Un nuevo capítulo

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Era el gran día. Al abrirse las puertas todos los allí presentes observaron a la morena, del brazo de su hijo, y junto a su hermana. Este era su día, el día que llevaban esperando desde hacía más tiempo del que podían recordar.

Regina tomó aire, el corpiño comprimia su pecho al hacerlo, y luchó por ocultar los nervios. Todos estaban pendientes de ella. No, todos no. Miró a su hijo, que con la mirada trató de calmarla, de hacerle creer que todo iría bien, como ella solía hacer con él cuando era pequeño. Entonces recordó que Emma no estaría ahí. Después de todo, de todo lo que lucharon y lo mucho que arriesgaron por la promesa de un final feliz, Emma no estaría ahí para verlo.

Lo último que sabían de Emma es que se fue con Garfio, poco después de que Regina se uniera a Henry en su lucha por el amor verdadero. Emma se fue, y nadie supo nada más de ella desde entonces. Ni siquiera pudo despedirse de ella, pues cuando se enteró ya hacía años de su partida. No sabría dónde buscarla. Pero el dolor que le provocaba su ausencia lo amoriguaba pensar que era feliz. Emma se merecía ser feliz por encima de todo. Por encima de su propia felicidad.

Sin duda, este era un día que querría compartir con ella, porque nada de esto habría sido posible sin su ayuda. Zelena lo notó en su mirada, y por eso cogió su otro brazo, para que su hermana sintiera que realmente no estaba sola, por mucho que deseara que fuera Emma quien la acompañara y no ella. La morena suspiró una sonrisa como respuesta, pero tan grande era el vacío con forma de Emma que había en su corazón, que ni siquiera su hermana podía llenarlo.

Pero no podía dejar que esos pensamientos arruinaran el día, había luchado muy duro para llegar hasta aquí. De modo que cogió aire, levantó la mirada, y caminaron hacía el altar. Allí, Blanca y David esperaban con una amplia sonrisa.

-Me siento tan orgullosa de poder ser yo quien lo haga...- Confesó Blanca con lágrimas en los ojos.

Henry y Zelena soltaron el brazo de la mujer, despidiéndose con una sonrisa sincera. La próxima vez que se abrazaran, sería la Reina de todos los reinos que allí convivían.

Regina mantuvo a ralla su respiración y agarró la falda de su vestido morado para subir los escalones. La cola arrastraba, brillante, y al girarse hacia la gente dejó caer la falda. Muchas cosas habían pasado desde que ella entró por esa misma puerta, en la boda de Blancanieves y el Príncipe, y juró destruir su felicidad aunque fuera lo último que hiciera. Ahora, eran familia. Muchas batallas, lágrimas vertidas, corazones rotos, esperanzas perdidas y encontradas, y sobre todo, muchas aventuras. Ahora sí, tenía claro que este era su lugar en el mundo, rodeada de las personas que la querían y a las que quería...

-Todos están aquí por ti, Majestad...- Aseguró David.

-No, no están todos...- Camufló la mueca de dolor girandose hacia los Encantadores.

Blanca la entendía. A ella también le hubiera gustado que Emma hubiese podido estar allí con ellos. Nunca les enviaba cartas, no sabían como contactar con ella... Era como haber perdido a su hija una vez más.

-¿Aceptas, Regina Mills...- Pronunció el príncipe. -...el cargo de soberana de los reinos unidos que te ha sido ofrecido?-

-Espero estar a la altura...- Respondió la morena, agachando la cabeza en señal de gratitud.

-Entonces, si nos lo permites...-

Blanca abrió el estuche en el que guardaban la corona, fina y plateada, en la que ambas pudieron verse reflejadas y recordar lo lejos que habían llegado desde que se conocieron, provocando la emoción en los ojos de la mujer. Regina cerró los ojos y cogió aire. Pronto sentiría el peso de la corona en su cabeza, y esta vez no tendría a la sheriff a su lado para ayudarla a distinguir el camino correcto.

-Regina Mills... Yo te corono...- Pronunció Blanca.

De pronto, un ruido provocó que todos los allí presentes se giraran escandalizados. Blanca se quedó con la corona en las manos, y ambas con el corazón tan acelerado que podían escuchar los latidos de la otra.

La rubia irrumpió en la sala, casi sin aliento, y de pronto todos la miraban a ella.

-Siento llegar tarde...-

Todos la miraban, sí, en lugar de mirar a Regina la miraban a ella. Este era su día, no el suyo. Lo último que quería era estropearle esto a Regina, pero vino tan rápido como pudo, nada más enterarse, y no podía no estar ahí.

-¿No creerias que fuera perderme esto, verdad?- Avanzó un par de pasos, suspirando una sonrisa, intentando volverlo menos incómodo. Y Regina...dios, seguro que no le perdonaría algo así. Se fue sin despedirse, ni si quiera la avisó... Y ahora aparecía, sin avisar, de ese modo, y con la chaqueta roja sobre un vestido de mercadillo porque era lo único "apropiado" que había podido encontrar en su armario...para una coronación...

-Emma...- Suspiró la morena, una sonrisa en sus labios y lágrimas inundando sus ojos. Una fuerza extraña se hizo con ella, y agarró la falda de su vestido, bajando los escaloncitos y corriendo por el pasillo hacía la rubia. Fue como si todo lo demás no importara, como si solo estuviesen ellas dos.

Emma caminó hacia su amiga también, todavía hiperventilando de la carrera que se había pegado hasta allí. Ambas se fundieron en un abrazo. Regina ni siquiera pudo frenar, tuvo que hacerlo contra el cuerpo de la sheriff, que mantuvo el equilibrio y giró media vuelta con su amiga entre sus brazos. El vestido, pomposo y brillante, bailó en el aire.

-Emma, estás aquí...- Susurró la morena, temblando y reteniendo las lágrimas aferrandose a la rubia. -Estás aquí de verdad...-

-Claro que estoy aquí, Regina... Nunca me perdería algo así...- Aseguró.

Ambas mujeres se separaron, el brillo por las lágrimas contenidas cubría los ojos de la morena, y la rubia luchó por no temblar.

-Lo siento...- La morena se sintió avergonzada. -Es que pensaba que ya no ibas a venir...-

-Siento llegar tarde, Regina... He venido en cuanto me he enterado...-

-¿Y cómo te has enterado?-

-Tengo mis recursos...- Explicó. -Mírate, estás maravillosa...-

-Tú me has traído hasta aquí, Emma... Todo lo que tengo te lo debo a ti...- Aseguró conteniendo las lágrimas de emoción.

-No es cierto, todo esto lo has hecho tú, yo solo te he recordado que eras capaz de hacerlo...- Sonrió y apartó la mirada. -Será mejor que vuelvas ahí...-

-Si...- La morena miró a ambos lados, todos las observaban. -Vamos...- Regina cogió la mano de su amiga y tiró de ella hacia el altar.

-¿Qué haces?- Preguntó nerviosa.

-Vienes conmigo. Tienes que estar ahí.-

-¿Ahí arriba? Regina...- Susurró, muerta de vergüenza. Por no hablar de que tendría que estar junto a sus padres, a quienes no hablaba desde hacía años.

Emma se colocó junto a sus padres y Regina pudo por fin suspirar tranquila. Dejó ir todo el aire de sus pulmones. De pronto se sentía fuerte. La coronaron. Ahora si, todo era perfecto.





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"Siento llegar tarde"Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu