PARTE 2

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Era su primer día de clases y se sentía realmente emocionada. No podía esperar para volver a entrar a ese mundo tan genial; se moría de ganas por hacer amigos nuevos y divertirse con ellos.

Caminaba segura por los pasillos intentando encontrar su salón de clases. Sentía las miradas sobre ella, cuchicheos, sonrisitas, era comprensible, ya que era muy hermosa, sus antiguos amigos humanos se lo habían dicho muchas veces. Además había pasado horas escogiendo el atuendo adecuado para lucir fantástica. Un vestido había sido el elegido, porque nada más femenino que eso; de color mostaza, con corte recto y un poco por encima de la rodilla, no tenía nada de malo ser un poco coqueta después de todo; el cuello era redondo, elegante. Se sentía soñada y, obviamente, no estaba pasando desapercibida.

Miró a su alrededor buscando a quién preguntarle por el salón C-03. Había un grupito de chicas pero sólo con verlas se sintió algo escandalizada. Llevaban las faldas más cortas que había visto jamás y unas blusas con unos escotes enormes... pero nadie parecía sorprenderse por eso, así que decidió no darle importancia y se acercó a ellas para pedir su ayuda.

Las chicas la miraron de arriba a abajo, como si fuese algún espécimen raro que acabaran de descubrir. Se miraron entre ellas, rieron un poco y la ignoraron dándole la espalda.

Un poco desconcertada se alejó de ellas para preguntar a alguien más, entonces un chico que pasaba cerca la miró y con una voz para nada discreta le dijo:

—¿De qué museo te escapaste? ¿O acaso es que te gusta usar la ropa de tu abuela?

Eso hizo que todos a su alrededor comenzaran a reír.

No supo lo que sucedía, pero definitivamente no era agradable, la miraban de una forma tan... ¿cómo?. Y de pronto lo entendió. Las miradas, los cuchicheos, las risitas... No eran porque la estuviesen admirando, se estaban burlando de ella. Por un momento la hicieron sentir como si fuese un asqueroso ostión, pero no permitiría que le arruinaran la experiencia.

Ahora se daba cuenta, nadie iba vestida como ella. Se había equivocado, con razón había sido tan difícil conseguir esa ropa. Y si ese era el problema pues bueno, lo arreglaría y al día siguiente todo estaría bien. Comenzó a fijarse en el estilo que se usaba ahora. El de las chicas que la ignoraron definitivamente no le agradaba.

Había un grupo de chicos y chicas vestidos todos de negro y con los ojos delineados... No, hacía demasiado calor para vestir así, ¿cómo lo soportaban?

Un grupo más traía unos pantalones enormes que parecían que se les caerían en cualquier momento, gorras mal puestas y unos cortes de cabello espantosos.

No, no, no. Entre más miraba menos le gustaba. Parecía que cada quien usaba lo que quería y la mayoría no tenía buen gusto. Como sea, lo pensaría durante el día, ya que ahora no había nada por hacer.

Seguía en búsqueda de su salón, mirando a todos lados para localizarlo. Y entonces lo vio.

Aquel ser era la cosa más perfecta que había visto en toda su existencia. Un cuerpo maravilloso, atlético. Era alto, con unos brazos que la hicieron imaginar cómo se sentirían a su alrededor. Cabello abundante que le daban ganas de acariciar y unos labios carnosos que mostraron una encantadora sonrisa cuando saludó a sus amigos.

«Oh, por todo el plancton del océano, esos labios deben sentirse como la gloria.»

Estaba lejos como para ver bien sus ojos, pero le pareció que eran de un lindo azul claro.

Perfecto, sí, simplemente perfecto. Lo había encontrado. ¿Era esto el amor a primera vista?

¿Se preguntó cómo sería su voz?

¿Cómo sería su aroma? Tal vez olería a maderas. Se había dado cuenta de que ahora los chicos olían mucho mejor que antes y muchos usaban fragancias de ese tipo. ¿Cómo sería la suya?

Bueno, lo averiguaría. Se encaminó hacia él y ya estando cerca vio que no se había equivocado, sus ojos eran azules, tan azules como el cielo despejado, y no sólo eso, sino que se les formaban pequeñas y encantadoras arruguitas a los lados cuando sonreía.

¿Debía saludarlo de forma casual?

¡Oh, claro, su salón! Aún no lo encontraba, así que se lo preguntaría a él.

Estaba a sólo unos metros cuando de pronto se detuvo.

«Qué idiota, no puedo hacerlo ahora, no luciendo así» —pensó observando su estúpido vestido.

Tendría que ser otro día. El día siguiente sin falta.

Y con esa idea en mente transcurrió su mañana... Su nefasta mañana. Con compañeros idiotas que la miraban como bicho raro y con clases que antes ni existían, y de las cuales no entendió ni el buenos días del profesor en turno.

Para colmo, la única chica que le habló bien y fue amable con ella, que la hizo sentir esperanzas de poder hacer amigos, se rió en su cara peor que cualquier otra persona. No por su ropa, sino porque cuando le pidió su número de celular, ella no sabía ni qué era esa cosa, que al parecer era indispensable para la vida moderna. Tenía que conseguir uno.

Y su nueva, y única, amiga se ofreció a acompañarla para comprarlo, el más moderno, con el mejor plan, y le ayudó a instalar las mejores aplicaciones... sea lo que sea que eso fuera...

Al final su día no fue tan horrible. Pudo ver varias veces a aquel chico encantador, aunque sólo de lejos. Y la pasó bien con su amiga, que además del celular, también la ayudó a comprar ropa nueva, sencilla, pero a la moda. Además de que la llevó a comer unas hamburguesas de camarón que estaban deliciosas.

Por la noche, recostada en su cama pensó en todo lo que vivió en sólo unas horas. Qué complicado era todo ahora, pero no le importaba, haría que esto funcionara. Ya tenía todo lo necesario. Lo lograría.

Su objetivo principal, conquistar a ese galán que no salía de su cabeza.

¿Qué te he hecho, Poseidón?Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora