12. Cuando la esperanza se rompe.

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~William~

Vi como se llevaban a Michael en un gran auto negro mientras un hombre me inmovilizaba en el suelo. Me sentía jodidamente impotente al no poder ayudarlo pero no importaba cuanto luchara para liberarme, no lo lograba, además que el pitido que me causaron los golpes no ayudaba.

El hombre sobre mí me amarró los brazos a la espalda, poniendo el arma en mi nuca para evitar que luchase.

—Quédate quieto —ordenó.

—¡Suéltame! —grité, volviéndome para verle la cara—. ¡¿Quién carajos eres?!

Lo escuché quitar el seguro del arma y me quedé estático en mi sitio, no porque tuviese miedo, pues había estado en esta situación muchas veces, sino porque no quería dejar a Michael en manos de estos hombres que no tenía idea qué querían.

El tipo me levantó del suelo de un tirón y me arrastró hasta un auto negro, lanzándome dentro para sentarse al volante.

El auto se puso en marcha y me resigné a ver a dónde me llevarían. No podía sacar a Michael de mi mente, pues la situación era muy rara. Si era un secuestro, ¿por qué llevarnos por separado? ¿Y por qué no sólo dormirnos a los dos?

Las preguntas rondaban en mi cabeza pero decidí ignorarlas, ya tendrían ellos sus razones. Intenté soltarme una vez más pero no sirvió de nada así que sólo me quedé recostado en el asiento y miré el techo, esperando llegar a alguna parte.

*

Llevaba varias horas en ese maldito auto y cada vez me preocupaba más de lo que podían estarle haciendo a Michael.

—¡Oye, tú!, ¿a dónde demonios me llevas? —pregunté pero no me respondió—. ¡Te hablo a ti!

—Ya lo verás —dijo simplemente sin siquiera mirarme.

Intenté con todas mis fuerzas sentarme ya que mis manos no estaban en una posición muy cómoda que digamos y luego de varios intentos, lo logré hacerlo. Al ver por el polarizado vidrio, vi la inmensa mansión. Me parecía conocida, pero no lograba recordar.

Al llegar el tipo me sacó de un tirón del auto, arrastrándome al interior de aquella mansión, donde dos tipos me llevaron escaleras arriba, evitando que me moviese.

—Entra —ordenó uno de ellos, prácticamente lanzándome dentro de una de las habitaciones.

—Hola, William —escuché y alcé la vista tan rapidamente que mi cuello craqueó, encontrándome con esa sonrisa que tanto odiaba.

—Papá —dije simplemente, sintiendo como la cólera me consumía.

—¿Cómo te ha ido, hijo? —preguntó con voz serena—. ¿Fue cómodo el viaje?

Su tono burlón hizo que me hirviese la sangre y di un paso hacia él, decidido a romperle la cara pero dos hombres, cuyos nombres no recordaba, me sostuvieron por los brazos.

—¿Qué tienes que ver en todo esto? —gruñí.

—Ya lo verás.

Se dio vuelta y tomó su celular para llamar a alguien. Su mirada estaba fija en la mía y un mal presentimiento recorrió mi cuerpo, pues esa mirada nunca traía nada bueno.

—¿Hola?... Sí, perfecto... Ponlo al teléfono —sonrió, poniendo el altavoz—. Haz que hable.

Escuché un golpe seco y un quejido. Alguien lloraba.

Habla.

¿Por qué...?

La otra voz habló y sentí que alma cayó a mis pies al reconocerla.

Democracia del corazón [gay/yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora