Mattia, era esa especie de primo con el que nunca me había tratado como tal, desde que tenía uso de razón había sido mi hermano y mi mejor amigo, sobre todo desde que había comenzado a salir con Dan, mi mejor amiga.

Mayor sólo por un año, Matt, debía reconocer era bastante atractivo, medía más o menos un metro ochenta; sus ojos eran de un café penetrante y su cabello era una mezcla de castaño y rubio; el prototipo perfecto de muchas descerebradas de Kappa, él un Beta estaba supuestamente destinado a una de ellas, pero para mi gran gusto y regocijo no fue así.

Y es que, antes de enamorarse de mi amiga, era un completo idiota con las mujeres, básicamente un mujeriego sin remordimientos, pero cuando Dani apareció en su mapa amoroso y fue la primera chica en rechazarlo en la Universidad y, peor aún en toda su vida terminó por caer rendido a sus pies, aun cuando nuestro trato lo prohibía tajantemente.

– Por favor dime que esa no es la polera de un pobre idiota que cayó en tus redes anoche. –Sonreí y a la vez terminé completamente sonrojada. Odiaba el hecho de que sin preguntar supiese todo.

Así era siempre, Matt me conocía mejor que nadie sin que pudiese evitarlo.

– Tú sólo limítate a alimentarme. Mi estómago está rugiendo. –Meneó la cabeza y me ofreció una rebanada de pan. Acepté encantada, porque si había algo que me subía el ánimo era comer. Tomé el cuchillo y unté el crujiente pan con mermelada de moras, mi favorita.

– ¿Era mucho sacrificio esperarme, pobres hambrientos? –Cruzada de brazos en el umbral de la puerta estaba Dan con una polera de Matt que le cubría, digamos lo básico.

– ¡Dios mujer tápate! ¡Es horario familiar! –Dije en lo que le lancé un cojín y mi amiga me lo devolvió enseguida para unírsenos en la cama de un salto.

Así era todo desde hacía más o menos 3 años, desayunos en la cama preparados por Matt, y Dani prácticamente viviendo con nosotros en verano aun cuando su casa estaba al frente de la nuestra.

Matt por otro lado, vivía conmigo desde más o menos los 5 años cuando su madre, Gina, murió de una grave enfermedad. Ninguno de los dos recuerda con exactitud cómo sucedió todo, sólo recordamos a Baldo, su padre, yéndose a Lombardía días después del funeral cuando Matt prefirió quedarse aquí y no viajar con él. Mi primo a sus 5 años nos había preferido a nosotros como su familia antes que, a Baldo, con quien a pesar de ser padre-hijo no tenían una relación como tal por el exigente trabajo del primero.

Y así fue desde ese entonces, mis padres adoptaron a Matt como un hijo más y él hasta el día de hoy sigue visitando a Baldo unas cuantas veces al año, porque como él mismo dice, sólo tiene la fortuna de tener dos padres.

– Ahora que he alimentado a mis dos mujeres favoritas creo que es momento de volver a la cama. –Le miré riendo, ¿En serio?–. Córrete y dame el lado, mi cabeza va a explotar si no cierro mis ojos ahora ya.

Miré a Dani, quien meneó la cabeza. –¿Por qué me miras? Es tu familia, no la mía...

– ¿Saben que los odio? –Asintieron sonrientes–. Termino mi sándwich y te dejo dormir todo lo que quieras.

Me recosté a un lado de Matt a mirar la nada. –Eso va a ser prácticamente toda la tarde... –Respondió mi amiga y Matt asintió.

Dani tomó el pote con fruta y se recostó al otro lado de mi primo para intercaladamente comer ella y luego darle una cucharada a mi primo. –Son repulsivamente adorables, sépanlo. –Ambos rieron en lo que mi estómago se revolvía ante tal escena empalagosa.

Cuando Matt había decidido irse a su habitación, porque mi cama no era lo suficientemente cómoda para él, decidí que era momento de levantarme y darme una ducha para comenzar el día de una vez por todas.

Demonios: Mi Error FavoritoWhere stories live. Discover now