[ siete ]

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Me miró por un pequeño momento que para mí fueron como horas y habló de nuevo.

—Siento que te quiero. —me dijo, sentí un nudo en la garganta que se comenzaba a hacer más grande. —No quiero que beses a más personas, no quiero que veas románticamente a más personas, no quiero que le dediques canciones a más personas, si Beatriz, me di cuenta de que la canción era para mí.

Negué con la cabeza y comencé a llorar.

—No quiero que llores por mí tampoco ¡oh por Dios! Soy tonta. —tomó mis manos. —Lamento ser tan estupida y no dejar claras las cosas, estoy asustada porque me gustas, me gusta despertarme contigo por las mañanas, me gusta acariciar tu cabello. —y eso comenzó a hacer. —Me gusta tu cara, me gusta tu cuerpo, me gusta el sexo contigo ¡dios lo amo!
Me encantan las pecas que tienes por todo el cuerpo, me encanta cuando te desesperas y empiezas a hacer berrinche como una niña pequeña, pero sobretodo me gusta tu personalidad, me gusta como pareces tener más paciencia conmigo que con nadie más aunque a veces siento que quieres golpearme, y lo entiendo porque a veces soy desesperante, lo sé. —sonreí. —Y me gusta que soportes mi estupida obsesión por las películas del ratón Mickey. —eso me hizo reír. —Y si, tengo miedo porque nunca había sentido nada así, ni aquí ni en Rusia, no te lo quería decir, pero verte besando a esa mujer realmente me hizo darme cuenta de algo...
—¿De qué? —pregunté con el corazón en un puño.
—No te quiero ver con nadie más que conmigo Beatriz. —di un grito ahogado y la abracé con fuerza, eso era todo lo que había estado esperando.

Junte nuestros labios en un beso tierno, y húmedo por las lágrimas que aún salían de mis ojos.
Se separó juntando nuestras frentes, volvió a hablar en su idioma natal.

—Ты нужна мне. —tomo aire. —Бу́дешь мое́й де́вушкой?
—No te entiendo. —dije soltando una risa.
—Creo que lo haces. —me miró con intensidad, pasando su pulgar por mi labio inferior. —Te ayudaré con lo primero. Te necesito. Adivina lo demás...

Miré sus ojos en los que había una pizca de diversión, el mar se había calmado y ahora veía mi claro reflejo en él, me quería sumergir dentro.

—¿Me acabas de preguntar si quiero ser tu novia? —pregunté, aunque ya sabia la respuesta.

Una gran sonrisa cruzó su cara mientras asentía.
La besé de nuevo mientras pasaba mis manos por su cuello, ella me tomó por la cintura y me levantó haciéndome dar vueltas.

—¿Eso es un si?
—Claro que si tonta. —la abracé.
—Dios, esto es un gran cliché. —dijo soltando una gran risa. —Jamás pensé que me gustaría ser parte de un gran cliché.

Acaricie sus mejillas y pasé un mechón de su rebelde cabello detrás de su oreja mientras le sonreía.

—Vámonos. —me dijo.

Tomó mi mano y comenzamos a caminar, me sorprendí cuando pasamos de largo el lugar en el que su auto estaba estacionado.

—Kat, tú coche está estacionado por allá. —señalé.
—Lo sé Bea, solo quiero caminar contigo.
—Mi apartamento está muy lejos de aquí.
—Pero el mío no. —me guiñó un ojo y entrelazó nuestros dedos.

Era de noche, no una típica noche románica en la que las estrellas brillaban y la luna se veía más grande, no, de echo el cielo era negro y las nubes tapaban la luna; pero aún así era perfecto.
No necesitaba a una luna arriba en el cielo cuando ya tenía a la mía tomando mi mano, hablando ruso y dirigiéndome una sonrisa más brillante que todas las estrellas que pudieran existir.

Matryoshka. Where stories live. Discover now