4. Perdido

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Elliot POV
Uno, dos, tres, ahí de nuevo. Las sirenas llevaban sonando ya un bueno rato. Simplemente no sabía qué era lo que sucedía; el tiempo pasaba tan lento, tanto que no me percataba de lo que sucedía... o sucedió.

—Tranquilo, Elliot, lo peor ya pasó.

Una voz trataba de tranquilizarme, mas la verdad era que no entendía el porqué. Sentía que me movía sin utilizar los pies, sentía que temblaba sin tener frío. ¿Qué pasaba? Estaba encima de una camilla, eso pasaba, pero, ¿por qué temblaba? Pensaba y pensaba, sin embargo no lograba comprender la razón. Mis manos sudaban; tenía miedo aun sin recordar lo recién pasado. Todavía inquieto, el sueño empezó a apoderarse de mí poco a poco, entrando a éste en no mucho tiempo.

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Mis ojos se iban abriendo lentamente, quedando confundido al ver paredes blancas en vez del color verde cían que llevaba mi habitación. «¿Cómo llegué aquí?» es lo que me preguntaba en aquellos momentos; no lograba recordar del todo. Logré mirar claro después de un rato a lo que pude percatarme de la presencia de mi hermano, lucía feliz aunque preocupado a la vez.

—¿Elliot? ¡¡Elliot!! — Exclamó Ariel con emoción.

—¿Ariel? ¿Qué me pasó? ¿Por qué estoy aquí? — Seguía sin poder recordar claramente lo ocurrido, a lo que opté por preguntarle a mi hermano.

— Espera... ¿no recuerdas? ¿La dulcería?

Justo después de que Ariel pronunciara esas palabras, las memorias de aquel momento regresaron a mi mente cual pareja de adolescentes. Perdí la conciencia en medio, por lo que no podía rememorar por completo lo sucedido. Me encontraba totalmente desorientado.

— ... ¿Abusaron de mí?

—N-no lo s... — Intentó responder Ariel.

—¡Dime! ¡¿Me violaron?! — Grité en extrema duda inclusive frenando la respuesta de mi hermano.

—No lo sé... Lo siento, Elliot.

No pasó mucho para que una médica entrara en la habitación hospitalaria donde me encontraba.

—¡¡Doctora!! ¡¿Qué me pasó?! — Inútilmente intenté pararme de la camilla, sin fuerzas.

—No te levantes, hijo, estás débil ya que apenas recobraste la
conciencia. — Pronunció con un tono calmado y un tanto
tranquilizante. — Hay... una mala noticia, ¿sí? Pero necesito que no te alteres o tu salud podría verse afectada.

—E... está bien. –Aseguré aún con nervios y temor de lo que la doctora podría declarar.

—Abusaron de ti... — Mencionó en una ligera voz baja, y rápidamente las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos; tornándose rojos. — Pero la policía llegó justo en el acto, haciendo posible la captura de aquel hombre. Afortunadamente, no tienes ninguna infección o enfermedad de transmisión sexual; te hicimos estudios.

—Ah... sí... –Dije para mí mismo.

La médica continuaba hablando, aunque no lograba entender lo que decía aunque intentara. No me importaba realmente; sólo era mi pésame y no quería escucharlo.

De nuevo las lágrimas empezaron a fluir por mis ojos, esta vez mucho más, haciendo imposible el frenarlas.

Perdí poco a poco mi oído, también mi vista y conciencia. No me desmayé, de eso estoy seguro, sólo... me perdí. Cuando menos acordé, me encontraba solo y la habitación hecha un desastre. Las plumas de las almohadas estaban por toda la habitación, vidrios por todo el suelo y los cuadros de madera destruídos. Ariel abrió la puerta del cuarto, en su mano traía dos cafés y pastelitos. En su rostro una herida, como una cortada. «¿Lo habré hecho yo?» Pensé.

—Ah, ¿qué... qué pasó? ¿Yo... hice esto?

— Elliot... Tuvieron que ponerte calmantes, ¿estás mejor?

—No recuerdo, Ariel. ¡No recuerdo!

—Tranquilo, tranquilo, todo estará bien. — Me dijo con un tono calmante y tranquilizante — Pasa nada.

— Ah, pero... ¿estás bien? ¿Qué te hice? — expresé con arrepentimiento.

— No importa, ya está bien. — Ariel trató calmarme.

No sé qué hubiera pasado si no hubiese recobrado la consciencia. «¿Qué hice? ¿Qué le hice?» me lo preguntaba, sin embargo mi mente, simple y sencillo, no tenía intenciones de recordar. Realmente me asustaba la idea volver a perderme en mí mismo de esa manera.
Intenté calmarme. Ariel inició una plática de cosas triviales, supongo que para distraerme, y yo cedí a la conversación. Me dio un pastelito y el café, por lo que al menos pude entretenerme un rato, aunque en el fondo seguía con esa asquerosa y para nada agradable sensación que me carcomía. Duramos así un par de horas hasta que decidió darme una bolsa con mis pertenencias de "esa" vez: mi ropa, cartera, celular, y cosas por el estilo.

— Toma. — Me tendió un paquete transparente en el cual se alcanzaba a notar que eran mis cosas. De pronto aquella sensación volvió a apoderarse de mí; me provocaba náuseas.

— Esto... Me siento... un tanto mal. — Abrió el paquete cuidadosamente y tomó mi celular, entonces supe que iba a dármelo.

— Ten, tal vez ayude. — Agarré el móvil y coloqué la clave para así finalmente desbloquearlo. Se suponía que haría algo con él, pero mi mente se quedó en blanco tanto que sólo me le quedé viendo a la pantalla un buen rato. Me sentía mal, sentía asco; sentía demasiado asco. Pronto me percaté de que en mi bandeja de notificaciones había dos mensajes que destacaban de entre los demás.

Para mí
De Roxana/mi Twin: ¿Elliot?
Hola.

Realmente no me encontraba de ánimos para responder, así que, en vez de hacer el esfuerzo, decidí ignorarlos. Me mantuve mirando al techo un rato mientras Ariel analizaba cada movimiento hecho por mí. El sonido de la notificación sonó de nuevo y, al voltear otra vez a la pantalla de mi celular, me pude dar cuenta que era, de nuevo, un mensaje de Roxana.

Para mí
De Roxana/mi Twin: Hey... ¿Te encuentras bien? Perdón si te molesto, hazme saber si lo hago y no volveré a hacerlo. Sólo... quiero saber cómo estás.

No importaba cuánto tratase, seguía sintiéndome con los ánimos por el suelo. Al momento de aplanar el botón de bloquear de mi celular, comencé a sentir un pequeño remordimiento por ignorarla. Ella no tenía la culpa de que cosas malas me hayan pasado. Tuve la sensación de que al menos debía decirle que me sentía mal, que no le hablaría por ahora. Desbloqueé el celular y entré a WhatsApp.

Para Roxana/mi Twin: Mira, yo... lo siento. No puedo hablar, ¿sí?

Apagué mi teléfono y le tendí la mano con mi celular en ella a Ariel. Necesitaba procesar toda la información que había recibido. No podía... simplemente hacer como si nada y ya: algo me lo impedía. Perdido en mí mismo, fue el momento en el que supe que no me sentiría mejor pronto.

Uno Tú y Otro YoWhere stories live. Discover now