Capítulo III

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III

“¿Era eso un sueño? Era triste. No había nadie con ella, solo un científico ordenándole que se privara del traje para hacerle pruebas de resistencia. Pruebas que había hecho el día anterior, y que se podían realizar a la perfección con el traje puesto. Sin embargo obedeció. Eso  hacía. Oír, entender, y obedecer. Debía levantar sacos de arena y cambiarlos de lugar, leer a oscuras, y caer acostada desde una altura de dos metros y medio. Era todo lo que podía soportar su pobre cuerpo. Recordó lo mal que se sintió ese día, cuando acabó hecha ovillo en el suelo, cubriendo su cuerpo en posición fetal. También recordó que la puerta se abrió un poco, y en el extremo del camino de luz que se creó, apareció el joven al que los científicos llamaban ciego. Este se quedó inmóvil en la puerta hasta que dos científicos, mascullando su inutilidad, lo guiaron a otra habitación.”

 

 El entorno se volvió oscuro, y luego claro. La joven se removió en la cama, aferrando con ansia la suave manta que la abrazaba tan dulcemente. Un sonido conocido la despertó. Abrió los ojos y miró hacia su izquierda, donde se hallaba la ventana. Se veía a la aurora rayar el cielo. Se levantó poco a poco, teniendo cuidado con su herida. Miró por la ventana cuando el sonido se repitió. Una sombre gris se movía bulliciosa entre la maleza. Se impulsó para ponerse de rodillas, y abrió la ventana de un tirón con el brazo izquierdo. Pasaron unos segundos antes de que esa sombra atravesara de un salto la ventana, veloz como una saeta, y se llevara de paso a la joven hasta estamparla contra el suelo.

-03… ¡03! –murmuró ella.

El animal movía la cola mientras frotaba su cabeza contra la de ella, y la llenaba de todos los gestos cariñosos que sabía hacer. Ella lo acarició, y lo abrazó hasta que se acordó de su hombro. Subió a la cama, y el lobo saltó para acompañarla cuando ella palmeó la superficie. Le lamió una mejilla, y ella le rodeó el cuello con los brazos, aspirando su aroma a animal salvaje.

-Pensé que me habías abandonado.

El animal emitió una mezcla de gemido y bostezo a modo de respuesta llena de indignación. Ella se quedó acariciándolo hasta que se durmió de nuevo. El sol salió después de una hora, acariciando con sus rayos el rostro de ella, creando un contraste de claroscuros. La perilla de la puerta giró, y apareció Luca, decidido a ignorar a la persona que dormía en su cama. Sin voltear a verla, caminó directamente a una pequeña cómoda donde tenía su ropa, y abrió un cajón para sacar una camisa limpia.

Mientras se sacaba la otra camisa, retrocedió unos pasos para sentarse en el borde de la cama. Esta crujió un poco bajo su peso. Mientras desabotonaba la otra prenda, escuchó un fuerte sonido ronco y sintió movimiento en la cama.

-Ronca como motor… -murmuró para sí.

El sonido se extendió, sumado a un borboteo furioso. Luca giró la cabeza, y su cuerpo se petrificó en su lugar. Frente a él había un enorme lobo con los labios recogidos, los dientes desnudos, y el pelo erizado. Sintió como la sangre abandonaba su rostro, y un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza.  Movió un pie, dispuesto a salir corriendo de ahí, pero en cuanto lo hizo el animal saltó sobre él. La cabeza de Luca restalló contra el suelo de madera mientras el animal ladraba y gruñía furiosamente, lanzándole mordidas. Luca se sintió morir en ese instante. Con el brazo derecho bloqueó al lobo, empujándolo por el pecho, tratando de que las mordidas del animal no llegasen a su rostro. El can, en su lucha, le arañó el vientre y pecho.

-¡03! –gritó una voz.

El lobo se detuvo e irguió las orejas y la cabeza antes de bajar de Luca y caminar hacia la cama. Luca miró con ojos abiertos hacia la cama, mientras luchaba por respirar normalmente. Enfocó la mirada, y distinguió al joven, bueno, a la joven. Ella también lo veía con los ojos asustados y el cabello en un elegante desorden. Se levantó con la sábana apretada contra su pecho, y se aproximó al joven hombre. Tendió su mano al vientre lastimado de este.

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