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  Estaba esperando a que me sirvieran el desayuno en el mismo café de siempre. Me gustaba estar en ese lugar porque era bastante tranquilo para que estudiara en mi compu mientras desayunaba. También me gustaban mucho sus cruasanes. Eran los mejores que había probado.

__ Aquí está su café y su cruasán, señorita. __ me dijo el dueño, dejando mi desayuno en la mesa.

Le di las gracias, sonriendo, y antes de que pudiera empezar a comer o volver a concentrarme en mis apuntes, mi mirada paró en la castaña que acababa de entrar en el café. Como siempre saludó a su padre, que era el hombre que acababa de servirme el desayuno, y se sentó en la misma mesa de siempre, cerca de la mía. Me ofrecía una vista perfecta de su belleza. Lo único que sabía de ella, era que su padre era el dueño del café, que aun estaba en el colegio y que se llamaba Camila.

  Siempre la encontraba aquí cuando iba a tomar mi desayuno ahí los sábados, y siempre aprovechaba ese momento para observarla mientras hacía sus tareas. Esa chica tenía algo especial que me gustaba. Su belleza no era común, era algo que me hechizaba. Sus ojos eran del mismo color que el café que servían y tenían una forma que la hacía verse aun más hermosa. Su pelo era largo y ondulado, muchas veces me imaginé pasando mis manos en él, en diferentes situaciones.

  Cada vez que llegaba, lo hacía con la sonrisa más hermosa que había visto y eso me hacía sonreír a mí, casi babeando. Se acomodó en su silla y empezó a sacar sus cosas para estudiar. Yo seguía sin poder apartar la mirada de ella. Debió sentir mi mirada porque levantó la cabeza y sus ojos encontraron los míos. No aparté la mirada. No era la primera vez que se daba cuenta de que la estaba mirando y yo no intentaba disimular ni un poco. Debería avergonzarme de admirar semejante belleza?

  Parecia que ella si se avergonzaba de eso ya que se ruborizó levemente antes de mirar a otra parte. Si de verdad la molestara mi mirada, ya me lo habría dicho o me habría evitado pero en todos esos meses, nunca observé algún cambio de actitud de su parte.

  Seguí observándola unos minutos, perdida en mis fantasías más placenteras mientras mi mirada la recorría. Cabe mencionar que también tenia un cuerpo de infarto. Después de esos minutos, empecé a comer y volví a concentrarme en lo que aparecía en mi pantalla.

  Era un sábado normal, no había nada diferente a los otros sábados de los últimos meses. Pero esta vez algo cambió. Estaba por terminar mi desayuno cuando la vi levantarse y me sorprendí cuando la vi acercarse a mi mesa. Confieso que me puse un poco nerviosa. Me acomodé en mi silla para mostrarle que estaba dispuesta a escucharla. Mi mirada subió hasta sus ojos y pude discernir nerviosismo en los suyos también. Nerviosismo y... Molestia? Le sonreí pero ella seguía impasible, parada frente a mí.

__ Por qué me miras así? __ preguntó, molesta. __ Crees que no me he dado cuenta?

Fruncí el ceño, sin entender por qué estaba molesta.

__ Porque eres hermosa. __ respondí como si fuera la cosa más natural del mundo.

Abrió la boca para contestar algo pero solo empezó a balbucear y yo solo disfrutaba verla así y de tan cerca.

__ Qué pretendes? __ terminó por preguntar aun más molesta y a mí solo me parecía divertido. __ Tienes un problema si crees que te voy a hacer caso, yo no soy lesbiana así que deja de mirarme así. No me interesas.

__ La que tiene un problema eres tú si piensas que le gustas a alguien solo porque piensa que eres linda. Aunque no te voy a mentir... En este caso, sí, me gustas. Tampoco significa que te voy a violar o que voy a dejar de mirarte. __ contesté con calma. Otra vez se quedó sin saber cómo responder.

__ Será mejor que me dejes en paz. __ me amenazó pero se podía escuchar la inseguridad en su voz.

__ Que yo sepa, eres tú quien vino a hablarme. __ Sonreí y le guiñé un ojo.

Suspiró, frustrada, se fue a tomar sus cosas y salió del café.

Y así empezó nuestra historia de amor.

La Chica del Café Donde viven las historias. Descúbrelo ahora