Capítulo 14

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Jueves trece

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Jueves trece

Todos los doctores habían estado trabajando arduamente los últimos dos o tres días, y habían estado bastante cansados ya. La investigación dio bastantes frutos, y dieron con muchas cosas por las que se habían interesado, pero estaban exhaustos y decidieron ir a descansar un poco en los otros recintos del centro de control de enfermedades, donde no hacía tanto tiempo, había llevado algunos colchones donde poder reposar. La razón de esto era muy sencilla, el hedor era bastante fuerte, más que nada porque en los últimos días llegaron más cuerpos para que los examinaran. Y si no descansaban, no sería de mucha útil que estuvieran allí.

Menéndez, el encargado de aquella serie de investigaciones, y también Díaz, habían descansado la noche anterior. Ahora estaban de turno, por llamarlo de alguna manera.

Toda esa mañana presenciaron los descubrimientos que habían llevado a cabo analizando todos los cadáveres que ahora disponían. En ellos, todos los síntomas eran idénticos. Todos, y cada uno de ellos, estaban oficialmente muertos, pero seguían moviéndose y se comportaban de manera violenta, irracional e inhumana. Lo de la mañana había sido revelador, como ningún otro dato que lograron recolectar hasta la fecha. Ya sabían que, los afectados por aquel misterioso virus —al menos esa era la potencial cusa que habían sospechado que fue la causante de todo—, estaban muertos, no había ninguna duda al respecto.

Sin embargo, volvían a ponerse en pie, y los médicos y expertos, lograron determinar que las víctimas podían hacer eso debido a una temporal reactivación de las células nerviosas. En otras palabras, de las neuronas. Lo que sucedía con ellas era que una especie de descarga eléctrica, de fuentes aún desconocidas, llegaba hasta estas y las volvía a reactivar, aunque de una manera muy limitada. Por ello se suponía —casi en su totalidad—, que la agresividad y la locura de los sujetos afectados, llegaban a aquellos extremos insospechados.

Las consecuencias de todo esto, los dejaba como una especie de caníbales elevados a la enésima potencia. Pues aún estos, eran capaces de distinguir a los otros de su misma especie de los animales, pese a poseer una capacidad de razonamiento muy limitada. Supieron que aquel estado en los afectados era momentáneo, no por el hecho de que pudieran llegar a recuperarse en algún momento, sino porque los cuerpos seguían descomponiéndose día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto. Suponían que, de un momento a otro, se desplomarían podridos, estuvieran donde estuvieran y que no volverían a levantarse. Sin embargo, carecían de las herramientas, y de los medios, para determinar cuánto tiempo podían permanecer en aquel terrible estado.

Ignoraban, mejor dicho, estaban convencidos de que no había ninguna cura para aquel mal; realmente estaban desesperados por encontrar una solución para aquella enfermedad pero, ¿quién dice que todas las enfermedades deben tener, sí o sí, una cura?, ¿quién dice que no puede haber una enfermedad de la cual nadie puede escapar?, y lo más importante, ¿quién dice que no puede llegar así el fin de la humanidad, para darle paso a la era de una nueva raza?

La balada de los muertos (Wattys 2019 Horror/Paranormal)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora