7. Pause

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Las horas pasan tan lentas que una tortuga iría más rápido que las agujas del reloj. Estoy seguro de que en las salas de espera ponen los relojes tan escondidos para que la gente no se desespere mirándolo. Ya no sé qué hacer, hasta dentro de media hora no son las visitas. Los padres de Ali han sido quienes han entrado las dos últimas veces y me han pedido que sea yo esta vez quien entre y, así, ellos pueden descansar un rato más en casa.

La verdad es que creo que la casa estaba hecha una porquería, no he sido capaz de ponerme a ordenar nada y la nevera me parece que está vacía. Aunque seguro que, dada la situación, les es completamente indiferente que haya ropa sucia en el cubo del baño.

Teníamos que habernos quedado en un hotel como ella me pidió, tenía que haberle hecho caso para que esto no hubiera ocurrido pero preferí decir que no bebía y conducir yo a la vuelta. Tenía que haber sido menos cabezota y haber escuchado su idea, no era tan mala.

La verdad es que quería volver pronto a casa porque en unos días debería de coger un avión de nuevo, quería aprovechar para dejar todo el trabajo posible adelantado y ella sólo quería que pasáramos un poco más de tiempo juntos, sin preocupaciones y sin más pensamientos que nosotros dos. Joder, siempre discutimos con el 'yo te quiero más' pero me acabo de dar cuenta que ella es la que gana.

–¿Señor Ruíz? –escucho la voz del médico que me atendió al ingresar –, pensaba que ya se habría marchado a casa.

–Lo hice –respondo –, pero no sé quedarme en un sitio tan lejano como mi casa sin saber que ella está bien.

Se sienta a mi lado y mira al mismo lugar que lo hago yo, a la puerta de cristal que, al cruzarla, me deja estar al lado de Ali. No puedo dejar de mirar a la cama donde se encuentra, no soy capaz de pensar en otra cosa que no sea ella. No quiero tener que aprender a ser feliz sin ella cerca.

–Se nota que la quiere.

–No creo que pueda imaginarse cuánto –se vuelve a hacer el silencio porque sé que no va a responder y sigo hablando –. Me encantaría poder decirle que la quiero, que hay mucha gente preocupada por ella, aunque seguro que no me creería; que hay vidas que se han parado por su actual ausencia...

–Puede hacerlo –responde.

–Una vez cada no sé cuántas horas durante, únicamente, media hora y eso si me corresponde a mi entrar –contesto pensando en las veces que entran sus padres.

–No me refiero así –le miro al escuchar esa contestación, no comprendo muy bien que quiere decirme –. Usted se dedica a esas cosas de los vídeos, ¿no?

–Sí.

–Pues grábelo, quiero decir, cuénteselo a una cámara para que no se le olvide nada de lo que ocurra durante estos días. Cuando despierte, será como ver una película mientras su vida ha estado en pause.

***

He salido a la calle a tomar el aire. La verdad es que tengo la sensación de que todo va mucho más rápido fuera, no me está pareciendo tanta locura grabar lo que ocurre durante el día para hacerle una película después. Seguro que le hace ilusión que España haya pasado de la primera fase en el mundial.

Mientras miro la pantalla del móvil, alguien coloca un pequeño peluche con forma de unicornio delante de mí. Giro levemente la cabeza algo extrañado y encuentro a Carmen, una de las amigas de Ali aquí en Madrid.

–¿Cuándo pensabas llamarme? Me he tenido que enterar por las noticias –me dice antes de lanzarse a darme un abrazo –. ¿Cómo se encuentra?

–Bastante grave, está en la UCI y la han operado varias veces, todavía no hay signos de mejora y no están nada seguros de que los haya –respondo primero a la última pregunta –. Perdona por no avisar antes, no he podido pensar en esas cosas.

–Lo imagino –contesta, creo que ninguno de los dos sabemos que hacer en estas situaciones –. Oye –sigue diciendo –, el peluche este me lo han dado unas chicas que estaban al otro lado de la valla y me han pedido que te lo de, supongo que no querían molestar –lo cojo sin decir nada –, me habrán visto en el Instagram de Ali y por eso saben que vengo por ella.

***

*Tres meses antes*

–Dile algo a la cámara –le insisto a Ali mientras abre uno de los paquetes que me han dado en el evento, ponía su nombre en él así que debe de abrirlo ella. Le señalo a la cámara que está justo en frente del sofá.

–Para de grabarme, voy en pijama todavía –responde –¿por qué te pones a grabar tan pronto? ¿Saben las personas que te siguen que, cada vez que te regalan cosas, te levantas a las ocho al día siguiente porque eres un impaciente?

–Exagerada, no es siempre.

–Oh, perdona –dice parando de abrir la caja, todavía no hemos visto que hay dentro –, hay veces que es a las ocho y media, ¿saben también que grabas un montón de cosas que no las publicas?

–Pero esas cosas son para tener recuerdos nuestros, ya verás cuando seamos mayores como querrás ver esos vídeos –respondo –. Va, abre ya la caja.

La abre y en seguida se pone a reír, saca de dentro un par de muñecos que se ponen sobre la tarta en las bodas. Parece que esté hecho a nuestra medida porque realmente parecemos ella y yo. Saca también una carta, un pequeño peluche que tiene olor a fresas y chuches de las que a ella le encantan.

–A ver –comienza a decir Ali –, esto de los muñecos me encanta pero habrá que ir viendo cuando los usamos y, bueno, en la carta pone que no la leamos en voz alta y que es para los dos –mueve la carta y todo lo que ha sacado de un lado para otro como buscando algo –. Seguro que el nombre de la persona o personas está por algún lado, como soy una torpe que nunca encuentra nada, doy las gracias a quien haya sido y prometo que me voy a leer la carta, que no voy a compartir mis chuches y voy a abrazar mucho al peluche.

–Bueno, y yo también leeré la carta.

–Buah –dice sin que me lo espere y sonriendo como una niña pequeña el día de reyes –, en verdad me hace un montón de ilusión que me hayan regalado algo.

Cámara, acción [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora