50. Casi

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¿Cómo es que era tan jodido hallar un momento para volver a decírselo?

Tantas reuniones para la obra del colegio, un par de salidas al cine con sus amigas y mis amigos -incluida la novia de Lele, un bombón de piel negra con labios rosados como de Barbie-, y muchos trabajos grupales que estaban amenazando que ese año yo no fuera al colegio en época de reparaciones.

Mi mamá nunca había estado tan contenta.

¡Pero nunca había un momento a solas! ¿Lo hacía a propósito?

Pero al mismo tiempo, se veía tan cómoda conmigo.

Al inicio del tercer lapso me agradeció por la ayuda en la materia de Inglés.

― Vamos, tú me has ayudado en todo lo demás. Más bien, te debo yo a ti algo.

Rió, como siempre.

No nos tocó actuar en la obra de teatro -fuimos afortunados-, pero sí dirigirlo todo. Lele descubrió que le gustaba mandar a la gente, era ordenado y metódico. Claudio y Michel se habían convertido en directores muy estrictos, pues querían que los actores pronunciaran bien las cosas -todo en inglés- y además pareciera creíble.

Yo preferí ser el ayudante de Violeta, quien terminó asegurándose que el escenario fuera bonito y fácil de mover y transportar.

Llegó el día de la obra, que presentamos frente a toda la escuela.

― Estoy nerviosa.

Violeta tenía las manos fuertemente apretadas en torno a una cuerda que aseguraba el sol de cartón. Le quité la cuerda y rocé su mano. Estaba helada.

― Cálmate. No estarás ahí fuera actuando.

­― ¿Y si algo sale mal?

― Bueno, salió mal. Pero ya hiciste tu parte bien. Todo el mundo dice que es una buena obra. La profesora dijo que nunca había visto tanto esmero de todo el mundo. Eres increíble.

Abrió la boca para responderme, pero ya comenzaba todo. Bajé el sol y escuchamos a los actores entrar a escenario. Aseguré la polea, y al saber que era una escena larga, preferí no desaprovechar esa oportunidad.

Apoyé mi mano en la pared junto a su hombro.

― ¿Recuerdas que te dije que haría una lista de todas las cosas buenas de ti? ¿Qué me gusta de ti?

― ¿Tienes que hacer eso ahora? Nos pueden...

Le tomé de la mano. Esta vez sin miedo a que me rechazara.

― No sale nadie de este lado ahora... lo hemos practicado.

― Uber...

― Necesito que me digas que...

Encendieron una lámpara que daba al escenario. Pensaba que estaría bien, pero Vio tenía una expresión de pánico. Me alejé, balbuceando cualquier idiotez, y moviendo el sol. En la obra, ya era mediodía.

La obra siguió su curso habitual y todos los ayudantes de escenario y actores comenzaron a salir de todos lados para los cambios.

Solamente hubo un momento donde pude estar con ella a solas de nuevo, mientras sostenía la cuerda de una luna llena de cartón. Le tomé de la mano, y desvió su mirada del escenario hacia mí.

Le robé un beso en la mejilla.

Me alejé para seguir moviendo elementos colgados. Tampoco podía arriesgarme a distraerme tanto y arruinar todo el trabajo de Vio.

No sabía si la había cagado. Pero tenía que hacer de esa lista la mejor lista del mundo.

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Editado el 8 de julio de 2018

Madurez voluntaria (o algo así trágico)Where stories live. Discover now