-¿Has vuelto a tener otra pesadilla, no? -No contesto. En vez de eso asiento con la cabeza, soltando sin querer un pequeño sollozo, delatándome a mi misma.- Ven aquí. -me dice abriendo sus brazos desde el colchón.

Corro hasta él y me acurruco entre sus brazos, sintiendo como estos me rodean. E instantáneamente dejo de llorar, como si eso fuera todo lo que necesito para estar bien.

-Lo siento. Enserio, no quería que te despertaras, no se por que he venido.

-Tranquila, me gusta que lo hayas hecho. -dice dándome un beso en la frente. Cierro los ojos y siento su corazón latir, ya que tengo justo la cabeza en su pecho.

-Esta era diferente. -digo refiriéndome a la pesadilla.

-No hace falta que hables de ello si no quieres.

-Antes de explotar el coche, yo... -debato entre acabar la frase o no. Eros no dice nada, animándome a que continúe.

-¿Tu qué? -pregunta finalmente.

Aclaro mi garganta.

-He dicho que te quería. Y yo... -No lo digas Reese. Es tarde y es normal sincerarse a estas horas. Pero mañana te arrepentirás. ¿No hace ni un minuto que estás segura de que le quieres y ya vas a decírselo? No seas estúpida.- Te quiero, Eros.

Oh mierda. Lo he dicho. Muy bien Reese.

Eros no contesta. Cosa que me extraña, siendo él. Pero tampoco espero que lo haga, quiero decir, son aproximadamente las cuatro de la mañana y lo he despertado para soltarle un bombazo como este. Aún que no estaría nada mal que lo hiciera, así mi situación sería un poco menos triste.

-No hace falta que digas nada. -digo en voz alta para tranquilizarle.- No quiero que digas lo mismo ni que me correspondas, sé que piensas que soy una niña porque nos llevamos unos cinco años y soy una inmadura, que somos de mundos muy diferentes, que siempre andamos peleándonos, y que probablemente sólo sea atracción lo que sientas hacia a mi, pero quería que lo supieras porque...

Soy interrumpida por sus labios estampándose contra los míos. Estoy a punto de responderle cuando se separa de mi y me mira a los ojos, apartando un mechón de pelo de mi cara. Está apoyado sobre un brazo y el otro lo pasa por mi cintura. Yo quedo tumbada boca arriba, con mi cabeza sobre el colchón, algo sorprendida.

-Mira, Russell, no voy a decirte que te quiero porque no se como se siente. Recuerdo que quería a mi familia cuando era muy pequeño, y que también quiero a los pocos amigos que tengo, pero no siento lo mismo por ti. Es muy diferente y te juro que es acojonante, porque no se, nunca me había pasado antes. Solo quiero que no pienses que vas a dejar de importarme o que solo eres una especie de entretenimiento por cosas tan estúpidas como esas porque te aseguro que no es así.

Sus palabras hacen que me ponga nerviosa y no puedo evitar sonreír. Creo que con eso es más que suficiente.

-Esto es muy raro. -digo riendo. Es el mismo Eros Douglas quien acaba de decir eso. Espero no estar soñando otra vez porque entonces si que lloraría de verdad.

-Lo sé. Cuando te conocí no te soportaba. Aún hay veces que no lo hago, pero algo ha cambiado.

-Sí. Yo te odiaba. -contesto.

-¡Oh, vamos! Sabes que eso es mentira, seguro que pensaste: oh dios, que bueno está, voy a hacerme la interesante pretendiendo que no me gusta. -dice intentando poner una voz femenina y fallando.

Mala influencia®  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora