-Capítulo 26-

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Jade obviamente seguía enojada con ella, la evitaba a toda costa y las pocas veces que se veían, sólo se burlaba de Perrie. Habían pasado unos días desde que hablaron, pero la ojiazul no podía estar más feliz. Cada vez que cruzaban miradas, Perrie la miraba burlona y formaba con sus labios la palabra "celosa" haciendo sonrojar cómo loca a Jade, quien comenzaba a gritarle. La vida era hermosa para la ojiazul, eso hasta que llegó a su casillero. Esperaba encontrarse con Jade, considerando que eran vecinas, pero allí estaba nada más y nada menos que, Jed.

-Hola, rarita-dijo burlonamente, pero en sus ojos había odio. Perrie no se acercó, intimidada ¿Qué había hecho ella ahora?

-Quítate de mí casillero-dijo ya que el chico estaba impidiéndole abrirlo.

-No lo creo, primero quiero hablar contigo-dijo agitando un dedo amenazador, delante de ella.

-No quiero, ahora apártate-dijo firme, frunciendo el ceño, el chico soltó una carcajada hipócrita.

-Pues vas a tener que querer-otra vez ese brillo asesino en sus ojos, la asustaba un poco.

Intentó alejarse, pero él la sujetó por el brazo y apretó el agarre, comenzó a arrastrarla por el pasillo mientras Perrie se quejaba.

-¡Déjame!-le exigía, pero el chico no la escuchaba.

Llegaron hasta los baños para chicos y la obligó a entrar. Ya dentro, la apretó contra la pared y la jaló del cabello, quedando frente a ella. Perrie se mordió la lengua por el dolor.

-Me estas lastimando... -comenzó a decir, pero Jed la jaló más fuerte del cabello-. ¡Auch!

-Escúchame bien, Edwards, porque no pienso volver a repetirlo-comenzó, acercando su rostro a la oreja de la chica-. Te quiero lejos de Jade, es mi novia. Yo soy quien la manosea cuando quiero, el que la besa y le mete la polla hasta el fondo, haciéndola delirar-le rectificó riendo y Perrie sintió su rostro arderle. (¿Qué polla? Si es un mito ahre pobre Jed)

Levantó la rodilla, queriendo darle un golpe, en verdad quería molerlo hasta que sangrara, pero el chico se anticipó a su movimiento y lo bloqueó antes de propinarle un puñetazo en el estómago. Perrie perdió el aire.

-Buen intento, no caigo dos veces-dijo arrastrándola hasta que cayó al piso, sostenía su cabeza por el cabello mientras Perrie se sujetaba con la mano-. Ella te odia, te detesta y en verdad, le asquea que la andes acosando. Por eso te quiero lejos de ella.

-Yo... ahhh-gimió sin poder aguantar el dolor, el cuero cabelludo le dolía y las rodillas se le estaban afincando dolorosamente en las baldosas del piso.

-Te dejaré una advertencia-dijo el chico, obligándola a arrastrase hasta una de las casetas y abriendo la tapa del escusado-. Espero que tengas un buen buceo.

Le hundió el rostro en el agua del retrete, no le dio tiempo ni de aguantar la respiración y Perrie comenzó a tragar agua (Si, para ella era algo asqueroso) mientras el oxígeno se le escapaba de sus pulmones. Se estaba ahogando y en eso, Jed volvió a levantar su cabeza, mientras Perrie respiraba a ahorcadas.

-¿Te mantendrás alejada de mi novia?-preguntó amenazante, Perrie lo miró con odio y dio a entender que no-. Sigue buceando, entonces.

(¡Lleva un bikini, Perrie!)

La volvió a hundir unas veces más y ya Perrie estaba exhausta, lloraba amargamente y sentía los pulmones repletos de agua sucia.

-¿Seguirás acercándote a mi novia?-preguntó por décima vez, ya aburrido, pero por primera vez observó la desesperación en los ojos azules.

-Si... si... si... si-murmuraba una y otra vez con pánico, Jed sonrió.

-Me alegra-dijo soltándola y dejándola acurrucarse en el piso-. Más te vale-le dijo antes de salir con paso seguro, del baño.

Perrie se volvió un ovillo e intentó no llorar, su cabello estaba empapado y seguía tosiendo agua. No lo pudo evitar, volvió el rostro hacia el retrete, pero esta vez para vomitar, hasta allí había llegado el almuerzo. (Chau, pizza de peperoni)Ella no sabia que iba a hacer, si Jed tenía razón, puede que Jade tampoco la quisiera cerca y alejarse seria hacerle un favor.

(Será idiota)

Pero Perrie la amaba, joder. Y la amaba mucho, la sola idea de alejarse de ella la volvía loca. Pero no importa cuán enamorada estuviera, ahora había algo nuevo. Tenía miedo, mucho miedo. Cerró los ojos, jurando aún poder escuchar las risas de Jed dentro del baño. Al salir, intentó sacarse el cabello y fue a su casillero por una muda nueva, en el camino se encontró a Jade junto con Jed.

La castaña la miró, preparada para insultarla y pelear con la ojiazul, en sus ojos había un brillo divertido. Perrie observó a Jed, quien la miraba dándole un guiño y la ojiazul tembló por el pánico. Abrió rápidamente su casillero y al encontrar sus cosas se fue a toda pastilla, mirando hacia el suelo, sin prestarle la acostumbrada atención a la castaña. Jade la miró confundida ¿Qué había hecho?

Se encontró con sus amigas en el pasillo y terminó en la casa de Sam, contándole sus penas, estaba con la cabeza recostada en las piernas de su amiga, llorando. Las dos estaban en la cama, mirando una película, mientras Sam observaba a su amiga con dolor, Jed era un ser desalmado.

-No llores cariño, shhh-le decía acariciándole el cabello y Perrie  sollozaba.

-Ahora... no podré acercarme... igual ella... ella... me detesta-decía entre hipidos y Sam opinaba todo lo contrario.

Últimamente había observado a la castaña y todo lo que Jade demostraba, era lo contrario a lo que Perrie pensaba. Esperaba que sus ideas fueran correctas, ya que no quería ver a su amiga llorar aún más. Decidió distraerla y las dos se abrazaron, mientras veían por segunda vez en esa noche el Titanic. Las dos lloraron durante un buen rato.

Rivales (Jerrie Thirlwards) EditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora