-¿Fantasías? ¡Jóvenes sucios, se van a enterar de quién es Bertha!

Con la mano se encargó de aporrear a Dmitri en la cabeza mientras este se trataba de cubrir la cabeza con el ceño fruncido. La paciencia se le terminó de agotar, y al final se puso de pie abruptamente con la mano medio vendada.

-Mire, Bertha, aprecio lo mucho que se preocupa por mí, pero, ¡Yo no soy culpable de que tenga algún tipo de complejo romántico! Le aseguro que no es necesario que me cele en lo absoluto. Y ya me voy, si quiero sobrevivir lo mejor es que me aleje de aquí...

Antes de que la mujer le gritara cualquier cosa, la puerta se abrió, llamando la atención de ambos. Entró Vladimir, seguido de Luca.

-¿Cómo estás? –curioseó el rubio nada más entrar.

Luca cerró la puerta tras él y luego se giró para encontrarse con una mujer de rostro fruncido y brazos en jarras. Lo miraba mal, demasiado mal.

-¿Pasa algo? –murmuró Luca, con cautela.

No tuvo tiempo para protegerse del ungüento volador que le arrojó la robusta mujer, con su cabeza como destino.

A la hora del almuerzo Cecilia dejó su trabajo en manos de Sofía y se escabulló entre los obreros hasta llegar a la mesa donde sus amigos se hallaban. Dmitri había aceptado, a regañadientes, que Bertha le terminara de vendar la mano; también había acudido a ver a su madre para tranquilizarla, aunque el resultado fue el contrario. Dmitri no podía trabajar así, por lo que tenía que irse. Pero antes de irse comería: en su casa no había ni un pedazo de pan que pudiese comer sin morir intoxicado. Mientras Cecilia esquivaba a hombres y mesas Luca la divisó.

-Hola –saludó.

-Hola –contestó ella mientras rodeaba una silla.

Dmitri giró el cuello todo lo que pudo para verla. Le sonrió y se enderezó mientras le hacía un espacio a su lado.

-La pandilla se ha completado –comentó.

Ella se acomodó a su lado y oteó a su alrededor mientras sacaba con cuidado algo de bajo su mandil.

-Vine pronto, si Mendel, Patrick o Gustav me ven me meteré en problemas.

Puso un tazón con arroz y caldo caliente frente a Dmitri.

-Cómetelo, soñador.

Dmitri miró a Luca enojado. Este solo sonrió de lado. Todos creían que el despistado había sido Dmitri. Este se acomodó para ver a Cecilia, y alzó su mano envuelta en vendajes.

-Ayúdame por esta ocasión.

-Aún tienes otra mano.

Dmitri le puso su mejor cara de perro apaleado. Cecilia chasqueó la lengua y tomó el tazón y la cuchara.

-Esta vez batiste tu propio récord de despistado, Dmitri. ¿En quién pensabas que te distrajiste tanto? –le gruñó.

-¡El que se distrajo fue Cárol! –masculló, harto de quedar mal frente a todos.

Cecilia le acercó la cuchara con un primer bocado mientras miraba al verdadero culpable y lo analizaba.

-Luca... ¿Cómo te atreves a dejar que todos inculpen a Dmitri?

Este solo se encogió de hombros. Cecilia meneó la cabeza lentamente mientras rellenaba la cuchara.

-¿Otra vez Suzanne, Cárol? –suspiró.

Luca tosió.

-Sí, claro. Hazte el angelito. ¿No has encontrado nadie mejor en quién posar tus ciegos ojos? O alguien que se digne a mirarte a ti también.

WhateverWhere stories live. Discover now