• Capítulo 3 •

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¿Qué es la vida sin errores?, repitió en su mente. Sunnie contuvo la respiración durante unos segundos. Quizá Jimin tenía razón. Quizás simplemente tenía que hacerlo sin importar lo que le dijeran. La vida no solo se componía de aciertos y aquellos chicos la observaban con tanta expectación que parecía que iban a acunar cada uno de sus errores.

Sunnie bajó la mirada, correspondiendo a la sonrisa del rubio y sintió que sus mejillas comenzaban a enrojecer por la vergüenza.

—De acuerdo. Pero no se rían de mí.

Ambos hicieron un sonidito de triunfo, esbozando sonrisas sinceras, y la instaron a sentarse. Sunnie tuvo que secarse las manos en su falda antes de poder finalmente colocarlas sobre las teclas blancas. El piano parecía abrirse ante ella como una flor en un día soleado. Sus manos eran el sol, las teclas eran los pétalos y el sonido era un aroma que embriagaba. Comenzó a tocar una melodía que conocía desde pequeña, aquella que tocaba para que su madre se sintiera orgullosa de tener una hija con la habilidad suficiente para hacer música. Recordaba la risa cantarina de su progenitora, mientras ponía sus manos sobre sus hombros cariñosamente diciéndole maternalmente: "¡Así se hace, pequeña, así se hace!" Aquellos recuerdos provenían de épocas que en que había sido muy feliz y su corazón se llenó de un sentimiento especial, grande y bueno que se expandía más allá de su ser.

Sunnie sonrió cuando comenzó a tocar otra pieza, ahora más lenta y nostálgica. Tenía errores, sí, pero sus manos aún sabían qué hacer. ¿Cómo podría llamar a esa sensación que tenía justo ahora y que le hacía brillar los ojos? La pieza se alzaba en la mitad, y Sunnie comenzó a sentir que estaba sola en su propio mundo. Las conversaciones de los demás estudiantes que ocurrían tras ella se silenciaron y solo cuando hubo tocado la última nota volvió a oírlas. Se sentía tan bien. Finalmente, acarició por última vez las teclas y dejó escapar el aire que estaba reteniendo en sus pulmones.

Sí, Sunnie se sentía como otra persona cuando la música la invadía. Y había extrañado tanto aquella sensación...

Ni siquiera notó en qué momento Tae y Jimin se habían acercado tanto hasta que cada uno puso una mano sobre sus hombros. ¡Se sentían muy maravillados. Jimin no podía creer que alguien tan pequeña como Sunnie pudiera hacer una música tan maravillosa.

—¡Eso ha sido maravilloso! —canturreó él, aplaudiendo.

—Estabas fingiendo modestia con eso de que estabas oxidada, ojitos—le recriminó Tae, pero aún así esbozaba una gran sonrisa rectangular.

—Tendríamos que haberte grabado, así tendríamos registro de este momento.

—Nah—discrepó Taehyung, colocando la mano sobre la pantalla del rubio quien hacía un momento había sacado su móvil—, la música es una cosa de esas que no se pueden repetir y que, por lo tanto, se atesora solo en los recuerdos.

Jimin no pudo creer que su mejor amigo hablara con tanta seriedad y solemnidad, así que, dos segundos después se echó a reír de buena gana.

—Eso sonó muy a grandes pensadores, Tae—soltó bromeando, dando una palmada al pecho de su amigo.

Tae infló el pecho, mirando dramáticamente al horizonte.

—Así somos los filósofos del siglo XXI—solemnizó.

Sunnie y Jimin explotaron en risas, que, lamentablemente para ellos, tuvieron que acallar una vez que el profesor Hyen entró al salón.

—Disculpen la demora—pidió, entrando con un montón de papeles entre las manos—. Me faltaban copias de la partitura que veremos hoy. ¡Vayan a sus asientos!

Fools || BTS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora