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Caroline abre los ojos, desorientada. Todo está oscuro y no puede moverse. Se encuentra atada de pies, manos y cintura a una silla de madera. Su boca está tapada con lo que parece ser una tela, un pañuelo o algo así.
Tiene mucho frío, no sabe qué es lo que ocurre exactamente. Le duele demasiado el cuerpo y la cabeza.
Mira un poco hacia abajo para contemplarse, lleva un vestido corto negro y unas medias color piel. Eso es lo que llevaba anoche, al menos es lo que recuerda.
Poco a poco, comienza a acordarse de todo; los pensamientos fluyen por su mente como pececillos en el océano.

Recuerda la salida a la discoteca, a Kevin, a Sarah, la cartas.... Las malditas cartas. Seguro que esos estúpidos y escalofriantes mensajes cortos tienen algo que ver con lo que le está sucediendo en ese instante.

Trata de desatar sus manos torpemente, pero, como era de esperar, no puede. Comienza a llorar de la desesperación. La venda que tapa su boca ahoga su llanto. Mira a su alrededor, no encuentra ninguna ventana ni nada por el estilo. Todo está muy oscuro. En el techo, puede apreciar lo que parecen ser unas cañerías. Entonces, se da cuenta de que está en un sótano y de que está secuestrada.

Un olor nauseabundo invade sus fosas nasales repentinamente. Empiezan a darle arcadas. No puede pensar mucho más cuando una tenue luz salida de un foco del techo ilumina esa especie de zulo en el que la han metido. Caroline se asusta y da un respingo en la silla. Comienza a temblar. Vuelve la vista hacia su izquierda al escuchar unos pasos.
Es un hombre, un hombre encapuchado.

-Vaya...- Dice este. Su voz es muy ronca. -Parece que ya has despertado. -A la joven muchacha se le hiela la sangre al escuchar esas palabras. Trata de identificar al hombre, pero no puede hacerlo con exactitud. Lleva una capucha y un pañuelo negro que le cubre el cuello y medio rostro, hasta el puente de la nariz. El presunto secuestrador se acerca a ella y desata la cinta de su boca.
En cuanto lo hace, Caroline, comienza a gritar y a llorar con muchísima fuerza, en un intento en vano que alguien del exterior la escuche. El secuestrador deja escapar una sonora carcajada. Acto seguido, pone su dedo índice verticalmente en los labios de la muchacha de pelo castaño, en señal de pedir silencio.
-Cállate, no quiero llegar al punto de tener que hacerte daño. Debes de ser una niña buena y, ¿quién sabe? Si te comportas bien puede que hasta te guste estar aquí.... -Dice con malicia. Caroline traga saliva y asiente lentamente, mirando muy asustada al hombre. Este, sonríe de medio lado.
-Bien, parece que lo has entendido todo perfectamente. Voy a traerte algo de comer.- Le guiña un ojo y se va escaleras arriba.

Caroline se queda dubitativa, mirando hacia el suelo. En ese momento se resigna y entiende que su "agradable estancia" allí encerrada será larga y tortuosa.

A unos pocos kilómetros de el edificio donde ella se encuentra, Sarah está sentada en el bordillo de una acera. Tiene el móvil en la mano y está con el ceño fruncido, mirando la pantalla de este.
La rubia vuelve a teclear el número de su amiga. Por quinta vez, salta el contestador. No hay señal al otro lado de la línea. Decide enviarle otro mensaje de texto.

«¿Dónde te has metido, Caroline? Habíamos quedado hace una hora y media y no apareces por aquí. Encima de todo, no das señales de vida >:( Voy a ir ahora a tu casa. ¡Cuando nos veamos pienso cantarte las cuarenta, jovencita!»

Y.... Enviar. Ya está. Sarah se levanta del bordillo y se sacude un poco el polvo de sus pantalones. Se encamina hacia la casa de su amiga. No deja de darle vueltas a la cabeza, siente una mezcla de preocupación y enfado. ¿Dónde se habrá metido Caroline?
Piensa tanto por el camino que no se ha dado cuenta de que ya ha llegado a la puerta del portal del edificio donde vive la chica castaña. Pulsa el botón del portero. Se queda un rato esperando, pero no contesta nadie. Desesperada, vuelve a llamarla por teléfono. De nuevo, el buzón de voz salta automáticamente. Camina de un lado a otro, cerca del edificio. Mil ideas se pasan por su cabeza. Se mete otra vez en la app de mensajes, y busca el chat de su amiga. Se mete en este y manda un mensaje de audio.

«Hey, me preocupas mucho. Aparece ya, al menos responde a los mensajes y dime dónde estás.»

Obsesión por tu sangreWhere stories live. Discover now