20. La información

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Resumen de la nota 8 del expediente, parte 1.

Si bien Gabriel está probablemente en la encrucijada de su vida, las ansias de respuestas le ganan a las dudas y precauciones. Decide aceptar la invitación de Lari.

Cogió con fuerza el picaporte y entró.

La habitación era de una blancura extrema e intensa que hacía difícil distinguir la unión de las paredes con el techo y el suelo. Mientras intentaba aclarar la sensación de deja vu que lo invadía, la especial característica de la sala hizo que se tambaleara un poco, perdiendo el equilibrio.

Lari lo notó de inmediato y le acercó una silla

—Siéntate, por favor, ya te acostumbraras a la falta de perspectiva y profundidad.

A lo que Gabriel obedeció confundido, pero agradecido al mismo tiempo.

Lari cogió la otra silla que antes no estaba allí y la colocó frente a Gabriel. Se sentó y realizó todo el proceso sin haber dejado de sonreírle. Lari inspiraba confianza.

—¿Y ahora qué? —empezó Gabriel— ¿Qué es todo esto? ¿Qué es este lugar?

—Hay muchas cosas que no puedo decirte por ahora y otras tantas que nunca podré hacer, pero quiero que entiendas que todas las respuestas que te incluyan intentaré ponerlas a tu disposición lo más claro posible.

—Creo que podrías empezar a explicarme... ¿algo? —dejó morir la frase y un dejo de súplica podía percibirse en el tono.

—¡Siempre tan optimista! —rio Lari— ¿De verdad crees que con "algo" será suficiente? ¡Tengo que explicarte el universo entero!

Gabriel intentó objetar, pero fue interrumpido jovialmente por Lari.

—Deja, deja, era una broma. Ya sé a lo que te refieres. Es que el lenguaje es tan limitado que las perlas de la ironía me agradan muchísimo. Perdona.

—Vale —musitó Gabriel completando lo dicho con un mohín de disgusto—, podrías empezar por contarme qué es lo que me está pasando o de dónde me conoces, por ejemplo.

—Te podría decir que nos conocimos el año que viene, pero eso solo aumentaría tu confusión.

Gabriel sonrió amargamente, mientras negaba con la cabeza.

—No lo asegures —dijo encogiéndose de hombros —, porque esta semana es la segunda vez que me dicen una incoherencia de ese tipo.

Lari no ocultó su sorpresa.

—¿Qué dices? Lo de que es la segunda vez, quiero decir.

—Fue durante una de mis pesadillas. La voz de un niño, aquí, en mi cabeza —aclaró Gabriel, llevándose el índice a la sien— y fue lo que dio impulso a mi decisión de visitar a un loquero.

Lari asintió como haciendo un gesto de comprensión.

—Bien, ya retrocederemos sobre tu línea temporal para poder sacar provecho de ese encuentro. No voy a negar que me preocupa, ya que pensé que en esta secuencia él no había podido contactar contigo —dijo con tono de duda.

—No te entiendo. De verdad. ¿Quién es él? Como que no empieces a explicarme algo ahora mismo... —esta vez la finalización sonaba a franca desesperación.

—Tienes razón. Vamos a ello. Todo proceso de explicación pasa por un estado de comparaciones contra algo conocido. Se necesita el mismo sistema de referencia y puntos en común, de lo contrario, cualquier intento de explicar nada es inútil. ¿Me sigues?

Gabriel asintió. Estaba convencido de que seguía el razonamiento, aunque no podía evitar echar furtivas miradas a su alrededor desconfiando del entorno. "¿por qué es todo tan blanco?"

—Entonces, tú tendrás que hacer un esfuerzo por comprender y yo tendré que pasar por alto ciertas partes de la explicación, ya que es muy difícil explicar a alguien el concepto de algo de lo que carece, como no le puedes explicar a un ciego de nacimiento la diferencia entre los colores basándose en su definición. ¿Entiendes? Le podemos decir al invidente que los colores son a la vista lo que las distintas rugosidades son al tacto, pero...

—Entiendo. No es lo mismo. Entiendo.

—¿Entiendes? Bien. Te estoy diciendo que no hay forma lingüística capaz de comunicar ciertas experiencias. O las tienes o las vives o las sufres o como llames a lo que te cause la experiencia, pero sin ella nunca lo entenderás. ¿Entiendes que intentaremos salvar ese obstáculo, pero que cuando no podamos hacerlo intentaré que tengas la experiencia?

Gabriel la miró fijamente. "¿Tengo otra opción acaso?", pensó. Decidió expresarlo en voz alta.

—Mira. Lo entiendo. Mi cabeza da vueltas, se expande, se contrae y escucho voces. Me aferraré a cualquier explicación coherente que quieras darme y que justifique lo que me está pasando.

—¡Muy bien! ¡Empecemos, entonces! —dijo Lari frotándose las manos— Lo que tú denominas materia o mundo físico no es como lo percibes ya que tus sentidos no están capacitados para percibirlo tal cual es el mundo, tal cual es la realidad. Tus sentidos te obligan a vivir inmerso en una interpretación de la materia que es incompleta, confusa y, por lo tanto, irreal.

—Si, ya lo sé. Filosofía. Lo mismo que tú, ¿no? —agregó Gabriel con la intención de acelerar la introducción y llegar al punto en que hablara de las voces y los dolores de cabeza.

—No, no es así en mi caso —dijo Lari totalmente seria mientras lo miraba fijamente.

—¿Por qué? ¿Es que no eres de este mundo? —dijo Gabriel sonriendo inocentemente.

—A ver..., ya que lo mencionas y estrictamente hablando, no, no lo soy —Lari no dejaba de mirarlo y a Gabriel lo comenzaba a incomodar la fijación con que lo hacía.

—¡Bueno! —exclamó Gabriel acomodándose en la silla.

—Soy la representación de una conciencia que pertenece a un nivel dimensional varias veces superior al tuyo —declaró Lari a bocajarro, con el rostro inmutable.

—¡Ahora sí que la has cagado! —Gabriel se puso de pie junto con la exclamación—, bueno, debo irme y buscar un psiquiatra urgentemente y, por lo que estoy oyendo, creo que lo necesito ya mismo. Quizás no sería mala idea que tú me acompañes, tal vez consigamos un descuento por cantidad, un 2x1 o algo así.

Lari quiso detenerlo intentando ponerse de pie, pero Gabriel la detuvo apoyando las manos sobre sus hombros y obligándole a permanecer en la silla, mientras buscaba con la mirada la puerta por donde había entrado.

—¡No, no! No te molestes. ¡Solo indícame dónde está la puta puerta! —casi gritó cuando el pánico comenzó a invadirlo, al percatarse de que la puerta había dejado de existir.

—Cálmate. Te pido por favor que me escuches. Programar estos encuentros es muy complicado. Y sé que se nos están agotando las secuencias manejables, además tú mismo me has dicho que el niño ya ha entrado en contacto contigo.

Gabriel titubeo. Luchaba por controlar su respiración y sentía galopar a su corazón a un ritmo alocado.

—Concédeme unos minutos..., por favor —la expresión en el rostro de Lari terminó por doblegarlo.

Volvió a sentarse apesadumbrado. Quizás no podía sacarse de encima a la rubia. Quizás no debería usar la cortesía. Tal vez ya era hora de empezar a dar las hostias correspondientes. "¡No!" pensó inmediatamente. "Lo peor que puedo hacer es convertirme en un loco violento" Esperaría. Estaba convencido de que había perdido la cordura y no podía perder nada más.

—¿Estás listo para escucharme? ¿Puedo volver a intentarlo? —De pronto, volvía a inspirar confianza y su rostro había perdido cierta dureza.

—Sí. Adelante —dijo Gabriel mientras se sentaba y cruzaba sus brazos. No se animó a demostrar la indignación que sentía de ninguna otra manera.

EsquizofreniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora