Camina dando zancadas y la perdemos de vista cuando dobla el pasillo. No está intentando ser fuerte, está ardiendo en furia.

-Iré a ver que le pasa- musito con tono enronquecido y me dirijo hacia donde se fue mi hermana. En cuanto entro al baño, los sollozos frustrados de la pequeña rubia se hacen presentes- ¿Esther?- busco el cubículo de donde proviene su voz y una vez frente a la puerta metálica, toco dos veces.

Mi pequeña hermana abre y se vuelve a recostar en la pared de mayólica, se resbala y abraza sus piernas en el suelo. Me recuerda a mí cuando creía que había un monstruo en el armario y me sentaba así en mi cama, cubriéndome con mi manta. Mi abu me traía un vaso de leche y se quedaba conmigo hasta que me durmiera.

-Es su culpa- dice con la mirada perdida. Frunzo el ceño y me siento a su lado en la misma posición, el vestido está pegado a mis piernas, por lo que no se alza. No entiendo de qué está hablando, ¿culpa de quién?

-No comprendo- digo enfocándola. Ella lanza una risa sarcástica al aire y me mira con sus ojitos vidriosos.

-Estuve con la abuela cuando llamó a papá, estaba a su lado fingiendo ver televisión, pero escuché lo que sucedía en la otra línea. Cuando la abuela saludó, le contestó una mujer. Estaba riendo con papá, y no era mamá; estoy segura que esa no era su voz, además mamá no se llama Becca. No soy tonta, Helen. Papá ya no venía a casa, no sé si te diste cuenta; tampoco era el mismo de siempre,, ni con nosotros ni con mamá, peleaban constantemente. Tú no lo veías, porque te pasabas casi todo el día en el instituto, y cuando volvías él ya se había ido con la otra. Tengo ocho años, pero no soy tan ingenua como para no saber que papá engaña a mamá. Sólo...no esperaba que la abuela se enterara.

La miro incrédula y ella se mantiene seria, después de unos segundos suspira y vuelve a su posición anterior. No sé como ese cuerpo tan diminuto puede soportar tanto dolor, yo me habría encerrado en mi cuarto a deprimirme con platos de comida china. Tiene sólo ocho años, y el haberse enterado de eso por una llamada, no es nada bonito.

En cuanto reacciono abrazo a mi hermana y dejo que llore mojando mi piel, nos hacemos bolita en el suelo brilloso y dejamos escapar una canción compuesta por sollozos.

Siempre vi a mi padre como mi héroe. Él era mi todo, el que estaba ahí cuando me frustraba por alguna que otra cosa, el que me llevaba sopa cuando tenía gripe, el que hacía que mamá y yo nos reconciliáramos cuando estábamos enojadas. Pensé que nunca me fallaría, sin embargo, creo que me equivoqué.

Unos pasos traquetean y se detienen a nuestro lado, en cuanto alzo la vista, veo a mamá con los ojos cristalizados. No creo que ella sepa que papá la engaña ¿no? Debe estar triste por la abuela.

-Tienen que comer algo- dice intentando sonar normal, como la Sarah Wecker que conozco. Pero sé que no es así; está destrozada, es su madre, no quiero saber cómo se pondrá cuando se entere de lo de papá.

Me levanto sorbiendo por la nariz y la abrazo, Esther también se pone de pie, pero sale del baño corriendo; tal vez no pueda enfrentar a mamá sabiendo lo que sucede.

-¿Pelearon?- pregunta separándose de mí. Nop, definitivamente no sabe que papá y la tal Becca estaban juntos mientras ella trabajaba. O quizás soy la única tonta y ella también lo sabe, por eso las peleas. Mis labios pican por preguntarle, pero si no está enterada no sería bueno darle la noticia justo en este momento. Calladita te ves más bonita, dicen.

Y...llegasteWhere stories live. Discover now