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–¡Vaya, Soyoung! ¿tú sola comerás todo eso?

   El alimento en manos de la mencionada quedó en la entrada de su boca, ni un poco más o menos. Lo ubicó de vuelta en el recipiente mientras tomaba una profunda respiración antes de dar su respuesta, cosa que la chica de cabellos negros ya había hecho.

–¿Y qué si lo hace? –siguió bebiendo del té helado mientras observaba con la mayor tranquilidad del mundo a la persona que decidió hacer la pregunta e interrumpir su almuerzo.

–Estoy hablando con ella, linda ¿eres su guardaespaldas o algo por el estilo? –Nuevamente se escucha una voz demasiado aguda para el gusto de las dos jóvenes en la mesa.

–¿Y tú su mamá, para decirle qué puede o no hacer? –respondió con sencillez y prosiguió a utilizar los utensilios para tomar la comida en la bandeja.

–Chaeyeong... –susurró la muchacha que se había mantenido en silencio, seguidamente enderezó su cuerpo y giró para estar cara a cara con la ya conocida chica–. Sí, Hyera, comeré todo yo sola y no tiene que ser algo de tu incumbencia.

–Después de todo tiene sentido el que las personas comenten tanto acerca de tu peso, Soyoung –dejó salir una corta e irritante carcajada–. Pero bueno, ¡disfruta tu comida!

   La más baja abandonó el lugar contoneando sus caderas de forma exagerada, creyendo que por alguna extraña razón era algo atractivo.

–Ella realmente es un dolor de trasero, necesitas decirle las cosas necesarias –volvió a hablar la pelinegra mirando de reojo a su amiga.

–Sabes que prefiero no hacerlo.

–Y yo tampoco quiero insultar a cada uno de los idiotas de mi clase, pero hay cosas que simplemente deben hacerse –habló con una ligera sonrisa asomando en sus labios.

–Por eso te quiero –le devolvió el gesto y retomaron la tarea principal.

–¡Pero no te voy a durar toda la vida, eh!

–Ya, ya, no empieces con cosas como "tienes que aprender a ser mala con las personas, Soyoung". –hizo una imitación de las palabras de su casi hermana, y finalmente le dio un gran mordisco a su preciada hamburguesa.

–¿Eso tiene aguacate? –soltó con sorpresa.

–¡Mhm! –esperó que hubiera sonado como una respuesta afirmativa, cogió una servilleta y la acercó a su boca mientras masticaba.

–Diablos... gracias a los dioses que sólo nos quedan... ¿dos horas de clases? –preguntó la de piel blanca y cabello ondulado poseedor de un color tan negro como la noche.

–Dos para ti y una para mi. –la morena rió después de verla rodar los ojos.

—Recuerda que iremos a la tienda de instrumentos antes de volver a la universidad, mi bajo necesita con urgencia unas cuerdas nuevas.

   Ambas disfutaban de la hora libre, pues era cierto que estudiaban carreras diferentes pero en reiteradas ocasiones lograban coordinar sus horarios.

–¡Pero yo podría entrar a la librería cercana! –exclamó con rapidez, después lo pensó y habló una vez más de manera calmada–. Podría no, quiero y voy a entrar a la librería.

–Bien... –la miró cuestionante–. Intenta comprar algo que no tenga que ver con cosas sobrenaturales ¿si?

–No prometo nada. –una diminuta y extraña risa salió de la más pequeña, causando otra mirada de la pelinegra, esta vez como si estuviera cansada pero al mismo tiempo acostumbrada a su comportamiento.

[Conviction • JK]Where stories live. Discover now