Era increíble como ella me había convertido en todo un romántico sin siquiera intentarlo, era más que todo por mi deseo de verla sonreír ya que en ella se escondía una chica soñadora y amante a los clichés, por eso me había parecido buena idea comprar esas flores.

Cuando llegué a su apartamento la puerta estaba abierta, sabía que era el suyo ya que podía escucharla hablar dentro y es claro que no está sola.

— Espero te gusten, son mi especialidad.

Al escuchar la risa de un hombre sentí todo mi humor caer en picada dando paso a la rabia y los celos, ¿qué hacía un hombre con, Clarissa?

— Esperaba más tiempo para que me reemplazarán, Clarissa.

Deseaba con todas mis fuerzas estrangular a ese hombre, me sentía rabioso de solo imaginarlo cerca de mi margarita, apretaba las flores con fuerzas ya que sabía que si no me controlaba perdería el control en cuestión de segundos y eso era algo que preferiría evitar, sin embargo, la mirada de, Clarissa, me desconcertaba, con otro hombre en su apartamento y parecía feliz de verme.

— Jackson — ella sonrió algo tensa, pero con los ojos brillantes hermosos que solía tener al vernos o cuando hace algo que le gusta— ¿quieres un emparedado?

Le di una mirada incrédula mientras negaba ¿era eso lo mejor que se había ocurrido decir? es que así era, Clarissa, jugando de creativa en los momentos menos indicados, mientras dejaba el ramo de margaritas sobre una mesa que estaba cerca de la puerta había comprendido que yo ya no pintaba nada ahí, lo mejor era irme.

— No gracias — sus miradas debían ser inventos de mi imaginación.

Miré al tipo de reojo aún más furioso al ver su expresión divertida ¿qué era lo que tanto le divertía a ese imbécil? dudaba que con un buen golpe conservará esa expresión, por eso antes de cometer alguna locura empecé mi camino fuera de su apartamento.

Había preferido caminar para intentar calmarme ya que sabía que si no lo hacía era posible que agarrara a ese hombre del cuello y, Clarissa, tendría tanto miedo de mí que nunca me volvería a hablar en su vida.

No pasó demasiado tiempo para que la sintiera correr detrás mío, no había avanzado demasiado ya que buscaba calmarme. pero no quería una explicación o excusa ahora, no estaba de humor para escucharla, así que, aunque sabía que ella estaba tratando de alcanzarme no frené mi paso.

Claro, Clarissa, es el ser más obstinado del planeta, por eso no me sorprendió cuando por fin logró alcanzarme y se plantó delante mío, pero como no deseaba escucharla ya que, aunque odiaba admitirlo estaba celoso, no hice más que intentar rodearla y seguir caminando.

Lo que no esperaba era que ella se colgará de mi cuello, acercando su irresistible cuerpo al mío y reclamara mis labios como si fueran suyos.

— Margarita —dije sin despegarme de sus labios, ya que, aunque estaba celoso y furioso no podía alejarlos de mí, son mi eterna adicción.

Toda, Clarissa, es la sensualidad andante y ella no era consciente de eso, me encantaba que fuera hermosa y lo ignorara, pero no al punto de tener una baja autoestima, era algo en lo que trabajaríamos si lograba recuperarla.

— Te extraño, Jack —dijo sin dejar de besar mis labios, aunque no podía quejarme, me encantaban — Te extraño tanto.

— No lo parecía —dije dejando ver lo mucho que me afectaba haber visto a ese hombre en su apartamento, sin embargo, era incapaz de dejar sus labios, yo también la había extrañado.

— Es sólo, Carl, el de seguridad.

La manera tan simple y despreocupada en que lo decía hacía que le creyera, pero eso no hacía que pudiera dejar mis celos de lado por completo.

— Pues ese, Carl, estaba comiendo de tus emparedados —la tome de la cintura uniendo mi frente con la suya.

Hasta yo sé lo estúpido que es que le reclamará porque le preparara emparedados a otro, pero ella me convertía en un idiota, en un hombre de las cavernas.

— Te ofrecí a ti también y tú no quisiste — bueno tenía un punto, pero esa no era la razón y ella sólo estaba intentando hacerme el despiste.

— Otro hombre estaba comiendo tus emparedados.

Conmigo eso de la carita inocente solía conmoverme cuando se trataba de ella y sabía por su expresión que, Clarissa, entendía que no eran sólo los emparedados, sino que era el hecho de que no estábamos bien y aun si estaba a punto de empezar a reírse en mi cara, mi margarita es imposible cuando quiere.

— ¿Y crees que eso pueda tener arreglo?

Mi enojo no podía durar para siempre y es que, aunque estaba molesto y quedaban muchísimas cosas por hablar simplemente no quería estar más tiempo sin ella.

— Creo que sí, margarita.

No le di tiempo para que pudiera agregar nada más, envolviendo nuevamente a sus labios con los míos empecé a besarle despacio, había anhelado estas últimas tres semanas sus besos, todo en ella me hacía querer regresar una y otra vez, por eso disfrutaría de la calidez de sus besos tomándome mi tiempo, porque nunca la dejaría ir, ella siempre sería mi margarita.

Frágil [1° Trilogía Puntos De Quiebre ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora