Capítulo 26 "El hola"

2.6K 151 25
                                    

-¿Y qué tal?-preguntó mi madre emocionada.

Me encogí de hombros.

-Normal. Al final se cansó de mí.-respondí como si nada.

Mi madre suspiró exasperada. Odiaba que fuese tan borde. Aunque lo negaba, sabía perfectamente que eso era verdad.

-¿Pero le hablaste bien o se hartó de ti porque respondías mal?

-Bueno...-dudué.-¿Tú que crees?

Se llevó las manos a la cara y se sentó en el sofá. Me dolía verla así por mi culpa, pero no me podía obligar a salir con quien ella quisiese.

-Mira, Andrea, sé que no te gusta socializar con la gente, pero...-fruncí el ceño, pero mi madre ignoró el gesto.-Tienes que intentarlo... Si no, jamás vas a tener amigos.

-Ya tengo amigos.-protesté con los brazos cruzados.

-Bueno, sí, pero pocos.

-Al menos no son falsos. Prefiero tener pocos y buenos amigos que muchos y falsos amigos.-repuse.

-Tienes razón, pero por uno más no va a pasar nada.-dijo mirándome con una sonrisa triste.

Me senté al lado de ella y la miré a los ojos.

-Mamá, sé que quieres que sea más social, pero no puedo cambiar. Así soy, ¿vale? Borde, protestona y enfadica. Por eso casi nadie quiere ser mi amiga, y no voy a forzar a la gente a que esté conmigo, ¿no?-cuestioné.

-No eres borde ni protestona ni enfadica y... Supongo que no.-susurró mi progenitora.

-Por fin lo entiendes.-exclamé.-Por favor, no intentes cambiarme. Tal vez, cuando crezca, empiece a madurar y socialice más...

-Es verdad, cariño, no te tengo que forzar a hacer cosas que no quieres hacer... Lo siento, hija.-se disculpó.

-No pasa nada.-sonreí.

Nos dimos un abrazo y me dirigí a mi habitación.

Empecé a hablar con Laia, pues desde que me había mandado el mensaje, no le había contestado.

“¡Hola! Perdón por no escribirte, estaba muy liada..." escribí. Al poco rato, recibí su respuesta.

“¡No pasa nada! Mientras que no te secuestren unicornios morados malvados, no pasa nada :)"

Me reí y le contesté.

“La verdad es que me han capturado, pero les di polvo de hadas y lo arreglé:)"

Uf, menos mal... Un momento... ¿Desde cuándo pones caritas sonrientes? ¿Quién eres y qué has hecho con mi amiga?"

Reflexioné y me di cuenta de que tenía razón, jamás había puesto ningún emoticono... pensaba que eran una estupidez, pues realmente no estamos poniendo ninguna cara cuando escribimos... ¿Qué me estaba pasando? Sí que estaba cambiando con Rubius y Mangel... Más de lo que pensaba.

Me quité esos pensamientos de encima y seguí chateando con Laia.

“Tranquila, ha sido un lapsus. No volveré a poner ninguna carita."

“¡No! Quiero que pongas caritas, me encantan :3"

“Me lo pensaré... ;)"

“¡He ganado! Bueno, dejando los unicornios morados malvados a un lado... quería preguntarte si mañana puedes quedar:)"

Me lo pensé un rato, y sí que podía quedar, así que le mandé mi respuesta, y ella me contestó con más caritas.

Apagué al móvil y me tumbé en la cama. Cerré los ojos poco a poco y me quedé dormida.

*****

Me desperté sobresaltada por un ruido. Había sonado como cristal rompiéndose. Me bajé rápidamente de la cama y me di cuenta de que me había dormido con la ropa de calle del día anterior. Corrí a la cocina y vi el suelo lleno de, como había predicho, cristales.

-¡Cuidado!-exclamó mi padre.

-¿Qué ha pasado?-pregunté asustada.

-Nada, tranquila, sólo se me ha caído un vaso, no te preocupes.

Suspiré aliviada, pero vi que el pie de mi padre estaba sangrando. Lo señalé sin poder hablar.

Rápidamente, mi progenitor lo ocultó detrás de su otro pie.

-No pasa nada, un pequeño corte.-dijo nervioso.-Vete a hacer la cama.

Me quedé un rato empanada, pero reaccioné y fui a mi habitación. Tras hacer la cama, volví a la cocina y ya no quedaba ningún cristal.

Cogí mis galletas y calenté leche. Eché Colacao y desayuné.

Me vestí rápidamente, pues me había levantado tarde y eran las doce, además de que había quedado con Laia a las doce y media.

-¡Me voy!-exclamé.

Mi padre se despidió con un beso y escuché un débil adiós de mi madre, quien seguía en la cama.

Bajé en ascensor y caminé rápido a un parque cercano de mi casa. Busqué con la mirada a mi amiga, pero no estaba, así que me senté en el banco en el que siempre hablábamos.

Unos minutos después, escuché unos pasos y la voz de alguien a quien llevaba mucho sin escuchar, y un escalofrío recorrió mi espalda.

-Hola, Andrea.

La revolución (ElRubiusOMG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora