28. Estrés pre-presentación

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Buenas noches! Otro capítulo más que os dejo. Lo iba a subir mañana, pero ya lo terminé y me parecía mal no subirlo. Éste es un poco de transición pero toda información es valiosa, recordarlo :P

Sobre la otra historia, lo primero, muchas gracias por pasaros a leer, vuestros comentarios y los votos. Subiré las otras dos protagonistas con el siguiente capítulo de esta historia. Estoy investigando un poco más antes de subirlos y por supuesto le voy a dar prioridad a Alicia y Martín hasta que les escriba un final, bueno o malo no lo sé, pero algo lo suficientemente meditado.

Nada más, espero que os guste y si tenéis sugerencias, quejas o cosas bonicas ya sabéis.

Muchas gracias por leer J

—Vamos a llegar tarde —me quejé—. ¿Quieres tranquilizarte? Esto es como montar en bici.

—Alicia, ¿Hace cuantos años que no conduces?

Me quedé pensando. Estábamos a las puertas del Ibiza de Martín y se negaba a que condujera. No le había hecho especial gracia que no hubiera cogido un coche desde que me saqué el carné de conducir. Hacía ya unos siete años. Él decía que nos íbamos a matar, yo que no iba a pasar nada. Y así estuvimos más de quince minutos. Al final le quité las llaves y me subí en el lado del piloto.

—Vamos allá —dije convencida—. Ya noto la sabiduría del conductor volver a mí.

—Llamemos a Lola o Esteban. Aún estamos a tiempo —intentó convencerme vacilante. Creo que no quería recibir más golpes inesperados por algún tiempo.

—De eso nada —me negué, abrochándome el cinturón de seguridad—. Solo una pregunta. ¿Cuál era el freno y cuál el acelerador? Siempre los confundo —el pánico pasó fugaz por su rostro e intentó recomponerse lo antes posible.

—Estás de broma, ¿No?

—¡Pues claro! Relájate —dije, pisando uno de los pedales con el freno de mano puesto para asegurarme que mi memoria no fallaba.

Fue divertido, a pesar de la docena de veces que se caló el coche, volver a conducir me resultó más agradable de lo que recordaba. Martín logró calmarse en el momento que vio como frenaba suavemente en el primer semáforo. Tendría que decir que fue pura suerte, porque iba demasiado tensa al principio como para frenar con delicadeza.

Aunque demostré mi buena disposición a una conducción responsable, Martín no me dejó hablar. Yo quería contarle lo sucedido con su padre, decirle que ese hombre estaba empeñado en que abandonara nuestra relación. —Porque ya podía ponerle nombre a lo nuestro, ya no era algo indefinido, era una relación con sentimientos, expectativas y esas cosas. Imponía un poco—. Pero él no me dejo abrir la boca. Decía que si no me distraería y el camino a la mansión era complicadamente lioso como para permitirme esos lujos. Así que encendió la música y me instó a dejar los temas a debatir para cuando llegáramos.

Lo que no sabíamos era todo el lío que nos esperaba en nuestro destino. Como era la última semana la mansión era un hervidero de nervios, estrés y horas infinitas de trabajo pre-presentación. Lola empezó a sacar ese mal genio contenido que ninguno habíamos visto todavía. No entendíamos que una persona tan pequeñita pudiera albergar una voz de mando tan potente. Pero nosotros tampoco fuimos inmunes a esa sensación de estrés general. El fin de semana y todo lo que había conllevado nos mantuvo en una burbuja que nos aisló de la realidad que nos esperaba el lunes. Al menos, no nos costó mucho convencer a Lola y Esteban de que Martín había tenido una trifulca en el bar con un cliente borracho, en cierto modo no era mentira.

Mi mejor oportunidad (editando)Where stories live. Discover now