1. Un Paraíso Lleno de Mentiras

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Roxana POV
Mi vida había comenzado en un caos; era espantosa. Cada día me levantaba y me preguntaba: «¿Por qué no me maté ayer?». Me levantaba y los dolores comenzaban. Mi familia estaba más que rota, y yo iba incluída. Lo único que sabía hacer era estar postrada en la cama de un hospital. Y esto lo aprendí hacer desde los cuatro años. Claro, que yo recuerde. Empeoraba y empeoraba.

Pero como siempre dicen; luego de una pesadilla viene el duende de los quesos a levantarte el ánimo. El duende del queso llegó cuando lo conocí a él. Tan hecho papita frita como yo. La diferencia era que vivía lejos de mi hogar. Muy lejos. Tanto millas como kilómetros. Su nombre era Elliot y el mío era Roxana. Éramos como papel mojado. En cualquier momento nos podíamos deshacer, hasta con el aire.

Tenía mi pareja y él la suya, pero, la verdad no parecía que les importáramos. Me gustaba más desahogarme con Elliot. Con él hasta podía insultar a mi pareja. Todo era más sencillo con él.

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Para Elliot: Elliot, hey, ¿estás vivo?

Llevaba un buen rato sin responder, lo solía hacer pero yo seguía sin acostumbrarme. Muchas veces desaparecía en momentos cruciales. Como ahora. Si muero no podré despedirme.

Para Elliot: Elliot.
Elliot.
Elliot.
Elliot.
ME
SIENTO
MAL.

Comenzaba a marearme. Esto se volvía rutina de todos los días.

Para mí
De Elliot: ¡¡Roxana!! Perdona, estaba en el cine. Dime, ¿qué sucede?

Ya no pude responder, sólo me quedaba dejarlo en visto.

Para mí
De Elliot: ¿Roxana? ¿Roxana? Dime que no te desmayaste nuevamente. :(

Sus mensajes caían y caían. No lograba desmayarme completamente. Escuchaba todavía, y miraba borroso. Mi cuerpo no había consumido nutrientes en varios días. A mi novio no le agradaba verme gorda, y lo amaba, así que hacía hasta lo imposible. Dejé de comer. Según los exámenes tenía Anorexia. Ya no quería ni ver la comida; me daba asco.

Y otra vez volvía a caer. «¿Por qué no me llevas ya? Me tienes sufriendo, es injusto. ¿Qué hice mal?»

Todo daba vueltas y vueltas, y unos brazos me rodeaban.

—Tranquila, tranquila. Estás bien, sólo es un bajón de azúcar, co-
me. — Me decía la enfermera.

Mi madre no se hacía mucho cargo de mí; decía que tiene miedo que algún día muera en sus brazos.

—No, no quiero, estoy bien...

—Oh, vamos, no lo estás. Si sigues así te matarás. Tanto te quejas de los dolores cuando eres tú la que los causa. — La morena me sostenía en sus brazos mientras me regañaba.

Me agarré de sus hombros y me acerqué a su rostro.

—¡Entonces mátame! No hay otra elección, vamos, ahí hay una jeringa. Inyéctame algo, no sé. Pero hazlo.

—No seas estúpida, ¿sabes qué significa eso? Mira... — Levantó su mano para enumerar lo que diría. — adiós novio, adiós hermana, adiós mamá, adiós Helen, o sea yo, dudo que quieras dejarme atrás, muñeca, ah, y al parecer... adiós a ese amiguito nuevo que tienes. ¿Cuál es su nombre?

—Elliot... — Logré susurrar.

—Elliot; sí, adiós a él también. — Levantó sus hombros. — Así que, ponte bien para poder tener una amistad sana con él.

Me dejó en la cama y golpeó mi hombro suavemente.

—Te traeré un dulce y un descafeinado para una chica descafeinada.

Uno Tú y Otro YoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon