7. Vidas Cruzadas.

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―Te quiero ―logré decir entre jadeos y mi estómago se retorció al recordar lo que pasó la última vez que le dije algo así. Sentí miedo.

―Yo también te quiero ―masculló entre gruñidos de placer antes de devorar mis labios de nuevo. Las lágrimas corrieron por mis mejillas, pero ésta vez no estaba triste, ni deprimido. Estaba feliz, feliz de que lo tenía a él. Era la primera vez desde la muerte de papá que me sentía así―. Te quiero ―repitió sobre mis labios. Sus dedos se entrelazaron con los míos y sentí mi corazón golpear mi pecho con fuerza, su toque me hizo temblar.

Lo amaba, tal vez.

Ambos llegamos al clímax juntos, con nuestras manos entrelazadas y nuestras respiraciones mezclándose. Se recostó en la alfombra a mi lado y sus manos me rodearon la cintura. Me acurruqué en su pecho y cerré los ojos, sonriendo como idiota.

Y, escuchando los latidos de su corazón, me quedé dormido.

*

Me desperté en mi cama y la luz de la lámpara del techo me hizo parpadear. Me giré esperando ver a William a mi lado pero no estaba. Intenté sentarme pero un dolor punzante me recorrió la espalda. Mierda, si que dolía. ¿Cómo no había notado esto la primera vez?

―¿William? ―lo llamé y escuché una puerta cerrarse.

Abrió la puerta de mi cuarto y entró; estaba desnudo de la cintura para arriba, con una toalla en el cuello, el cabello mojado y uno de mis pantalones de pijama, el cual, le quedaba tan pequeño que se le pegaba al cuerpo. Me quedé atontando mirándolo, debía admitir que tenía un muy buen cuerpo. Me sonrojé al pensar eso. Me miró y se agitó el cabello, dejando caer pequeñas gotas de agua en el suelo. Sonrió.

―De verdad te gusta lo que ves, ¿no? ―dijo, burlón―. Intenta no excitarte viéndome ―rió.

Me puse rojo como tomate y clavé la vista en el suelo.

―I-idiota ―murmuré intentando sonar enojado y pero él sólo continuó riéndose.

―Que lindo ―dijo y me acarició el cabello. ¿Cuando se había acercado? Me sonrojé, de nuevo, y cerré los ojos mientras sentía su tacto, pero su voz me sacó de mis pensamientos―. Deberías ducharte.

Asentí y me levanté de la cama con mis piernas temblando. Mierda. Caminé como pude y me metí al baño, tratando de disimular el dolor de mis caderas.

Al salir del baño vi a William recostado en la cama con una fotografía en la mano.

―¿Qué estás...? ―comencé, pero un nudo se instaló en mi garganta al reconocer la fotografía. Era una de las pocas fotos que conservaba con papá, todas las demás mamá las había roto o quemado. Esa era la única que quedaba.

Tragué grueso y miré mis pies. Sabía que William estaba mirándome pero no quería verlo a la cara, apreté los puños cuando lo escuché caminar hacia mí. Posó su mano en mi mejilla, acariciándola con suavidad, pero no lo miré. Sentí sus labios rozar mi frente con ternura y levanté la cara; tenía una sonrisa tranquilizadora que me hizo olvidarme de todo y se la devolví lo mejor que pude.

―Es tu padre ¿no? ―preguntó con cautela. Yo asentí―. ¿Estás bien?

Su tono era preocupado y eso me hizo sonreír.

―Sí, estoy bien ―contesté y era la primera vez que lo decía en serio en estos tres años. Porque por primera vez, estaba bien.

William asintió.

―Por cierto ―continué―. La profesora de psicología ha estado enferma estas dos semanas pero parece que volverá para ésta, así que..., bueno..., aún tenemos que entregar el trabajo ―mascullé un poco dudoso.

Democracia del corazón [gay/yaoi]Where stories live. Discover now