[el fin]

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Gracias por acompañarme en el camino, disfruté mucho escribir esta historia y fue algo refrescante y diferente a lo que había escrito antes. Como dije, sería una historia breve y aquí estamos muuuuuucho tiempo después, capítulo final.
Disfruten. ❤️

pd: hay un crossover inesperado por ahí ja.

•••

Entre bajas y altas, puede que un poco más de bajas, llegó el día de la presentación en el auditorio de la Universidad.

Bueno, en realidad era un día antes; me había quedado un poco más tarde que las demás porque era protagonista y Elina quería que tuviera todo absolutamente claro, me repetía las mismas instrucciones tres veces, me hizo probarme el vestuario otras dos y por suerte el maquillaje solo me hizo aplicarlo una vez.

—Bueno, sí... creo que si esto sale mal mañana yo lo podré arreglar.
—Nada saldrá mal mañana. —intenté tranquilizarla.
—Espero, por nuestro bien. —apretó mi hombro. —Mañana te quiero aquí a las doce en punto.
—En realidad quería ir a ver a Kat. —le dije.
—Oh... sí, eso está bien, yo también la quiero ver... pero supongo que podemos ir temprano. ¿No?
—Supongo que sí.

Nos quedamos en un silencio, no era cómodo pero tampoco incómodo. Solo... silencio.

—Iremos. —dijo al final dando un apretón en mi hombro. —Mañana pasaré por ti, a las nueve en punto. ¿Bien?
—Está bien.

•••

Había estado intentando convencer a mi mente de que todo saldría bien y podría hacerlo con Ekaterina o sin ella ahí, pero toda esa resolución se fue cuando el día de la presentación llegó.
Desde el momento en el que me desperté supe que no iba a ser un buen día, me sentía triste, de hecho me sentía por los suelos.
Solo quería llorar y tuve que juntar todas mis fuerzas para meterme a bañar.

Este día en especial se sentía la ausencia de Ekaterina, se sentía en el espacio frío junto a mi cama, se sentía en su cajetilla de cigarros abandonada en mi mesita de noche, se sentía en el gel de baño casi lleno que había dejado en mi casa, en su cepillo de dientes color rojo junto al mío color rosa, en su ropa en mi armario que no se había movido de lugar, estaba en las películas de Disney que había comprado durante nuestro tiempo juntas. La encontraba en las letras de las canciones que había dejado de cantar desde que sus ojos se habían cerrado; la encontraba en cada patrón extraño que veía caminando por la calle, estaba en cualquier objeto que se acercara, aunque fuera un poco, al azul de sus ojos. También la veía al bailar, siempre empezaba las rutinas pensando en mejorar e intentado entrar en papel pero siempre acababa pensando en ella, en sus correcciones y en la risa burlona que me dirigía cuando no podía hacer algo y me comenzaba a desesperar.
Pensaba que todo sería más fácil con ella a mi lado, animándome cuando sentía que no podía más, pero no estaba y sentía el vacío en mi pecho por su ausencia.

No sabía si ir a visitarla en el hospital me ayudaba a mejorar o solo me hacía perder más la esperanza; la esperanza de que tal vez un día volvería a ver sus ojos azules brillando de júbilo. Pero fui, porque quería ser valiente y a la vez no, porque no me sentía capaz de bailar si no la veía antes; pero también temía derrumbarme.

Elina llegó por mi, sorprendentemente parecía igual de afectada que yo, pero me dirigió su sonrisa más sincera y besó mi mejilla.

—¿Cómo va todo?
—Bien.
—¿Llevas todo lo que necesitas?
—Sí. —mostré la maleta que llevaba sin muchas ganas.
—Bien, bien... —asintió mirándome y no haciéndolo, al parecer se había perdido en sus pensamientos.
—Elina. —llamé su atención.
—¿Si?
—Vamos.
—Ah... claro, claro.

Matryoshka. Where stories live. Discover now