Capítulo III

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Ya me las pagaría.

Llegamos al salón de eventos y cuando digo que me sentí como si fuera una de las cantantes de Weird Sisters es porque ¡Literalmente así fue! La limosina aparcó justo en la entrada, donde había una gran alfombra de color rojo brillante. Afuera había un centenar reporteros, todos ya con sus micrófonos y camarógrafos listos para tomar nota del momento. También había mucha gente que iba llegando. Los hombres llevaban tuxedos carísimos y las mujeres vestidos largos y elegantísimos.

Un valet parking se acercó y abrió la puerta de la limosina, la primera en bajar fue tía Ginny, seguida de tío Harry quien la llevo se brazo. Mi madre y mi padre fueron los siguientes, alguien les hizo una foto y se fueron abrazados. Lily, Albus y James bajaron, los dos tomaron a su hermana del brazo y siguieron el mismo camino hacia la entrada, por último, bajamos Hugo y yo quien me llevó de brazo.

Entramos al salón y todo lucía tan elegante y distinguido. Las paredes eran de color blanco estilo victoriano. Del techo colgaban los más grandes y hermosos candelabros que jamás hubiera visto. Eran tres y el más grande colgaba del centro, todos de cristal cortado. Incluso se podía oír un ligero repiqueteo causado por la brisa que entraba desde las puertas del salón. Había alrededor de unas 30 mesas con manteles dorados Shantung de Seda con sillas cubiertas de tela Razo color blanco y centros de árboles sin hojas decorados con cristales colgantes de las ramas, como si fueran sauces llorones. Los meseros iban y venían con charolas y preparativos, otros iban llevando a los invitados a sus mesas. Uno de ellos nos llevó hasta la mesa de enfrente, en el mero centro.

Tía Ginny sólo se sentó por unos diez segundo antes de levantarse e ir a saludar a los invitados que iban llegando. Hizo el recorrido en todas las 30 mesas cuando todos estuvieron presentes.

Cuando terminó, llegó la hora de su discurso. Era lo más emocionante de la noche, yo hubiera estado hecha un mar de nervios en seguida pero mi tía se veía calmada y entusiasmada. Estaba claro que como anfitriona era excelente.

—Buenas noches a todos ustedes. Agradezco la asistencia del Primer Ministro de Inglaterra —tía Ginny hizo un asentimiento al aludido mientras decía su nombre y así fue diciendo a siguiente número de personas importantes que estaban en la velada— a mí esposo Harry Potter, mis tres hijos: James, Albus, Lily, a toda mi familia y a todos ustedes que pudieron asistir hoy a la gala en conmoración al Editorial: El Profeta.

Tía Ginny siguió hablando con tanta pasión. El salón se sumió en silenció, únicamente se oía el chasquido de las cámaras al tomar fotos. Nadie se atrevió ni siquiera a moverse de su asiento, ni siquiera para darle un sorbo a sus copas de champagne o para acomodarse la servilleta en sus regazos. Todos los Weasleys estábamos muy orgullosas por lo que estaba haciendo tía Ginny, tanto que pude ver como algunos se les llenaban los ojos de lágrimas. Mi abuela, mi madre y tía Angelina se limpiaron algunas lágrimas. Yo no lloré, pero si sonreía.

—Los invito hacer un brindis —todos alzaron sus copas, yo tuve que alzar una llena de agua porque mi padre y mi padre no me dejaron beber alcohol—, porque nunca nada es causa perdida, todo tiene solución, porEl Profeta —todos repitieron la última palabra y dieron un sorbo.

Vi como James me lanzaba una mirada burlona porque a él si lo había dejado tomar por ser mayor de edad.

—Muchas, muchas gracias —sonrió tía Ginny—. Ahora los invito a tomar a su pareja y llevarla a bailar en los que llega la cena —dio un último agradecimiento y se fue a reencontrar con nosotros, seguido por un coro de aplausos.

Tio Harry llevo a su esposa hasta la pista de baile seguido de mis padres y de las otras tantas parejas que se levantaron a bailar. Los primos nos quedamos en nuestros lugares, un poco abochornados de ver a nuestros padres bailar vals.

Sadness AugustWhere stories live. Discover now