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Caroline se encuentra con los ojos cerrados. No quiere saber lo que ese psicópata pretende hacerle. Tan solo quiere que todo acabe rápido y pensar cómo salir de ese polvoriento sótano. El eco de esa voz imaginaria recreando las escalofriantes cartas que encontró hace algo más de 24 horas retumba en su mente, como si en ese preciso instante se las estuvieran leyendo al oído. 

Al cabo de unos minutos del delirio de la joven, el hombre vuelve con un maletín médico y unos guantes puestos. La muchacha abre los ojos encontrándose con una mirada perversa sobre ella, una mirada penetrante y oscura que hace que se retuerza en la silla como un gusano en un baño de ácido.

 — He decidido ser benevolente contigo, pequeña, no soy tan malo,— comenta el secuestrador abriendo el maletín y extrayendo una jeringuilla.— es más, en sí no te castigaré, tan solo jugaré contigo. No te voy  engañar, esto que te haré ahora es algo que te haría sí o sí, más o menos temprano pero lo haría. De hecho, yo quería que comieses para que no te mareases con la pérdida de sangre, pero viendo que desobedeciste, te lo hago ya para que sepas cómo irán las cosas. Y tranquila, no te voy a dejar sin alimentarte, comer comerás después si hace falta...— Sin decir nada más, el extraño sujeto se acerca aún más a Caroline, acariciando sus brazos con pura delicadeza, tratando de notar la piel fría de la joven a través del látex clínico. La muchacha se encuentra inmóvil. En sus ojos puede leerse el mayor pavor que la chica haya podido sentir en su vida. Comienza a hiperventilar cuando nota la fina aguja traspasando su carne y llevándose una buena cantidad de sangre. El hombre introduce el líquido carmesí en varias probetas. La joven empieza a marearse, y eso que no sabe lo que le espera. El psicópata que la ha secuestrado saca a continuación unos bastoncillos que impregna en un líquido transparente, y a juzgar por el olor, parece alcohol etílico o algún fármaco que contenga esa sustancia. Este, deja los bastoncillos en el maletín, preparados para su uso. Luego, saca una navaja y unas presillas de sus bolsillos. Con una risa macabra, corta la cuerda que inmoviliza los pies de Caroline y le quita las medias de un tirón. Luego, la abre de piernas dejando ver su ropa interior clara, pero la joven forcejea lloriqueando, deseando escapar de esa situación. El hombre, con tranquilidad, ata los pies de la joven con las presillas a las patas de la silla, para que se quede en esa posición permanentemente. Caroline desiste en sus intentos de moverse de nuevo. El señor de mente macabra y miradas cínicas se arrodilla sosteniendo un bastoncillo con su mano izquierda. Con su otra mano, acaricia la ropa interior de la chica y la aparta hacia un lado, dejando ver una vulva completamente rasurada. La joven grita con pavor, y el chico le lanza una mirada que le hiela la sangre. Sin decir nada, pasa el bastoncillo por la entrada de la vagina de la muchacha. Ella grita entre lágrimas, con la triste sensación de que esa pesadilla solo acaba de empezar.


Kevin, por otra parte, se encuentra sentado en su escritorio, bajo la luz de una pequeña lámpara de mesa. Tiene un portaminas en la mano con el que se encuentra retratando a una mujer inmovilizada en una fotografía. Él no piensa que a su amiga Caroline le haya pasado algo grave, tan solo piensa que probablemente se haya escapado por ahí con algún chico. De todas formas, no le queda otra que tranquilizar a Sarah y decirle que todo estará bien. Ambas son amigas desde el colegio y han sido inseparables todo lo que llevan de tiempo. De todas formas, Kevin tampoco puede llegar a imaginarse lo que ronda por la mente de Sarah. Ni mucho menos se llega a imaginar lo que le está sucediendo a Caroline. El chico, dubitativo, mira hacia la ventana que tiene enfrente suya, dejando de mover su herramienta de dibujo durante varios instantes. Contempla el anochecer, pintor del cielo y testigo de todos los sucesos de la ciudad. La luna asoma parte de su velo blanco en el cielo, y algunas estrellas aparecen alrededor de ella. Las farolas de la calle ya están encendidas, iluminando el alquitrán de la carretera y haciendo sombra a los coches aparcados. Kevin sonríe tranquilo y continúa dibujando, después de haber sido maravillado con su espectáculo de luces favorito. Él no es consciente de todo lo que ocurre a su alrededor, por mucho que a él le gustaría. Y por triste que suene, esta vez, tampoco es testigo el cielo. El joven sale de sus pensamientos cuando escucha el timbre de su casa. Se levanta y a paso firme camina hacia la puerta que da entrada a su morada. El silencio profundo se ve corrompido por los sollozos femeninos que suenan al otro lado de la puerta. Kevin, algo asustado con la situación, abre la puerta encontrándose a su amiga Sarah más deprimida que nunca. Cuando se separa, comienza a hablar.


 —Spencer se fue de casa gritando. Luego más tarde me llamó diciendo que no quería saber nada más de mí, y que me haría la vida imposible... ¿Qué hago?— Dice la muchacha aterrada. En ese momento, Caroline se esfuma por unos instantes de la mente de los jóvenes.




Obsesión por tu sangreWhere stories live. Discover now