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En la extensa y poblada ciudad de Nueva York, la gran mayoría viven en apartamentos, en uno estos, se encuentran un chico de cabello rubio y una chica de cabello negro tratando de llegar al punto cenit del placer.     

Y no hay decir mucho para saber de quienes se tratan, solo tengo para decir que Eli recordó una de las notas de E. State y ahora está pasando su lengua por el cuerpo sabor a pizza con pepperoni.    

—Baja... baja... baja más —murmura, Eli la obedece aunque no fuera necesario que se lo dijera pues iba a hacerlo de todos modos. Digamos que hoy tiene un apetito bastante... particular.

Y justo cuando la lengua del rubio da el primer toque a su intimidad, la luz se enciende dejando ver a su compañera y prima.

—¿Qué haces en mi habitación, Lei? —pregunta Brooke, sin siquiera mirarla, por está razón es que no ve como el ojo izquierdo de su prima temblaba mientras su rostro se enrojece.    

—Tu habitación —farfulla, lanzando al suelo los zapatos de tacón que se quitó en el momento que atravesó la puerta principal— ¡Tu habitación! —Su grito hace que Brooke abra los ojos dándose cuenta de su error—. ¡Esta es mi puta habitación Brooke! —grita la pecosa aún más alto, con el rostro hecho un volcán. 

«Que suerte que estamos en un penthouse. ¡Gracias, tío Chris!», hablo Brooke en su mente, antes de volver la atención hacia su prima, quien parece a punto de sufrir un ataque nervioso.   

»¡Los dejé con su maldito vicio en prácticamente todo el apartamento; pero mi habitación es el jodido límite, la gota que colma el maldito y puto vaso! —Da un pisotón que, en vez de caer al suelo como ella esperaba, cae en algo grasoso y grumoso. Después de ver una rodaja de pepperoni en uno de los pechos de Brooke, poco a poco baja la mirada encontrando lo que temía.   

Aprieta tanto los dientes que si esto fuera una caricatura ya estuvieran rotos, sus orejas estarían soltando no vapor sino fuego, y sus puños probablemente fueran rocas. 

—¡¡¡¡Salgan de aquí!!!! 

Lo aguda que se vuelve su voz los hace ver que no está jugando y rapidamente van recogiendo sus prendas, dejando olvidada la pizza que está a los pies de Leila.

—¡Y no dejen la puta pizza sexual! —espeta antes de lanzar el cartón que contiene dicha comida que termina en la cabeza de Eli.

Una vez que cierran la puerta principal, los gritos de Leila sin dejar de oírse, ambos estallan en carcajadas, para después dar por sentado que las próximas veces sería en el apartamento de Eli. 

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¡Hola mis bellos Citizens! ¿Qué les parecieron estos dos capítulos? Es una forma de pedir disculpas por no actualizar, pero no puedo hablar mucho ahora pues estoy apurada así que...

Hugs n' Kisses,
Lissy

New Yorkحيث تعيش القصص. اكتشف الآن