Delincuencia

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Los asaltos no habían parado desde hacía una semana, y yo no había dejado de acompañar a Violeta, solo o en grupo.

― ¿Y no tienes otro bolso?

― El problema no es el bolso... eran los cuadernos con las cosas. –dijo ella, lamentándose.

Violeta era una persona muy ordenada, y al notar que le dolió realmente perder sus notas, me decidí. Sería ese día.

Unos de primer año habían dicho que los ladrones tenían un cuchillo. Vamos a ver si es cierto...

No fui tan estúpido, así que primero acompañé a Violeta a su casa y me regresé quedándome por allí en las calles tan frecuentadas de alumnos del colegio que iban al metro. Pero tan solas de cualquier otro tipo de gente.

Me quedé en la esquina de la placita, mirando todo alrededor. Al frente estaba la calle donde Violeta vivía, podía ver su edificio, sus muros cubiertos de enredaderas y parte del salón de fiestas. En la transversal frente a la plaza había un kiosko que casi siempre estaba cerrado en las tardes. No había sino más edificios residenciales por allí, de entradas enrejadas y de acceso controlado.

Un vagabundo llegó, se apoyó en el kiosko y me miró, y luego miró la calle. Me sorprendió, él solía sentarse cerca del metro, pero no allí tan lejos, donde no podía pedir limosnas a casi nadie.

Llegó una moto. Subí la mirada más, hacia la transversal que hacía minutos estaba repleta de alumnos, pero ahora tenía únicamente a un par de niñas de primer año.

La moto aminoró la velocidad, y noté un pedazo de cartón puesto sobre la placa. Me levanté y comencé a correr hacia ellos cuando le cortaron el paso a las niñas.

― ¡Eh! ¡EHH!

Las niñas salieron corriendo en dirección contraria, y los ladrones se habían distraído y perdido confianza al haber sido descubiertos. Me quedé en medio de la calle frente a ellos, mirándolos como un estúpido, sin saber qué hacer.

Ellos tenían una moto. Eran dos. Se miraron a través de los cristales. Hicieron sonar el motor de la moto y la giraron hacia mí.

Mierda.

Casi tropecé al girarme y salir corriendo. El cruce de más adelante era más concurrido, pero por supuesto una moto era más rápida que yo.

Una oleada incontrolable de miedo me golpeó cuando sentí el halón del bolso, la moto ya estaba a mi lado frenando, y me empujaron con fuerza hacia la pared. Apoyé la mano para no golpearme la cabeza y se me raspó toda.

― Dame el bolso, mariquito.

Controlar no golpearte contra la pared y el piso hace que uno pierda noción de lo demás, no pude parar la patada que me dieron en el hombro, y caí dándole la espalda a la pared. Grité por miedo. El tipo de casco rojo se inclinó y me golpeó la ceja con su cabeza. Grité por dolor. ¿De qué coño estaba hecho ese casco? ¿De piedras? Sentí que me tomaba de la chaqueta y esperé que el cuento de la navaja fuera exagerado.

― ¡Dámelo!

La voz era de un adulto. Aguda, estúpida, desesperada.

Me haló del brazo, mientras el otro intentaba quitarme el bolso, como no paraba de moverme, el tipo puso una rodilla en mi hombro. No me podía levantar ni cuidar mis cosas al mismo tiempo. El que me halaba del bolso me golpeó en la cara. No fue un buen golpe... Pero igual me desorientó.

Lograron quitarme el bolso, y metieron las manos en mi chaqueta, sintiendo al tipo tomar mi teléfono.

¿Por qué no habré reaccionado antes?

Subí la rodilla con fuerza, harto, rabioso. Dándole en la nalga y la espalda baja al que tenía encima, que se apartó a un lado sin poder hacer más nada, pero con la mano le halé de la camisa, y le golpeé de nuevo con la rodilla con más fuerza y puntería, impulsándolo hacia mis espaldas. No era pesado y no fue tan difícil, y chocó con el otro.

― ¡Agh!

― ¡Agárralo!

La otra voz tenía un acento malandrizado. Violento.

Libre de su peso y su rodilla me levanté como pude. Pensé rápido. Vi la moto. La empujé con todo mi peso, haciendo que sonara cómicamente al caer al asfalto, y estiré la mano hacia mi bolso arrancándoselo de golpe al ladrón.

Corrí, pero de nuevo... Una moto es más rápida que yo.

― ¡LADRONES! ¡LADRO-!

Me halaron del brazo. Sentí miedo otra vez, especialmente porque el sonido del motor de la moto no estaba disminuyendo.

―Jódelo...

Me arrastraron unos pocos metros, pero fue suficiente con el impulso, empujándome al piso, me raspé los codos, y una mano me había tomado del hombro para alzarme, cuando...

― ¡Aquí! ¡AHÍ! ¡AHÍ!

Alcé la cabeza. El vagabundo corría hacia nosotros, señalando alegremente, con dos motos de policía tras él.

~

― Eres un héroe.

― No. Se llama anti-héroe.

― No soy un héroe un carajo.

En la radio de la mañana habían dado una noticia de que un estudiante había sido atacado por dos ladrones, pero gracias a mi explicación y a la enorme boca de Lele ya todo el salón sabía que yo me había buscado mi coñaza solito, intentando pararlos por mi cuenta.

― Pero saliste en la radio.

― No "salí" en la radio...

― ¿Fuiste tú, Uber?

Claro que contar la historia una tercera vez no me importaba nada, si quien preguntaba era Violeta. Repetí la historia con detalles.

― ¿Y estás... Bien?

Tenía la ceja rota, un corte en la mejilla y raspones importantes en los brazos, asumí entonces que se refería a mi estado emocional.

― Pues sí... Al menos ya no van a robar a nadie.

― Eso que hiciste fue muy valiente.

Me hinché como un globo. Tardé medio día en darme cuenta que la gente me trataba distinto, porque estaba demasiado ocupado repitiendo esa frase en mi cabeza, y su mirada de leve preocupación... Su casi palpable aumento de respeto hacia mí... ¿Respeto? Lo que sea, algo bueno había pasado.

Me hubiera gustado que la gente me tratara así todos los días... como si fuera normal. No predispuestos a que les arruinara la vida como el completo imbécil que piensan que soy.

Ya no tenía excusa para acompañar a Violeta a su casa, pero igual lo seguí haciendo, y ella lo aceptaba. Aunque a veces esperaba a una amiga para irse con ella, subía la mirada para comprobar que yo estaba por ahí. Y siempre lo estaba.

~

Editado el 5 de julio de 2018.

¿Has leído la historia antes de esta fecha o después? Si la has visto antes ¿Qué tal esta versión nueva? Házmelo saber en los comentarios. Muchas gracias.

Madurez voluntaria (o algo así trágico)Where stories live. Discover now