Preludio a la batalla: Ci.

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Hill

De la nada un destello, un presagio. Después aquel domo de energía amarillenta cubrió la arena.

Apenas me podía mover. No era como si tuviese peso extra sobre mi cuerpo o algo parecido. Más bien mis movimientos se habían vuelto lentos, muy lentos. Era como nadar en aguas estancadas.

—Fue mi fallo, lo admito —dijo una voz de pronto—. Pensé que tendría más tiempo.

De una sombra delante de mí, emergió la anciana que había estado en la reunión del castillo hace unos días.

—¿Qué nos hiciste? —murmuré.

Me sorprendí al escuchar mi propia voz. Sonaba como si alguien le hubiera puesto ralentizar a un video. Mis labios tardaban en abrirse y cerrarse y al mover mis manos, note que dejaban una estela. Fue cuando descubrí lo que había pasado.

Magia temporal.

Pero, ¿Cómo? ¿Y porque ella aún puede moverse bien?

De pronto se escuchó un estruendo. Nierya había aterrizado delante de nosotros. Aunque también debía de sufrir los efectos de la magia temporal, se movía con una libertad mayor a la mía. Al mirar a las gradas, me di cuenta que, salvo por el director y el jefe de caballeros, así como una joven junto a ellos, todos los demás se habían paralizado por completo.

En la arena Karla, Tyna y Sarah continuaban moviéndose. Suzanna, por el contrario, se había quedado congelada en la postura que tenía al momento del destello.

—¡¿Ci?! ¿Por qué? —grito Nierya.

—Por qué solo queda esta opcion. Por qué solo puedo hacerlo yo —respondió la anciana. En su rostro se podía apreciar melancolía—. No creo que lo entiendas ahora, vieja amiga. Pero lo harás.

"¿No es así, señor de la tormenta, David Rith, Esbirro de la diosa?

—¿Cómo sabes mi verdadero nombre? —alcancé a pronunciar.

Se suponía que solamente una persona en el mundo lo sabía. Lo que significaba que era muy posible que estuviera confabulada con Xartos.

En vez de contestarme, la anciana dirigió su mirada a los que nos rodeaban, suspirando antes de volver a centrarse en mí.

—Ningún tipo de reacción, ¿eh? Ya lo sospechaba, eso significa que están conscientes de la mayoría y no debo explicar mucho.

—¿Qué hiciste? —le pregunte.

—¡Ci, por favor, expli...! —grito Nierya, dirigiéndose a la anciana.

La maga saco algo de su abrigo y se lo lanzo a la sacerdotisa. En cuanto hizo contacto, brillo con fuerza y al caer al suelo reboto hasta quedar cerca de mí. Era un pequeño cristal de un ligero color azulado.

—¿Qué?

Nierya cayó de rodillas, pálida. Se tocó el pecho, justo donde el cristal había impactado antes y comenzó a toser. Mire de nuevo al cristal. Lo conocía, una vez tuve uno igual en mis manos, aunque de otro color. Pero era imposible que alguien más tuviera uno de esos. No, no uno. Lo que uso antes para crear la magia temporal también debió de ser un cristal.

—¿Cómo conseguiste eso?

—Veo que sabes que son. Él tenía razón, joven tormenta —me respondió Ci—. Veras, una persona que ambos conocemos me enseño como hacerlos y utilizarlos. También como mejorar su eficacia para absorber la energía mágica en medio de una batalla, incluso despojándola de los muertos.

Theria Volumen 4: Los revolucionarios de MirieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora