P3C5: Enfrentamientos urbanos

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Jorge y Nicolás llevaban casi dos días afuera y estaban bastante preocupados. Por un lado, la noche anterior, en el horario pactado para el contacto con la Escuela, no habían recibido respuestas. Pero eso no era lo único, estaban atrapados.

Desde que salieron de la escuela, el primer tramo fue bastante tranquilo. Las dos motocicletas que había conseguido Nicolás respondían a la perfección y eso les permitía sortear obstáculos callejeros sin necesidad de correr demasiados peligros. Así, se dirigieron por una calle lateral hasta una avenida a unos cuatrocientos metros más allá. Desde allí evaluarían las distintas rutas vistas con anterioridad. En un principio el trabajo parecía peligroso pero factible. Las calles estaban atestadas de autos estrellados, rastros de violentas peleas, incendios, y como si fuera poco, cientos de zombis vagando sin rumbo en la búsqueda de alguna presa que hacía ya mucho tiempo no cazaban.

Sin embargo las motocicletas fueron de gran ayuda por la agilidad con la que podían sortear espacios. La velocidad que llevaban, aunque no era mucho, fue suficiente para evitar las reacciones de los muertos que apenas salían del asombro cuando escuchaban al motor pasando a pocos metros de ellos.

Jorge no podía evitar pensar que hizo ese camino innumerables veces y donde a pesar del pesado tráfico en ciertos horarios, nunca habría tardado más de 60 minutos en llegar a la autopista. Ahora no era tan fácil. Los distintos obstáculos los obligaban a cambiar permanentemente de rumbo y algunas otras a refugiarse hasta que algún grupo de zombis que se movían como manada, pasara de largo sin advertir de la presencia de los vivos. Siguieron serpenteando calles por al menos dos horas más, hasta que algo los detuvo.

Un enorme camión cisterna de combustibles se había volcado bloqueando toda la calle en una de las avenidas principales. Tuvieron que frenar para consultar el mapa y buscar una ruta alternativa. Se ubicaron en el ingreso de una cochera pública y desplegaron un enorme mapa de la ciudad que habían encontrado en una estación de servicios.

- No podemos volver mucho más – decía Nicolás casi absorto pasando el dedo por el mapa – 400 metros más atrás hay un grupo de al menos 70 u 80 zombis. Si agarramos por esta calle – seguía señalando sobre la hoja – podemos rodear el bloqueo.

- Estas calles son peligrosas – respondió Jorge – son muy angostas y eso no nos da mucho margen de maniobrar si pasa algo... de todas formas, parece que no tenemos alternativa – dijo al fin suspirando.

Un sonido como un trueno cruzó el aire en ese momento. El silencio reinante en la ciudad se vio interrumpido por el disparo de lo que inmediatamente identificaron como un rifle. Casi inmediatamente, la pared que se encontraba detrás de Nicolás mostró una profunda perforación producto del impacto del proyectil. Otro disparo más.

La reacción fue inmediata. Dejaron las motocicletas donde estaban y corrieron al interior del estacionamiento a ocultarse.

- ¿Qué carajo fue eso? – pregunto Jorge.

No obtuvo respuesta, dio media vuelta buscando a Nicolás en la oscuridad, no lo vio a su lado. Siguió por un pasillo corto hasta la entrada de lo que en algún momento habrá sido la oficina del cuidador del estacionamiento y lo vio sentado en el piso apoyando su espalda contra una de las paredes. Debajo de él, un charco de sangre se extendía cada vez más.

- Colega.... Te dieron... - dijo acercándose. La oscuridad no lo dejaba ver la herida, pero supo inmediatamente que le había dado en el muslo derecho. – Se sacó el abrigo que llevaba siempre consigo y lo colocó envolviendo su pierna.

- Jorge... estoy bien – dijo con evidente dificultad – debes volver por las mochilas. Allí están nuestras armas, mapas y la radio para comunicarse con la escuela.

La Cordoba muertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora