Una escritora de novelas románticas que le huye al amor... Irónico, ¿no?
¿Cómo se puede vivir la vida cuando sientes un vacío? ¿Qué pasa cuando te rompen el corazón y luego te quedas... sola? ¿Puedo seguir mi vida como si nada? No sé y de igual form...
No culpen a una chica por querer iluminar sus días viendo unos buenos pectorales.
— ¿Cristal? ¿Me ayudas?
Ah, también está Gregg. No tuve más remedio que suspirar y aguantarme mi odio, junto a las ganas de golpearlo. Vine para ayudar a los chicos a elegir sus trajes ya que las chicas no confían en sus sentidos de la moda, no las culpo ya que Ian quiere usar un traje con cola de pingüino, lo siento por él porque eso no pasará. ¡Sobre mi cadáver! Así que, esa es la razón por la que estoy anudando la corbata de Gregg por... ¿Quinta vez?
— ¿No puedes hacerlo tú mismo? —pregunté en voz baja para que Nicolás no viniera en plan hermano sobre protector y quiera matar a Gregg... De nuevo.
—Ya te dije que no sé hacerlo —respondió cansando.
— ¿Cómo usas trajes con corbatas para las reuniones importantes? ¿Quién te hace el nudo? ¿Tu novia? —maldije internamente por esa última pregunta.
—Lo hace mi mamá, como la buena madre que es...Luego de gritarme por molestarla cada maldita vez con lo mismo —reí suavemente al imaginarme a Alaska gritándole— Tienes una hermosa risa.
¿Soy la única que mira un gran letrero de peligro en su cabeza?
—Gracias —respondí, atreviéndome a subir la vista a sus ojos.
— ¿Recibiste mi mensaje? —hice una mueca.
—Sí, lo hice... —Soqué el nudo a propósito, recordando el estúpido mensaje de dos simples palabras en mayúsculas —Y no, no te perdono.
Me di la vuelta dejándolo solo y tosiendo por haberlo ahorcado. Maldito hijo de... No, que Alaska es buena persona y una mujer con mucha dignidad. Pero es que Gregg... ¡Me exaspera!
Por favor, necesito salir de aquí.
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¡Maldita seas Cristal!
Le pasé mi tarjeta de crédito a la cajera con vergüenza. No puedo creer que las chicas hayan arruinado un vestido... ¡Un vestido de Vera Wang! Si tratan de que me suicide, lo están logrando poco a poco. Saque mi teléfono y le marque a tío Lucas. Este hombre me las pagara... literalmente.
—Hollie de mi...
— ¡Hollie de mi nada! —le grité, interrumpiendo su apodo hacia mí. No estoy de humor para los apodos lindos de mi tío— Me debes cinco mil euros más otros tres mil por daños psicológicos causados por tu dulce hija y tu sobrina la malvada.
— ¿Tan mal están las cosas? —preguntó preocupado.
— ¿Quieres saberlo? Averígualo tú mismo, Lucas Hamilton.
Colgué la llamada, más que furiosa y con un terrible dolor de cabeza. Dios... Acabo de gritarle a mi tío igual que tía Lucy lo hace. Mamá no estará orgullosa de mí.
