ISAAC

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No habían pasado ni veinticuatro horas cuando los susurros y miradas cómplices sobre mi drama de anoche con Krystal ya circulaban por la Academia

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No habían pasado ni veinticuatro horas cuando los susurros y miradas cómplices sobre mi drama de anoche con Krystal ya circulaban por la Academia. Solo un poco más de doce horas y mi prometida y yo éramos las estrellas del drama en St. Marine.
Lo que agradezco es que la persona que se lo haya contado a la mayoría sea un gran idiota, porque no les dijo la verdadera razón por la cual Krys me abofeteó frente a casi todos anoche, o porqué lloraba durante la noche y no se presentaría a los juegos de esta mañana, aunque finalmente decidió hacerlo.

Me vestí con el uniforme deportivo oficial de la Academia para los juegos. A Rumania le tocó ser el que abriera la tradicional actividad matutina, para mi desgracia, yo soy el príncipe rumano, y odio despertarme temprano. Me comenzaba a cuestionar si valía toda mi fuerza de voluntad levantarme para ir a dar ordenes sobre un juego típico de mi país. Eran solamente las siete de la manaña, mi pantalón deportivo, mi camisa con el logo de la Academia y la sudadera verde era lo ideal para hoy. Era una mañana maravillosa y aunque mis animos no estaban en su mejor nivel, iba a ser el mejor representante de Rumania que ha presentado actividad en un día de la semana física cultural en St. Marine.

Me encontraba haciendo estiramientos en fresco césped de la Academia. Hacía un poco de frío, pero el clima no detendría ninguna de las actividades que se tenían preparadas para esta semana. Solo hacía falta que los demás herederos dejaran su cálido lecho y que vinieran a cumplir sus obligaciones. Las primeras dos personas que vi por la mañana fueron Gideon y Carlota. Ambos estaban prácticamente obligados a estar ahí, aunque Carlota tenía otra motivación esa mañana, se veía peculiarmente sexy, pero elegante con unos pantalones deportivos verdes. Nunca dije que Carlota no fuera terriblemente atractiva, solo que hoy lo resaltaba más, y parte de eso era la cadena de oro con la virgen colgando de su cuello y del cual jamás podría ser separada. Reliquía familiar, y los mexicanos son muy sentimentales con esa clase de cosas.

— ¿Listos para el ejercicio? — pregunté.

Gideon solo puso los ojos en blanco antes de tirarse en el fresco césped. Carlota colocó su mano con perfecta manicura en una de sus caderas y alzó una ceja.

— Comienzo a pensar que me arrepentiré de esto — contestó Carlota.

— Igual yo — replicó Gideon desde el césped.

— Par de aguafiestas.

A penas terminé la oración, una horda de jóvenes se vislumbró desde ambos lados del pasillo en el castillo frente a nosotros. Solo las grandes columnas de roca creaban un efecto parpadeante entre las personas. Casi todos los miembros de la realeza y el servicio de todos los países venían hacia mí esperando a que yo les diera entretenimiento y una pequeña idea de cómo son los juegos tradicionales de Rumania.

Carlota fue la primera en reaccionar ante la presencia de todas esas personas. Era su completa área tratar con personas todo el tiempo, desde hacerlas sentir bien o la peor cosa en pisar la Tierra. Ella era la encargada de dar la mayoría de los discursos en la Academia, mayormente porque a ella le gustaba darlos, el poder motivar a las personas es algo que la apasiona inmensamente. Así que ayer por la noche, después de la cena, le pedí amablemente que fuera ella quien diera el discurso de apertura y bienvenida.
No me molesté en darle un discurso escrito para recitar, porque ella simplemente lo habría cambiado a su antojo. Ella era libre de decir lo que quisiera a todos los estudiantes. Confiaba plenamente en sus capacidades.

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