Preposiciones

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Preámbulos de una exposición donde la luna se lleva a cuartos y mengua algunos suspiros. Presencias de almas que cuando son una, dejan de ser ninguna y se pierden, cuando alguna de las dos toca el cielo y la otra admira desde la tierra un letrero en una puerta que destella un brillo verde de "ocupado", una estela semillada de suspiros y probables problemas.

Premoniciones, cuando un augurio del viento eriza la piel más que los labios cuyo sabor se pierde en las hojas de otoño. Presión del tiempo y la vida. El correr incansable de un silencio que se escapa por los poros de un sudor que ya no vuelve, que se lleva consigo el ardor de la sangre y la capa más fina que envuelve en uno a dos cuerpos que ya conocen el arte de amarse y saberse.

Precario se vuelve el espacio, la oportunidad, el sabor que nunca ocupa lugar y el saber que empieza a estorbar, y sin embargo, las estrellas se giran al ver en los ojos de una mujer un brillo al que ellas aspiran. Si no conocen el amor, ¿cómo es que titilan?

Preguntas al aire de miles de voces que arrastra la nieve consigo. Si vuelve la lluvia en verano, si el amor encenderá la chimenea en invierno.

Si es que él estará por la mañana, cuando despierte temblando de vida.

Posan pares de cuerpos para una fotógrafa que peca de voyerista. Los atrapa en sus momentos más nobles y captura en ellos la esencia de un niño que vuelve a la vida en una red de arañas grises, que nadan en el fondo de un lago negro y se convierten en película muda que gime nombres y en ellos se le escapa la vida.

Poseen el tiempo, dejándolo escapar entre sus manos derrochando cual millonarios, jugando a ser dioses pagando un cuanto por un todo que dura poco y les parece eterno.

Posibles infinitos universos con los que se llena el espacio, se explica el evento, la pérdida y el desconcierto de una vida que solo para por el lugar, quedando de paseo por una ciudad de miles de atracciones y que goza de la exclusividad de aquellos que conocen los secretos más oscuros que cuentan los labios al momento público en el que se inventó la privacidad.

En cuatro paredes hay preposiciones. Antelando la llegada de estrellas, centellas y tormentas de rayos que llenarán un diccionario con palabras inefables de más colores que los que alguien jamás ha descrito.

Ojos grises entienden de posterioridades. Posibilidades, y miles de representaciones en las que el amor se guarda, se congela y se prepara para abrirse a la mañana en formas que solo las sonrisas de complicidad entienden, cuidado en el resquicio que hay entre las manos de dos amantes que amanecen en un motel después de haber creado todo un nuevo vocabulario. 

Cuentos de amor y otras desgraciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora