Capítulo 5.-

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Jungkook dejó de contar los días cuando habían pasado ya tres semanas.

Cuando dejó de considerar el tiempo y recordó que, para el ejército, una misión era considerada larga si tomaba más de un año y toda misión que durara menos, incluso aunque fuesen once meses, era considerada de poco tiempo. Como si de esa forma le diesen algún tipo de seguridad a las personas que los soldados dejaban atrás; un vale prometiendo que volverían, que podrían tenerlos a su lado para la siguiente navidad o el siguiente cumpleaños.

Pero Jungkook sabía que aquel vale no eran más que promesas vacías.

Las misiones más cortas eran las que engrosaban la lista de militares muertos en acción. Jungkook había visto morir a tres de sus compañeros en ese tipo de misiones y se había salvado de morir en varias ocasiones, prometiéndose que en casa Taehyung estaría esperándolo, cruzando los dedos para que sí pasasen juntos la siguiente navidad o el próximo cumpleaños de alguno de los dos.

Que él no podía ser la promesa vacía del amor de su vida.

Ahora, Taehyung llevaba más de un mes y medio de misión en alguna parte desconocida y sin nadie que lo llamase por su nombre, nadie que conociese algo más que su simple mote como capitán. Tú eres Black Wolf allá fuera; a mí me llaman Shade; fue lo que dijo su novio cuando, años atrás, ambos habían elegido sus nombres clave, los que se convertirían en su identidad cuando no llevasen sus placas.

Las placas que colgaban del borde del único marco de fotos que Jungkook había puesto en su habitación: Taehyung abrazándole por la espalda, sus ojos mirando a la cámara mientras Jungkook alzaba su rostro hacia el de su novio, sonriendo mientras le admiraba. Habían tomado esa foto el día que Jungkook cumplió 20 años y con ello, obtuvieron la posibilidad de irse lejos de su pequeña ciudad a amarse con libertad en la capital.

Era la fotografía que Jungkook observaba cada noche para no olvidar que se pertenecían, que se habían elegido para toda la vida.

Había sido un mes y medio demasiado largo, demasiado lento y cada día Jungkook sentía que una parte de sí mismo se desprendía, se quedaba sobre la cama destendida o en la ducha o en el sofá donde estuvo sentado la última noche que le había visto. Trozos de sí mismo que iba dejando por ahí, esperando que Taehyung apareciese en cualquier momento y los recogiese uno a uno, con la sonrisa geométrica de siempre y el amor que nunca nadie más podría sentir por él.

46 días sin él y apartado de cualquier misión, apartado de la oportunidad de ir con él.

Es en momentos así, en los que no puede dejar de pensar en todo el tiempo que lleva lejos de Taehyung; que Jungkook siente que todas las emociones contenidas en su cuerpo se desbordan, como un dique que se rompe justo en la mitad y deja correr libre las peligrosas corrientes que en algún momento prometió contener.

Era un dique que se desbordaba en dolor y que terminaba con el rostro hundido en la almohada o gastando todos los casquillos que le fuesen posible mientras la noche caía sobre el campo de tiro, solitario a esa hora del día; un espacio sólo para él y su abierto sufrimiento, el instante en que el Capitán Jeon no existía más y quedaba sólo el Jungkook asustado e impotente en el que se había convertido.

Un disparo, dos... ¿cuántos debía hacer para que Tae regresase?

Tres más; todos dieron en el blanco y Taehyung llevaba 46 días lejos.

Uno al hombro del blanco...

El cargador de la pequeña pistola negra calló vacío al suelo mientras él lo cambiaba en cuestión de tres segundos.

Sin identidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora