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María ya sentía una presión en el pecho, la última carta era de 1943 y ya era 1945, la guerra había terminado pero ni noticias del paradero de su esposo y padre de sus hijos. No aceptar la realidad del asunto y que había perecido junto a tantos soldados caídos.
Alfred no tenia experiencia en el campo de batalla.
Dio un pesado suspiro sosteniendo entre sus manos la imitación de aviadora que se había comprado días antes de tener que ir a combatir a Europa, aún después de tantos años tenía su aroma, retrocedió un par de pasos maldiciendo al estadounidense por no mandar esas cartas que devolvían el latido a su corazón, dulces palabras que llegaban a lo profundo de su subconsciente despertando cálidas lágrimas que rodaban por sus mejillas producto de los recuerdos.
Se caer sobre el sofá, ambos niños dormían y podía darse el lujo de quebrarse al menos por este momento, necesitaba tenerlo devuelta. Demasiado.

Quería al Alfred que sin proponérselo era tan buen padre.

El que le molestaba con sus payasadas a la hora de la comida.

El que se aparecía a sus espaldas cuando estaba cocinando y la abrazará con dulzura.

Necesitaba a su Alfred.

El sonido de la puerta a altas horas de la noche le hizo pensar que sería su hermana para hacerle compañía, no eran necesariamente unidas pero ahora con todo lo que estaba ocurriendo agradecía tenerla cerca.
Dejó la aviadora a un costado del sofá y asegurándose de que el rastro de las lagrimas apenas se notaba sonrío como Alfred se lo había pedido, en múltiples ocasiones le había recalcado que su sonrisa era la más brillante que había visto en su vida, un montón de palabras lindas que lograban llegar a su corazón pero que poco a poco iba perdiendo la esperanza de escuchar estas palabras otra vez. Pero nada la prepararía para lo que sucedió, al abrir la puerta retrocedió sin creer que ese fantasma fuera real. Su corazón acelerado no podía creerlo, era el, con su cabello ligeramente más corto sucio y enmarañado, una cicatriz que sanaba en el mentón y ese andar vacilante producto de un cojeo en su pierna derecha a medida de que se acercaba.

--- A-Alfred... ---lleva sus manos a la boca negando repetidas veces con la cabeza, no creía, no podía...--- T-tu estas...

El fantasma sonrío con las lágrimas recorriendo sus mejillas murmurando un leve "my love" y un "I'm back" todavía pensando en que no era real, que yo estaba en casa junto a la dueña de sus pensamientos los últimos cinco años.
No tardó en rodear su cuerpo bajo un abrazo que había tardado un tiempo.

Allí en su pecho María lloraba de la alegría de tenerlo devuelta, pronto ni ganas tenía de golpearlo por este nuevo sentimiento de plenitud. Tantas veces que había fantaseado con ese escenario que le parecía irreal que el mismo estuviera protegiéndola entre sus brazos, pronto toda esa angustia que sentía se esfumó como una hoja impulsada por el viento perdiéndose a la distancia, poco a poco la calidez volvía solo escuchando sus palabras.

--- sorry ---limpio las lágrimas que se le escaparon--- sorry, sorry sorry sorry

Le golpeó el pecho aprovechando que tenía sus manos allí pero Alfred falló en su intento de evitar el llanto, tomó el rostro de la venezolana entre sus manos repartiendo un montón de besos desapareciendo sus lagrimas.

--- mi última carta

Acariciando una de sus mejillas con la zurda busco en sus bolsillos en trozo de papel bastante arrugado, María respiro intentando calmar el alocado latir de su corazón tomando aquel papel entre sus manos.

"Miss you"

Dejó caer la carta al suelo para rodear el cuello del contrario con sus brazos y darle un beso que espero por años.

Aunque nunca lo mencionara en una carta.

Cartas de un estadounidense a casa『USAVene』 Where stories live. Discover now