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Nota1: Es la primera vez que escribo incesto, es extraño jajaja

Aclaración: La historia se desarrolla en la época samurái, por si a alguien no le agrada el tema.

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Una tormentosa noche de octubre, las calles del pueblo Kamakura sufrían una horrible inundación. Los habitantes iban y venían, ajetreados, buscando la manera de salvaguardar sus hogares, pertenencias y familia de la fría lluvia, el azotador viento y el desgaste del suelo. Un amenazante manto gris se cernía sobre la explanada, abarcando varios kilómetros a la redonda, atemorizando a todos.

Dentro de una casa, en la habitación principal, específicamente, yacía una mujer pujando con todas sus fuerzas y voluntad. Sus gritos eran secundados por los truenos, sus piernas —abiertas a más no poder— ardían, lágrimas de dolor mojaban sus coloradas mejillas, su cuerpo se sacudía con cada contracción. La voz de la matrona y ayudante eran como un eco distante. Al pie de la puerta, en el pasillo, su esposo y su hijo esperaban pacientes, sentados en el tatami sobre sus talones y las manos reposando en sus rodillas. El hombre, mantenía la faz serena, postura erguida y párpados cerrados; contrario al niño, las manos le temblaban, su semblante expresaba el temor y la angustia ante el ruido, la postura encorvada le delataba aún más.

—Yuu, como primogénito de la familia Shiroyama debes guardar las apariencias, mostrar valentía, enfrentar la adversidad con firmeza, sostener una postura digna y guardar las emociones para el momento indicado. —Habló en voz baja, casi regañando, pero siendo un intento de consejo. El mencionado inhaló profundo, exhaló despacio y se relajó.

—Sí, padre.

De repente, los gritos cesaron, un agudo llanto les suplantó. Yuu se puso en pie al instante, la puerta fue abierta, permitiéndole el paso a la habitación; corrió hacia el futón, donde yacía su madre, pálida —debido al esfuerzo—, pero con una gran sonrisa, sus ojos observaban con devoción al pequeño bulto escandaloso acurrucado sobre su busto. La mujer extendió una mano hacia él, invitándole a acercarse, la tomó con miedo a que se rompiera, notó la debilidad de los músculos.

—Felicitaciones, mi señor. Es un varón saludable. — Las voces de la matrona y su padre quedaron en segundo plano, la atención estaba totalmente centrada en su progenitora.

—Yuu, mi amado hijo, te presento a tu hermano menor, Yutaka. — dirigió la mirada al recién nacido, aun cubierto de fluidos desconocidos para él, era extraño y asqueroso.

—Es feo. —dijo con la sinceridad que un niño de 7 años podía tener.




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Una tarde, a finales del mes de noviembre, la casa de los Shiroyama fue sumida en un insondable silencio. Yumiko Shiroyama dio su último aliento de vida, debido a una horrible infección causada por la precaria higiene durante y después del parto; en esta época, era común la muerte de las mujeres tras el parto. Yutaka corría peligro también, había contraído una enfermedad que nadie sabía cómo curar, hubo varios intentos de medicamentos hasta que un conjunto de ciertas hierbas naturales hizo el efecto justo, sanando al crío. La pérdida de la señora fue un dolor pasajero, al menos para el cabeza de la familia, Hotaro Shiroyama, quien se hizo cargo de su descendencia por propia mano.

La invitación del fuego (the GazettE, Slash)Where stories live. Discover now