•22: "Que cruel eres"

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Imaginé muchas veces nuestro siguiente encuentro luego de la partida de Yuuri. A veces imaginaba que correría a tus brazos, llenaría tu rostro de besos y dejaría ir cualquier mal que me hayas hecho. Otras veces, amanecía duro de mente y me decía que si te viera, lo que recibirías son todas esas duras palabras que se alojaban en el fondo de mi conciencia, todos esos reclamos que se iban sumando y sumando cada momento que no estabas conmigo.

Ah~ Yuuri, porque todo se hizo tan complicado.

Luego de mi declaración de aceptar la invitación de la federación para patinar en el Gran Prix, me centré de lleno en entrenar mi técnica hasta realizar mis saltos rozando la perfección, crear nuevas coreografías en base a todos los sentimientos r...

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Luego de mi declaración de aceptar la invitación de la federación para patinar en el Gran Prix, me centré de lleno en entrenar mi técnica hasta realizar mis saltos rozando la perfección, crear nuevas coreografías en base a todos los sentimientos retenidos en mi interior.

Yakov y Lilia me acompañaron tanto en mi dolor, como en mi progreso, con ojos determinados como los que poseía mi mirada cada vez que entraba por la puerta de la pista y del estudio de baile. Pero también sus miradas estaban llenas de preocupación de vez en cuando, como cuando me exigía mucho más allá de mis límites, cuando luego de los entrenamientos ambos me ayudaban a curar las heridas de mis pies que nunca llegaban a cicatrizar correctamente antes de que me lanzara de lleno ambos entrenamientos intentando borrar todo el dolor mental que estaba sintiendo. Si la única manera de dispersar el dolor que mis recuerdos y pensamientos me traían era con dolor físico, bienvenidos sean.

Salía temprano por la mañana y regresaba tarde por la noche todos los días sin falta, evitando estar tanto tiempo como fuera dentro de casa para evitar de lleno el vacío que había dejado Yuuri en mi hogar.

Lo más difícil era convivir con el lazo, convivir con los tatuajes que conectaban nuestras almas y nuestras emociones. Como nunca antes nos vimos en la obligación de frenar las emociones, ya que para nosotros nunca existió ese filtro para elegir pasar las emociones que quisiéramos o simplemente elegir no pasar ningún sentimiento, éramos un total caos, tal y como hace ya 16 años cuando Yuuri nació y no entendíamos que sucedía con esa conexión.

Yuuri a veces enviaba esas emociones tímidas para certificar que lo estaba escuchando, que seguía ahí, cosas como un saludo tímido, un intento de reconfortarme cuando estaba cansado, un perdón silencioso cuando me encontraba durmiendo. Otras veces enviaba destellos de emociones que estaba seguro que él no querrá que llegaran a mí y que si quererlo apretaban mi corazón fuertemente, cosas como desesperación, tristeza, decepción.

Oh, Yuuri, Si ambos estamos sufriendo tanto ¿Por qué no regresar de una vez por todas?

Sin embargo, pasaron 2 años antes de que me enterara de su paradero, y de que pronto nos encontraríamos.

Luego del segundo cumpleaños de Yuuri desde que se fue de casa, las fechas más tristes que pude recordar desde que el pequeño perro de Yuuri murió. Recuerdo vagamente que mi madre tuvo que llevarme hasta mi habitación, abrir la llave fría de la ducha y darme unas cuantas hostias para que recobrara la conciencia luego de ahogar mis penas en unas cuantas botellas de alcohol. De ese mismo que mi madre utiliza para contar las malas noticias, ese que estaba bebiendo la mañana que Yuuri se fue.

Luego de sus dos cumpleaños y antes de que cumpliera mis 23 galantes años, ya teníamos fecha para mi primera competencia dentro de las dos que tendría que tendría que atravesar para llegar a la final. Sería en China, y sería pocos días antes de mi cumpleaños.

Días antes de la copa, días antes de la competencia ya el rostro de muchos colegas pasaron por la televisión, sus entrenamientos, pequeñas entrevistas sueltas, fotos. Me encontraba lo suficientemente concentrado en sacar adelante la coreografía que pondría el triunfo en mis manos, lo suficientemente concentrado en hacer desesperadamente algo para poder aguantar los años que Yuuri se había impuesto antes de volver a casa que no noté un detalle importante en los noticieros, y no fue sino hasta que Georgi me sacó jalando mi coleta hasta la sala de descanso, donde me sentó frente al televisor y me obligó a mirar las noticias...

En pantalla, las facciones ahora finas de un Yuuri más maduro sonriendo a la cámara me daban la bienvenida. Vestía unas mayas azul oscuro y portaba una chaqueta azul cielo con la bandera de Japón sobre su corazón. Tenía nuevos lentes de marco azul, y el cabello sudado pegado a la frente. Estaba hablando japonés, por lo tanto sólo pude rescatar algunas palabras de la conversación que mantenía con el periodista.

A su lado un hombre fuerte y alto, moreno de pelo largo y sonrisa gigante ponía gentilmente la mano sobre su hombro. Y a su otro lado un chico de su misma estatura, pero extremadamente moreno sonreía mientras saludaba efusivamente a la cámara.

Tomé unos minutos para asimilar las cosas, y tragando el nudo que tenía en la garganta, recapitulé.

Yuuri se encontraba entrenando en Ditroit desde hace dos años para debutar como senior en el Grand Prix Mundial de éste año, su entrenador era Celestino Cialdini, y por lo que entendí a Yuuri en japonés, el chico moreno se llamaba Pichit Chulanot, su mejor amigo.

Respiré entrecortadamente y recibí el vaso de agua que Mila me entregaba mientras Giorgi tomaba asiento a mi lado. Oí unos pasos pesados retumbar a mis espaldas, se oian realmente apresurados pero a la vez pesados.

-Ah~ Yuuri, que cruel eres.

Limpié dos traicioneras lágrimas y sonreí plásticamente. Miré a Mila y luego a Giorgi, quienes tenían sus facciones inundadas en pena.

-¿Qué piensas hacer?- Milla corrió con su delgado dedo mi flequillo que tapaba mi ojo derecho.

-Nada... Lo veré en el Grand Prix...

La puerta resonó contra la pared fuertemente, me giré y observé la pálida cara de Yakov, con sus ojos abiertos de par en par y casi podría jurar que temblando.

-Vitya... Ocurrió algo... Tus padres...



Yuuri... Donde estás...

Hecho a la medida • Victuuri Where stories live. Discover now