El hombre en la celda.

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Lo hicieron.

No lo creí posible, desee que fuera imposible, pero ahí estaba, esperando, como si nos dijera que nuestra hora había llegado. Una mole imponente y negra con cuatro enormes ruedas de madera.

—¡Vamos! —grito Suzanna—. ¡Hay que probarlo!

Si, ahí estaba el monstruoso carruaje nuevo.

No sé cómo diablos le habrían hecho, pero lo terminaron en tan solo cuatro días. Increíble.

Al menos esta vez Mifi no lo llevaría, pues nos habían dado dos Helispos, una especie de... ni siquiera sé cómo llamarlos, eran criaturas con seis largas patas terminadas en pezuñas, un cuerpo negro musculoso y cubierto de pelo, una cola reptiliana y un cuello grueso. Su cabeza era simplemente una bola con una boca que la cubría casi toda y un solo ojo sobre ella, así como minúsculos agujeros que servían de oídos. Se veían temibles, aunque eran herbívoros y, según Farenis, corrían mucho más rápido que los caballos.

—¡Voy al frente! —grito Mia, intentado correr hacia la cosa esa. La detuve, por supuesto.

—No, Mia. Solo los idiotas y suicidas van al frente.

—Pero Suzanna y Fili van ahí.

—Si, por eso.

—Entonces tú también ve ahí, Hill —comento Yunei con una sonrisa pícara.

—Que graciosa...

—Desmiéntemelo.

—... Mejor ya vámonos.

Yunei se alejó riendo para cargar provisiones en la bolsa mágica, que le había dado la tarde anterior. Era mejor que la la cuidara, como que a mi podrían robármela en un descuido, no sería la primera vez que pasaba.

Nuestro pequeño intercambio provoco risas en Fedre por alguna razón. Él, su prometida y Rina se habían reunido con nosotros para despedirse, aunque ninguno de nosotros sabía de que hablar.

—¡Vamos, arriba¡ —grito Nierya, mientras se subía al carruaje—- No pierdan el tiempo.

¡Pero si ella fue la que se entretuvo casi una hora despidiéndose de su esposo! Bueno, da igual

—Bueno, pues, adiós —les dije a Rina y Fedre. Aun había incomodidad entre nosotros, pero ya no era tan acentuada.

—Cuídate —me respondió Fedre, dándome la mano.

—Cuídala —dijo Rina, acariciando la cabeza de Mia.

—Sí, pues... nos vemos —me despedí nuevamente, sin saber ya más que decir.

De nuevo podría haber sido un silencio incomodo, pero Mia tomo mi mano y comenzó a tirar de mi hacia el carruaje, donde ya nos esperaban todos. Para mi sorpresa, el grupo de Nerisse estaba también ahí. Digo con sorpresa, porque la mayoría debería estar en reposo.

—Muchas gracias por todo —dijo Nerisse, adelantándose al resto—. Nos salvaron.

—No te preocupes, fue un placer hacerlo —respondí.

—Por favor, tomen esto.

Una de las chicas, con la que no había hablado aun, se adelantó y coloco un bonito broche de madera tallada en mi capa, después hizo lo mismo con las de Yunei y Karla, incluso le colgó un pequeño collar a Mifi con el mismo diseño, aunque se puso nerviosa al acercarse al lobo.

—Son para la buena suerte —dijo—. Muchas gracias por todo y buen viaje.

—¡Muchas gracias!

Theria Volumen 4: Los revolucionarios de MirieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora