Capítulo 8: Primeras horas. Normas y rutinas

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Entraron con prisas, algo nerviosos e impacientes. Ya era oficial, OT había empezado y esos primeros días serían la clave para comprobar la salud del formato, para asegurar que podían captar la atención e interés de la audiencia y no les cerrarían el chiringuito cómo en el último intento... Ricky, acompañada del resto de profesores, fueron entrando a la academia cargando varios documentos sobre los que deberían hablar con los chicos. Recordatorio de las normas de la academia, horarios, funcionamiento de los móviles... Información variada y esencial en esta nueva aventura. Además, debían explicarles un par de novedades y hacer la revisión conjunta de la gala en presencia de todo el profesorado, para poder analizar mejor cada aspecto de la actuación. Sería una primera mañana completita.

Sonó el primer timbre, al llegar a la sala encontraron a los más puntuales ya sentados. Raoul cerca del ordenador estaba pensativo, expectante. Con todo el lío acontecido durante la noche no había dormido demasiado bien, pensando cómo podía rearmar su estrategia carpetil y, sobretodo, con quien hacerlo. A su lado se sentaban Thalia, Nerea y Marina que hablaban sin parar, comentando la gala, sus impresiones, atreviéndose a anticipar las canciones que querían cantar esa semana. El resto de concursantes estaban aún por llegar.

—¡Polluelos! —saludó Ricky al entrar con voz potente, mirándolos directamente visiblemente motivada— ¿Solo cuatro? ¿Y el resto?

—Están viniendo, era el primer timbre —explicó Raoul, muy aplicado él, ganándose la atención de todos los profesores, notando de nuevo aquella mirada intensa.

Siguieron las salutaciones y la conversación amena con los profesores pero Raoul estaba incomodo, como nunca, sintiendo la mirada del profesor canario fija en él, observándolo con una expresión en el rostro que no sabía descifrar ¿Qué le pasaba a ese tío? ¿Por qué le miraba de ese modo? Empezaba a molestarle tanta atención, bajaba el rostro, miraba a todos lados, hablaba con los demás profesores y compañeros, pero no podía ignorarlo, seguía sintiendo aquellos ojos fijados en él. Comprobó el reloj del móvil para confirmar que no estaba loco, no... Aquel tipo llevaba más de tres minutos sin apartar la vista, sin hacer ningún gesto o expresión que delatara su intención. El muchacho se movió un poco en el sitio, inquieto bajo aquel intenso e insistente escrutinio. Eso empezaba a ser bastante creepy, pensó.

—¿Faltaran sillas, no? —escuchó decir a Ricky mirando a su alrededor, como si esperara que una silla pudiera florecer del suelo y arreglar el problema.

—Faltan dos —afirmó Agoney, cerca de la puerta— Ahora las traigo.

—Son más pesadas de lo que parece, que te ayude Roi —advirtió la directora, Roi hizo una mueca de rechazo, odiaba cargar cosas... Odiaba hacer esfuerzos en general... Al notarlo Agoney sonrió, era su oportunidad.

—No se preocupen —dijo colocando la mano sobre el hombro del gallego— ¿Me acompañas, Raoul?

Éste se tensó de nuevo al ser nombrado, desconcertado. ¿Era broma, no? No quería ir con él, no le apetecía nada ir a coger aquella maldita silla y mucho menos si se lo pedía aquel tipo obsesionado. No le gustaba la sensación que sentía cuando él estaba presente, cuando le miraba, la forma en que lo hacía. No le había transmitido para nada una buena impresión. ¿A qué jugaba?

Con una desgana maquillada de actitud se levantó con la mejor sonrisa y caminó hasta su lado, fingiendo. Agoney le devolvió el gesto incrédulo, parecía que era capaz de ver a través de su máscara y eso le ponía muy nervioso, le hacía sentir vulnerable. Sintió su mano en la espalda, guiándolo, marcándole el camino hacia la puerta antes que pudiera pensarlo dos veces, echarse para atrás y volver a sentarse de nuevo en aquella especie de sofá o grada de la sala. Ninguno de los dos dijo nada hasta salir y dejar la puerta cerrada tras ellos.

EL OTRO OT, el que pudo ser y no fue (afortunadamente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora