las aldeas más miserables e hizo unos pequeños ajustes a la apariencia y así, Lucinda apareció radiante en el palacio con sus mellizas, Helena y Eleanor. Y esa misma criada se ofreció a cuidar a la melliza que sería dejada en el campo, a darle una buena crianza y a prepararla para que algún día fuera la princesa que se supone tenía que ser. Ruth fue la que te sacó de la porquería y te hizo pasar por la hija de los Tornander.

—Eso no es verdad, estas mintiendo, ¡igual que lo has hecho todo este tiempo! Lucinda e Iván eran mis padres, Anthony era mi hermano y yo era la heredera al trono de esa familia.

Se levantó y caminó hacia mi. Me alejé rápidamente. No la quería cerca de mi.

—Lamento romper tu burbuja —sonrió—, pero es toda la verdad. Ni Lena ni tú son hijas de Lucinda, aunque al menos tu querida hermana si es parte de la realeza y tú, bueno, fuiste sacada de los lugares más bajos. Deberías estar agradecida por eso. Te dieron un nombre y posición. Fue un gusto muy noble, incluso para Lucinda. Y de verdad quería ayudarte —siguió—, quería que te quedaras con todo esto, pero tenías que empezar a pórtate muy mal, así que, no me has dado otra opción pero al menos te daré el gusto de hablar con la persona que te metió en todo esto realmente.

Chasqueó los dedos y la puerta se abrió y delante de mí apareció esa mujer que yo había considerado una madre por tanto tiempo. Los años apenas y habían pasado en ella.

—Hola mi niña.

—Ruth.

"El Elemento Perdido #4: Aire" ⚠️ Disponible Hasta El 31 De Diciembre⚠️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora