XIV: Sentimientos que duelen

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17 años

La desesperación era un sentimiento con el que Jeremías no estaba familiarizado completamente y con el cual no sabía lidiar por lo que, su catalogación de genio solía irse abajo cuando se encontraba en una situación donde la desesperación lo abrazaba de una manera para nada agradable.

Llevaba aproximadamente cuatro meses huyendo de su castaño mejor amigo y simplemente no pensaba que ese día Kai aparecería en su casa a pedir explicaciones. Al inicio empezó con cosas pequeñas, como dejar de mensajearse a todas horas con él, luego dejó de ir a su casa todos los viernes como era costumbre y él ponía excusas para que Kai no llegase a la suya los domingos. Un poco después que la sensación de que algo le faltaba estando lejos del ojiazul desapareció ligeramente comenzó a irse sólo al colegio, dejó de sentarse a su lado, ya no hacía grupos de trabajo con él, evitaba quedarse a solas con el mayor y de apoco creo una brecha entre ambos que dolía como agujas clavadas en el pecho.

Él realmente no quería eso, lloraba cada una de las noches donde tenías que responder un <no> o <estoy ocupado> porque en sus planes jamás estuvo alejarse de él, es decir, estaba malditamente enamorado de Kai, tontamente perdido por Kai Olsen ¡Su tonto y torpe mejor amigo! Pero dolía, dolía el verlo sonreírle de esa manera especial a otras personas, dolía verlo abrazar a chicas que quizás no lo merecían o besar libremente en los pasillos del colegio a alguna otra. Metafóricamente hablando él estaba rompiéndole el corazón y ya no quería más eso, ya no quería maltratar sus sentimientos y ese denominado amor tan bonito que había desarrollado por el mayor.

Sin embargo, la gota que derramó el vaso para el castaño fue que Jeremías no fuese a sus últimos tres partidos como siempre hacía. Para Kai la situación también era dolorosa pues estaba perdiendo a una de las personas más importantes de su vida, Jeremías era algo más que su mejor amigo y aunque sus actos indiferentes a los largo de los días se sentían como una daga atravesándole la piel prefirió eso antes que perderlo por completo ya que, cada que quería hablar con él solo terminaban discutiendo y él odiaba esa situación.

Pero, hoy no, hoy ya no quería aguantar más lágrimas así que decidió que aunque Jeremías no quisiera verlo él aclararía esa desastrosa situación.

-¿vas a abrirme o no?

Y allí se encontraba Jeremías, respirando con dificultad, escondido en su armario, aferrándose a las puertas para que Kai no las abriera.

-no…por favor vete, Kai-habló con la voz temblorosa-

-Jeremías no voy a irme-declaró el mayor con voz firme-vine a hablar contigo y eso haré

-no…v-vete-murmuró sintiendo las lágrimas acumularse en sus ojos-

Escuchó un pesado suspiro por parte del ojiazul y luego un peso reafirmarse en las puertas del armario.

-Jeremías no sé qué demonios te hice pero lo siento ¿bien?-el castaño se escuchaba dolido y frustrado-enserio lo siento. No sé si fue por romper tu libro nuevo o el florero de tu mamá, si porque olvidé tu concurso de oratoria o por llegar tarde a tu cumpleaños ¡No lo sé, Jeremías! ¡Sé que soy un desastre y un torpe! Pero…Mi desastre y yo te necesitamos tanto, Jeremías…tanto realmente

Un primer sollozo del rizado escapó de sus labios sin consentimiento y Kai siguió hablando.

-no sé porque empezaste a alejarte pero, sé que debí hacer algo antes-continuó el mayor-también es mi culpa pero, ya no quiero esto. Te extraño, gatito

El cuerpo del ojiazul fue empujado ligeramente por las puertas del armario y en cuanto se alejó todo sucedió muy rápido, Jeremías salío del estrecho espacio con las abultadas mejillas mojadas en lágrimas y de un fuerte rojo, los cristales de sus gafas empañados y el cabello enmarañado; sin dar tiempo a procesar todo se lanzó encima del cuerpo ajeno, rodeando su cintura con sus piernas y hundiendo su rostro en el la curvatura del cuello y el hombro del más alto. Sólo siguió sollozando en un silencio que parecía eterno.

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