14. Ánimo, Ana.

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La noche del domingo la pasamos madre e hijas en el sofá, con veinte clases distintas de chocolates, helados, licores y películas de los ochenta. Puede sonar raro, pero la combinación de dulce, pelos fritos y hombreras era lo único que evadía nuestras mentes de todos nuestros pesares. Mamá estaba deprimida por la marcha de Giorgio a su país para atender unos negocios, Mariam confusa por la aparición de nuestro recién regresado padre y yo, bueno, dejémoslo en que tenía la mente monopolizada. En conjunto dábamos un espectáculo lamentable, aunque echándole licor de café al helado se nos olvidaba.

Un poco antes de media noche, nuestro desaparecido compañero durante todo el fin de semana hizo acto de presencia. Ni que decir, que se quedó de piedra al ver la escena.

-¿Se puede saber cuándo ha llegado el fin del mundo?-Preguntó.

-Siéntate y te ponemos al día.- Le dije; dándole unas palmaditas al sofá.

Se sentó y atendió a la historia de nuestro fin de semana sin pestañear, excepto cuando tuvo que tragarse una cucharada de helado bañado en un mejunje extraño.

-¿Por qué no me avisasteis? Podría haber venido.

Cualquier otro se habría asustado solo con la escena de las tres en pijama, pero él se lamentaba de haber estado fuera. Pero ya lo decía él: “Sois lo mejor que tengo en esta ciudad de locos”. Y es que Marcos era un encanto.

-Tampoco podrías haber hecho mucho.- Dijo Mariam algo desganada.

-Como que no. Para empezar os hubiera dicho que hacer esta mezcla os puede matar.- Dijo; señalando el mejunje de helado con varios licores de la bodega del neandertal.- Y segundo…

- Y segundo nada, Marcos.- Le cortó sin levantar la voz para que mamá, que estaba roncando levemente sobre mi hombro, no se despertará.- ¿Qué harías? ¿Traerte aquí tu fin de semana de diversión para poder atendernos a todas?

-Tranquilízate, Mariam.- Le dije algo apurada.- Marcos solo intenta ayudar.

-No.

-¿No, qué?-Pregunté.

-Que no me tranquilizo, Alicia. Me estoy cansando de que todos los hombres de nuestras vidas lleguen tarde y luego lo intenten apañar.

-¿Los hombres de tu vida?- Preguntó este irónico.-Creía que el único hombre de tu vida era el gilipollas que tienes por novio.

-No metas a Carlos en esto.-Dijo mi hermana con un tono de voz algo dudoso. Pero Marcos no hizo caso.

-¿Dónde está tu fabuloso novio, Mariam? Porque, sabes, que ese cretino no haya dado señales de vida en toda la semana no te da derecho a echarme a mi su mierda.

Yo miraba la escena, completamente muda y sin ninguna intención de inmiscuirme. Aunque considerara que Marcos tenía razón, me callaría y en cuanto pudiera me escabulliría de la tormenta. Un gemido me sobresaltó y mamá abrió un poco los ojos, uniéndose silenciosamente al espectáculo

-No es eso…-Mariam estaba algo apurada por la última declaración de nuestro compañero de piso.-Yo no te echo nada.

-Claro que lo haces.-Hizo una pausa, para darse cuenta de que mi madre y yo mirábamos atónitas. Menudo melodrama de fin de semana que estábamos teniendo.-Os importaría dejarnos solos. Tengo que hablar con Mariam.

Mamá y yo afirmamos a su petición y nos levantamos lentamente, con la esperanza de enterarnos del final del culebrón. Sin duda alguna, eso era un culebrón del que, al menos yo, me había perdido capítulos. Les dimos las buenas noches, que nos devolvieron casi imperceptiblemente y me dirigí con mamá al cuarto por petición suya.

Mi mejor oportunidad (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora