Capítulo 1

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3 meses antes...

Llevaba más de cinco minutos sentada en mi auto, necesitaba sacar mi trasero del asiento e ir a clase o volvería a llegar tarde. Esa era mi lucha diaria de cada mañana, ir a clases. Lo sé, sueno como una estúpida, nadie ama levantarse a las seis de la mañana para ir a aburrirse a la escuela, pero todo resulta aún más aburrido cuando ya sabes todo lo que te están enseñando y peor aún, cuando es la segunda vez que pasas por la misma materia. No es que me esté quejando, tenía todo para haberme graduado el año pasado, incluso podría haber sido la alumna estrella si así hubiera querido pero decidí reprobar el año, fue mi elección, quiero seguir aquí, quiero seguir junto a mi familia y sé que no me llevarán hasta que termine todos mis estudios, pero eso no quita el hecho de que ir a clases sea malditamente aburrido.

Tomé mi mochila, salí del vehículo y coloqué la alarma justo al mismo tiempo en que sentí sonar el timbre que anunciaba el inicio de clases. Ya llevaba todo lo necesario para el primer bloque en mi mochila así que no llegaría tarde, sino más bien justo a tiempo.

Hay otro motivo por el cual solía esperar al último momento para entrar a los pasillos de la escuela y es que en lo posible, me gustaba evitar las multitudes. No es que tuviera ningún problema con la gente, si bien es cierto que de niña había sido el bicho raro y había estado bastante aislada varios años de mi vida, no soy una antisocial ni tengo fobia a las multitudes ni nada parecido, aunque mi actitud hacía la gente el último par de semanas podría haber indicado todo lo contrario. Últimamente me sentía mal al estar rodeada de demasiadas personas y hablo de físicamente mal, era un problema y era bastante extraño pero a este punto en mi vida prefería ignorar cualquier cosa rara hasta que eventualmente desapareciera, porque no estaba dispuesta a lo que involucraba hablar con alguien sobre eso.

Entré en el salón de matemáticas siendo seguida justo detrás por el profesor, así que salude silenciosamente a Jade, me senté a su lado como cada día y el resto de la mañana siguió su curso habitual.

– Hola chicas, ¿Me extrañaron? – levanté la vista del insípido trozo de lasaña y me encontré con Michael, sentándose frente a nosotras junto con la bolsa en la que supuse traía su almuerzo.

– ¿No deberías estar en tu casa?

– Ya me siento bien – se encogió de hombros – así que me obligaron a venir o a limpiar la casa.

– Ya no eres contagioso ¿Cierto? – le preguntó Jade.

– No lo creo – respondió al mismo tiempo que sacaba su sándwich.

– Podrías besarlo y lo averiguaremos en un par de días. – Mike me dio una de esas miradas que ya conocía a la perfección y aunque no podía verla ya que la cubría su pelo, estaba segura de que había logrado que Jade se ruborizara – Solo era una sugerencia.

Conocía a Mike desde los seis años, fue el primer amigo que hice en toda mi vida y aunque siempre había estado un curso por debajo de mi, se transformó rápido en mi mejor amigo y lo conocía casi a la perfección, "casi" porque había partes de él que en realidad no estaba muy ansiosa por conocer pero sí lo conocía lo suficiente para saber que le gustaba Jade y era bastante claro que a Jade le gustaba él, solo que era lo bastante idiota como para no notarlo incluso aunque se lo gritaran en la cara así que me gustaba molestarlos, con la esperanza de que algún día sirva de algo.

Luego de un silencio incomodo que me encargue de romper sintiéndome algo culpable por haberlo generado en primer lugar, nos dedicamos a conversar y a poner al día a Mike de lo que había pasado los últimos días más que de almorzar pero no era una novedad. Solía ser así a no ser que fuera uno de esos milagrosos días en que la comida de la cafetería de hecho sabía a algo o que por coincidencia justo los tres hubiéramos traído algo desde nuestras casas ese día.

Una vez terminado nuestro período de almuerzo, me tocaba ir a Historia, la clase más aburrida de todas. No solo porque no estaba con ninguno de mis únicos dos amigos en esa clase, sino porque la señorita Davis tenía la forma más monótona de hablar que alguna vez hubiera escuchado, lo que hacía fácil perder la concentración y de pronto no saber de qué mierda estaba hablando a no ser que claro, de verdad estuvieras interesado en la historia universal, lo que por desgracia para muchos, no era mi caso.

Estaba en medio de la clase, tratando de no quedarme dormida, cuando me vino otro de esos horribles dolores de cabeza que estaba teniendo últimamente. No sé si era algún tipo extraño de jaqueca, pero era como si un fuerte sonido de pronto explotara dentro de mi cabeza y me hiciera fruncir todo mi rostro con el fin de no soltar ningún grito ni nada parecido. Habría pasado totalmente desapercibido para el resto de la clase sino fuera porque accidentalmente boté el pesado libro de mi mesa. Logre recogerlo en medio del aturdimiento que me había provocado el golpe de dolor pero eso no evitó que la clase se detuviera y todos se dieran vuelta a mirarme.

– Señorita Whidden ¿Se encuentra bien? – sin duda algo tuvo que haber mostrado mi cara, porque ese no era el reto que me esperaba por interrumpir su clase.

– No, yo... me duele bastante la cabeza

– ¿Necesita un pase para la enfermería?

– Por favor – en serio necesitaba salir de aquí.

Tomé mis cosas y el pase a la enfermería lo más rápido que pude y salí de ahí pero por supuesto no fui a la enfermería, no es como si allí tuvieran lo que necesitaba de todos modos así que sin pensarlo dos veces y con cuidado de que nadie me viera me fui a mi auto. Una vez dentro de él deje mis cosas en el asiento del copiloto, saqué mi botella de agua de la mochila e intente calmarme, porque si bien el dolor se había ido y ya no quedaba más que una pequeña molestia, estaba bastante acelerada y no podía conducir así.

Cuando mis manos ya no estaban tiritando como gelatina prendí el auto y me fui a casa, no sin antes fulminar con la mirada a mi libro de historia, porque ya saben, es completamente normal atribuirle la culpa a un objeto inanimado.

Al llegar a casa estacione mi vehículo en su lugar habitual, junto al de mis padres que por lo que podía ver hoy habían vuelto temprano. Trabajaban juntos y su trabajo era así, a veces llegaban tarde, a veces temprano o a veces ni siquiera necesitaban ir, en parte ventajas de haberse hecho cargo de mi supongo.

Mamá abrió la puerta antes de que incluso alcanzara a poner mi mano sobre la perilla y supe al momento de verla que algo estaba mal.

– Everly, no te esperábamos tan temprano. – tal vez era idea mía pero parecía que estaba tratando de bloquearme el acceso a la casa.

– Mamá ¿Qué pasa? – en ese momento un hombre apareció detrás de ella, vestido completamente de negro con algún tipo de ropa extraña que casi lo hacía parecer como si fuera a la guerra pero fue en el momento en que vi sus ojos en que entre en pánico. Uno era azul, el otro era de un verde puro.

– Princesa – me saludo en un tono demasiado formal para mi gusto, que no hizo más que aumentar mi ansiedad

– ¿Quién eres tú y que mierda quieres?

Como pueden ver he vuelto con el primer capítulo :)

De verdad estoy entusiasmada con esta historia así que si están leyendo esto ahora mismo, por favor dejen un voto, un comentario, incluso si es para decir que lo odiaron.

Sé que aún nada esta demasiado claro, pero de a poco se irán revelando las cosas así que paciencia. Volveré a pasar por aquí el viernes, ya que creo que ese será el día destinado a subir.

Miles de gracias por leer <3

ResilienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora