Epílogo

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  • Dedicado a A todos los lectores presentes, futuros y pasados de esta historia.
                                    

Bueno, seré breve que no quiero ser moñas.

Gracias por vuestras lecturas, votos y comentarios. He conocido gente genial en el camino. Esta es mi primera historia larga y solo espero que os haya gustado tanto leerla como a mi escribirla. Y, aunque quizás abuso, como ya habéis leído toda la historia y este sábado es mi cumpleaños, me encataría que gastáseis un par de minutos en comentar que os ha parecido. Que personaje habéis odiado más, a cuál habéis querido sin reservas, cuándo os habeís reído más o menos, lo que queráis.

Ahora me dedicaré a la nueva historia y a editar esta para corregir errores de texto. Espero veros en otras historias y, por supuesto, contar conmigo cuando lo necesitéis.

Este capítulo os lo dedico a todas, que os lo habéis ganado de sobras.

Un besote:)

—Sí, quiero.

Mariam se llevó el pañuelo a la nariz y se sonó todo el exceso de emociones por la boda de nuestra madre con Giorgio.

Estábamos en los juzgados Mariam, Marcos y yo, con el hijo de Giorgio y su mujer, que habían venido desde la Toscana para la boda de su padre. Después iría más gente a la celebración, pero tanto mamá como Giorgio solo querían a los hijos y sus respectivas parejas en la ceremonia.  Aunque casi no se celebra la boda. Mamá se pegó un susto de muerte cuando le avisaron de que estaba en el hospital, tanto es así que al despertar me echó la bronca. Bueno, me dijo de todo menos bonita. Que si estaba loca, que por qué me hacía la valiente, que si me llega a suceder algo me mata. La cuestión era, que quería retrasar la boda por una mísera brecha en la cabeza. Vale que me había desmayado por horas, pero ya dijo el doctor que no tenía nada grave. En un par de semanas no llevaría nada.

Reconozco que el viernes me sorprendí al despertarme en una enorme habitación color crema con un gran ventanal. Yo ya había estado ahí. Era el hospital al que fui con cup cakes para Carmen y los angelitos de sus nietos. Parecía que había pasado una eternidad desde aquel día. Mamá, Mariam, Lola, Marcos, Giorgio y Esteban estaban en la habitación con un doctor muy guapo que les decía algo sobre contusiones, estable y no sé que más. En cuanto vieron desperezarme (porque ya que me había desmayado aproveché para echar un sueñecillo), el doctor sexy me preguntó qué tal estaba y paso una lucecilla frente a mis ojos. Todo debía estar muy bien o muy mal, porque no paraba de hablarme sonriente y darme palmaditas en la espalda. Afortunadamente era lo primero, solo un par de puntos en la cabeza y unos días con dolor de cabeza. Nada más. Después de pasar un buen rato aguantando a mamá sermoneándome, vino la parte interesante de la conversación. Lo que sucedió después de perder el conocimiento.

El primer teléfono de mi listas de llamadas era el de Lola y gracias al cielo ella no colgó al ver que no le contestaba. Así que cuando oyó los chillidos del jefazo se asustó y solo se le ocurrió buscar a Martín. Como la empresa estaba dividida en varias plantas, mandaron a varios guardias de seguridad y ellos se bajaron hasta la planta donde estaba el despacho del jefazo. Lograron sacar a María antes de que la alcanzara Juan y éste terminó por ser inmovilizado y más tarde llevado a comisaría. El padre de Martín se encargó de todo mientras su hijo me llevaba a un hospital y se quedaba conmigo hasta que llegó mi familia. O eso dijo Mariam, porque yo no lo vi. Solo leí una nota que me dejó bajo el vaso de agua.

“Te di algún que otro beso mientras estabas inconsciente. Te lo digo porque tendrás que esperar unos días para abofetearme”

Me llevé los dedos a la boca instintivamente. Pero ese no fue el único mensaje. Por la noche, mamá se quedó a dormir a pesar de negarme repetidas veces. Solo me quedaba por precaución.

Mi mejor oportunidad (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora