Capítulo 6. Perdonado por ahora

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Me miró de reojo mientras se preparaba un café. Pensaba que era la culpable, y, bueno, lo era, pero Frank también debería ser castigado. Me levanté y saqué del armario el último paquete de cereales que quedaba.

—En una hora iremos a casa de un amigo de tu padre a desayunar. —Dio un sorbo a su bebida caliente y tomó asiento, luego abrió de nuevo la revista de recetas.

—¿Melina y Frank irán con ustedes? —pregunté, deseando escuchar un «sí».

—Melina nos acompañará —respondió.

Dejé de agregar los cereales de maíz que caían en mi plato.

—¿Y Frank? —pregunté, tratando de mostrarme indiferente, y la miré.

—No quiere venir con nosotros. —Se encogió los hombros.

Sentí que se me revolvía el estómago. Eso significaba que lo habían invitado y que se había negado a ir. Diablos.

—¿A qué hora estarán de vuelta? —pregunté, haciendo esfuerzos para aparentar tranquilidad.

—Ya sabes lo mucho que le gusta hablar a tu padre —comentó con fastidio—. Luego iremos a recoger unos catálogos que Melina tiene pendientes, y haremos una visita rápida a Helen.

Me soplé el flequillo. Nunca debías entablar una conversación con papá a menos que tuvieras libres las siguientes tres horas del día. Y jamás debías visitar a tía Helen si tenías prisa. Una «vista rápida» a tía Helen era más bien un «prepárate para ser interrogada, mimada, aconsejada y criticada durante horas». No la odiaba, de hecho, era buena dando consejos, pero me ponían muy nerviosa las preguntas extremadamente personales que hacía.

—Si tenemos suerte, regresaremos antes de la cena —dijo mi madre, notando mi frustración. Le lancé una mirada escéptica que expresaba: «Sabes que la tía Helen no permitirá que se vayan sin cenar»—. Bien, tal vez después de las diez.

Asentí, resignada y abrí el refrigerador. Cogí la leche y la agregué al plato de cereales. En ese instante, Frank apareció en la cocina con atuendo deportivo. Evitando salivar, tomé asiento y lo observé con el rabillo del ojo. Se desplazó hacia la despensa y comenzó a sacudir la caja de cereales que yo había dejado vacía.

—Lo siento, me serví los últimos. —Sonreí mientras colocaba el plato en la mesa.

Entrecerró los ojos y me dedicó una sonrisa ladeada antes de tirar la caja a la basura. Volví mi atención a los cereales, sintiéndome satisfecha por haberle fastidiado el desayuno.

—No te preocupes, Frank. He anotado los cereales en la lista para cuando vayan a comprar luego —escuché a mamá, y me detuve con la cuchara a medio camino hacia mi boca. Iba a ir sola, no necesitaba que él me acompañara.

—¿Qué?

—Frank te ayudará con la compra —me aclaró mi madre con total normalidad.

—Puedo hacerlo sola —me quejé. No quería ni respirar siquiera el mismo aire que Frank.

— ¿No pensarás ir caminando hasta el centro comercial? —me preguntó él.

Me volví para mirarlo y tuve que hacer un esfuerzo para no hacerle la peineta.

—Puedes ir sola si quieres, Alexa —dijo mamá—. Pero cuando termines de hacer la limpieza de toda la casa, lo último que querrás hacer será caminar.

—Puedo hacer las compras antes —repliqué de inmediato.

—No —sacudió la cabeza—. Por las mañanas no hay descuentos.

El Huésped ✅ [ Disponible en físico ]Onde histórias criam vida. Descubra agora