Un escalofrío me recorrió el cuerpo y, antes de que me diera cuenta, estaba acostado en la alfombra del suelo con William encima de mí. Sus labios se apoderaron de los míos con pasión mientras sus hábiles manos desabrochaban la hebilla de mi pantalón con rapidez, liberando mi miembro para cerrar sus dedos sobre él. Arqueé la espalda y gemí.

Su boca se aferraba a la mía y me rendí al placer que sentía, aferrándome a su cabello, luchando por liderar el beso.

Gruñó y separó sus labios, devorándome con sus profundos ojos verdes.

―¿Ansioso, señor Grace? ―preguntó jadeante y apretó mi erección más fuerte, haciéndome gemir.

―Más que nunca, señor Starks ―contesté, olvidándome de la vergüenza y, tirando de su cabello, lo besé de nuevo, hundiendo su boca en la mía. Pareció sorprendido porque se quedó quieto un segundo hasta que aumentó la velocidad de su mano mientras me devolvía el beso, liderándolo con ferocidad.

Sentía que me derrumbaba en sus manos y finalmente me corrí en ellas, dejándome caer en la alfombra.

Me besó de nuevo, lenta y suavemente, mientras me bajaba lentamente los pantalones y la ropa interior, sin quitar los ojos de mi.

Sus dedos rozaron mi entrada y me estremecí. Un dedo entró y sentí el dolor recorrerme la espalda. Gemí.

―¿Duele? ―preguntó en mi oído, haciéndome temblar.

―E-estoy bien ―jadeé y él asintió, mientras sentía otro dedo entrar―. Wi... lliam...

El placer y el dolor se mezclaban dentro de mí, haciendo que jadeara. Arqueé la espalda al sentir que tocaba ese punto en el que el placer explotó por mi cuerpo. Gemí en voz alta y el calor subió a mis mejillas al escuchar tan vergonzoso sonido. William sonrió.

―¿Qué tal se siente... ―ronroneó en mi oído, presionando ese lugar con los dedos―, aquí?

No respondí y lo hizo de nuevo, arrancando gemidos desde lo más profundo de mí, que salían con una voz que no reconocí como mía. Temblé.

―Dímelo, ¿se siente bien? ―repitió―. Si no contestas, me detendré ahora mismo, Michael.

Mierda. Maldito idiota con delirios de autosuficiencia. Tragué grueso y mi rostro se tornó aún más rojo.

―S-si... ―musité entre dientes, apartando la mirada.

—¿Sí, qué?

—S-se siente b-bien...

―Asi me gusta ―rió―. Eres muy tierno, ¿sabías, Michael? ―mordió mi lóbulo haciendo que un escalofrío me recorriera la espalda y susurró―. Y eres mío.

Me sonrojé de golpe al escuchar eso y sentí que me derretía ante su voz; mi corazón latía con fuerza y mi respiración se entrecortaba, el dolor, el placer, la vergüenza y una extraña felicidad se mezclaban dentro de mí, haciéndome llegar a las nubes mientras alcanzaba el clímax de nuevo. Tomé su cuello entre mis manos y lo besé, nuestras lenguas jugando mientras entraba en mí con lentitud. Gemí en su boca mientras mis ojos se llenaban de lágrimas.

Su boca devoró la mía mientras empujaba sus caderas con lentitud dentro y fuera de mí, haciendo que jadeara en sus labios. Cerré los ojos y me dejé llevar por él, enrollando mis piernas alrededor de su cintura y tirando de su cabello, haciendo más profundo el beso.

Su velocidad aumentó y ya no podía controlar lo que salía de mi boca, no podía pensar nada coherente y no quería hacerlo. Mi respiración era entrecortada y sentía que el corazón se me saldría del pecho.

Democracia del corazón [gay/yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora