- ¡Por favor! – suplicó Harry, desde su posición débil, indefenso, con toda la parte trasera de su cuerpo pegada al musgo y la arena de la orilla, sumergido hasta el pecho, casi tendido – Por... por favor... sólo quiero constatar que... – dijo balbuceante mientras extendía su trémula mano derecha hacia el rostro de Radne.

No sabía si el tritón lo había comprendido, pero Harry apreció un significativo cambio en la expresión que le dedicaba, como si le permitiera el acto, por lo que acercó su mano, acortando la distancia que separaba la punta de sus dedos del níveo rostro de Radne, quien lo dejó hacer, confuso, curioso y desconcertado. Las yemas de los dedos de Harry alcanzaron la mejilla del tritón, el cual ladeó un poco la cabeza, como si aun viendo lo que iba suceder esperara que no ocurriera.

- Tibio – murmuró Harry, fascinado por la inusitada calidez de la piel de Radne, la cual esperaba fría al tacto – Eres tan real, tan patente... No puedo creerlo. Te tengo en frente de mí pero... – balbuceó falto de aliento, le dolía mucho el torso y, en un acto reflejo, se llevó la mano izquierda al pecho, acto que asustó al tritón, el cual volvió a impulsarse, esta vez hacia atrás, alejándose de Harry – Espera, espera, por favor – pidió, incorporándose hasta lograr ponerse de rodillas, pero eso inquietó aún más a Radne que, de un brinco, se zambulló para huir, salpicando a Harry con el potente batir de su aleta – ¡Por favor, espera, no te vayas! – gritó estranguladamente, poniéndose en pie trabajosamente – ¡No quiero hacerte daño! – jadeó, sentía su pecho oprimido, apenas sacaba fuerza para gritar – ¡Regresa, por favor! ¡Radne!

Distinguió las primeras luces del alba destellando bajo el agua en las resplandecientes escamas de la cola de Radne, las olas que provocaban sus aleteos en la superficie, las cuales mermaron gradualmente hasta extinguirse, señal inequívoca de que el tritón descendió a las profundidades. Aun así, Harry aguardo, esperando ansiosamente que regresara, deseándolo en silencio, anhelando verlo de nuevo pues en la emoción de ese encuentro no había tenido oportunidad de apreciar cada detalle como le hubiera gustado. Ni siquiera pudo apartar los ojos del rostro de Radne, pero es que era tan hermoso, de facciones tan delicadas y bellas, tan atractivo, parecía una escultura hecha con mimo y cariño, tallado suave y tiernamente, dotado de fuerza y vida. Era real, tan real como cualquiera, existía, lo había sentido en la yema de sus dedos, lo había visto con sus ojos.

Encontró la prueba más contundente al salir del agua, cuando le dio por investigar qué era ese escozor que sentía en la pantorrilla derecha, descubriendo que la tela de su pantalón estaba rasgada y tenía una herida por la que aún fluía sangre. Por lo tanto, lo que Dumbledore le había dicho era cierto, Radne había olfateando la sangre – supuso Harry – y acudido, encontrándolo, por suerte, antes de que fuera tarde. Pero había algo en lo que Dumbledore se equivocaba; según lo que dijo el director y, aún más importante, cómo lo dijo, insinuó que a Radne no le importaba hacer daño, que, de hecho, temía que el tritón atrajera a los inocentes estudiantes con su belleza para ahogarlos y, posteriormente, devorarlos. Según esta conclusión de Dumbledore, Harry podría haber sido la primera víctima, una víctima que se presentó voluntariamente y que le dejó a Radne todo el trabajo hecho, listo para que, simplemente, lo devorarse.

Harry se sentó frente a la orilla, el agua le rozaba los zapatos pero no le importaba, quería comprobar algo, por ello se quitó la túnica empapada, se aflojó la corbata y se desabrochó los primeros botones de la camisa; la piel de su pecho tenía impresa las huellas de los puños de Radne, marcas rojas en su torso que pronto adquirirían tonos violáceos y morados. El tritón pudo dejarlo morir, pero en vez de eso, decidió sacarlo de debajo del embarcadero, sorteando las rocas y guijarros del risco donde se erigía Hogwarts, llevarlo a la orilla más cercana y hacerlo respirar. Había sido guiado por su sangre – razonó Harry, totalmente sumido en sus pensamientos –, sí, correcto, pero eso no demostraba que la visión que Dumbledore tenía sobre Radne fuera cierta. También pudo haber aprovechado ese momento en el que el muchacho se encontraba débil, falto de aire y, prácticamente, indefenso ante la virulencia de su reacción y el poderío de la inesperada posición agresiva que adoptó Radne sobre él, para empujarlo bajo el agua y ahogarlo, ya que, después de todo, el agua cubría a Harry hasta el pecho y a Radne le habría resultado más que fácil tomar ventaja. Pero no fue así. No era violento, no era la bestia que todos creían, era un ser atormentado y desconfiado, diferente, hermoso, misterioso, confuso... Simplemente eso, nada más, sólo alguien que había sufrido, alguien que estaba solo, alguien al que habían rechazado y maltratado en base a una razón absurda.

RadneWhere stories live. Discover now