20. Cuarteto

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¿Había sido demasiado seca?

Lucía me llamaba cactus por eso. Éramos el trío más raro de todos; un gato, júpiter y un cactus.

Tania era –obviamente- el gato. Lucía la dibujaba como un gato negro con un corazón blanco en el pecho. Yo podía ser un simple cactus con forma de "4", o uno redondo pequeño con una flor. Ella siempre se dibujaba como un planeta. Un júpiter, o un Saturno.

Deberías ir a un laboratorio para asegurarte 8:32

De que de verdad lo estás... 8:32

Nunca se te atrasa pero puede haber una primera vez 8:33

Te puedo acompañar 8:36

Tal vez no había suavizado el asunto tanto como pensaba... tenía tres horas sin responderme.

― ¿Por qué te dibujas como un planeta?

― Porque soy gorda.

Nuevamente mis recuerdos interrumpían mi lectura. Suspiré, resignada a que no terminaría de leer ese libro hoy. Me apoyé mejor en el banco de concreto cercano a la cantina. Era duro, demasiado cuadrado y algo incómodo, pero no tenía a dónde más ir. Las gradas frente a las canchas estaban llenas de grupos esperando a jugar, o de chicas mirando chicos. Y yo no tenía nada qué compartir con ellos.

Lucía era una chica muy linda. De piernas largas, medias altas sobre la rodilla y brazos llenos de pulseras de colores. Creo que nunca terminé de convencerla que ella no era gorda ni fea.

Y hablando de Lucía...

Un grupo de chicas caminaron frente a la cantina a comprar. Ya habiendo amainado la fila de compra de los más desesperados, se podía estar ahí con comodidad y menos gritos. Miraba el larguísimo cabello negro de una de ellas cuando me di cuenta que la reconocía. Era una de las viejas amigas de Lucía, no recordaba su nombre. Ella volteó a mirarme, y regresé nuevamente la mirada a mi libro, que había intentado leer toda la mañana.

Era un tema que Lucía no tocaba casi nunca. Parecía que se habían peleado, pero nunca había entrado en detalles. Tania parecía saber un poco, pero tenía la boca sellada respecto a eso. Algo raro viniendo de una de las personas más chismosas que conocía.

Cuando al fin me sumergí en el primer párrafo del libro –El retrato de Dorian Gray- sentí que alguien me miraba y se me acercaba. Alcé la mirada para encontrarme de frente con una de las ex-amigas de Lucía. Una chica de cabello pintado de rojo, brazos y espalda grandes y un rostro redondeado que seguramente era bonito, pero estaba muy enojado y rojizo.

― ¿Qué le hiciste a Tania?

― ¿Qué?

Las demás se fueron acercando en distintos grados de urgencia.

― No te hagas.

― ¿Yo?

― ¿Y quién más?

No me dio tiempo de decir más nada. Ella me tomó del cuello de la camisa y me alzó con ambas manos, tuve que descruzar las piernas y apoyarme con la punta de los pies en el suelo para evitar caerme. Se me cayó al suelo el libro, y apreté con premura la mano con la que sostenía el desayuno para evitar que se me cayera. Sentí el aliento dulce y acaramelado de la chica, pero más que incomodidad sentí miedo al sentir sus ojos fijos en los míos. Su entrecejo se arrugó tanto que parecía tener una pequeña carita allí.

‹‹¿Por qué piensas esas cosas cuando están a punto de golpearte?››

― ¡Jime, cálmate!

― Jimena.

La voz tranquila fue la que hizo que la mano se aflojara. Jimena me dejó caer, y torpemente resbalé al banquito. Otra me tomó del brazo viendo que estaba a punto de caerme al piso, y la miré sin saber qué decirle. Ella tenía la piel muy oscura y uniforme, azabache, de ojos inusualmente claros.

― Discúlpala...

― Yo...

― ¿Te llamas Violeta, verdad?

La de voz tranquila había hablado, estaba frente a mí, con una expresión algo abochornada. Era la del cabello negro largo –tan largo que calculo que lo tendría por las nalgas-. Tenía un cintillo morado de plástico rígido.

― Soy Catherine. Jimena no debió haber reaccionado así...

― Pero tenemos unas preguntas para ti. –Añadió la chica negra a mi lado.

Suspiré, comenzando a sentir la sangre hervir dentro de mí.

― ¿Qué?

― Vamos, ni siquiera sabemos si es verdad lo que nos dijo –intervino una que no había hablado antes, y la última de ellas. Tenía pecas en todo el rostro, ojos azules muy profundos y un rostro infantil. Se veía mucho más avergonzada que Catherine-. Jimena, discúlpate.

Jimena se cruzó de brazos y decidió mirar a otra parte. La que estaba a mi lado me devolvió mi libro, acomodándole la hoja que se le había doblado.

― Lo siento, se dobló un poquito. Soy Liliana.

― Ah, gra-gracias... -Me lo puso en las manos con delicadeza, y miré a la otra que se había acercado, la de ojos azules.

― Yo soy Patricia. –Dijo rápidamente ella, que se acomodaba un mechón ondulado tras la oreja.

― Esto amerita una conversación larga... -dijo Catherine, que parecía la líder. Y se sentaron junto a mí, menos Jimena, que haló una silla de las mesas frente a la cantina y se sentó al frente, con el espaldar de la silla hacia mí y las manos a ambos lados de las sillas, sin quitarme la vista de encima.

Aunque no había habido muchas otras, ése fue el inicio de la amistad más extraña de todas. 

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Editado el 7 de julio de 2018

Capítulo nuevo hecho para esta nueva edición

Madurez voluntaria (o algo así trágico)Where stories live. Discover now